Los intríngulis de una eventual repostulación

Los intríngulis de una eventual repostulación

Los demás aspirantes a la jefatura del Estado están locos de espanto ante la posibilidad de que, salvados los escollos constitucionales como habitualmente ocurre cuando la ley molesta cualquier conveniencia política, el Presidente Fernández opte por un cuarto período si es postulado nueva vez en las elecciones de 2012.

Y la mera posibilidad de que Leonel Fernández entienda la necesidad que ven muchos de sus seguidores para continuar gobernando, en verdad debería mortificar a sus adversarios, sea a lo interno del PLD o entre los demás partidos políticos, pues a pesar de todas las dificultades existentes, el Presidente preserva una popularidad que podría hacerlo más que viable como candidato.   El argumento de que esa popularidad deviene de su aprovechamiento del poder con fines electorales tiene sólo cierta validez, pues no es axiomático que la re-elección se les dé siempre a los Presidentes. Balaguer en 1978 y Mejía en 2004 son ejemplos contundentes de que cuando el pueblo dice “es p’afuera que van”, pues van para afuera.

Hay distintas interpretaciones acerca de si la Constitución realmente prohíbe a Fernández la posibilidad de candidatearse nueva vez en 2012. A la verdad, quienes le estiman impedido constituyen un grupo de gran credibilidad y es posible que tengan razón. Pero a mi juicio lo que debería debatirse no es la legalidad o no de una repostulación, puesto que con ganas para intentarlo eso se arreglaría.  Lo que los amigos del Presidente deberían considerar es si a él mismo y al país les conviene que sea Leonel quien mande de 2012 a 2016.

Admitir desde ahora, cuando falta tanto tiempo, que no le interesa seguir, lo convertiría en un “lame duck”, o “pato cojo” como les llaman los estadounidenses a los Presidentes que no quieren o no pueden optar por seguir. Ello resta lealtades, efectividad y fluidez a la gestión gubernamental.

Si Leonel lograse re-inventarse para ofrecer más de lo mismo, pero mejorado, o sea garantizando mayor inversión en educación y salud, “remeneando” la mata para renovar su gabinete, haciendo suyo el poquito discurso de oposición que pudiera entusiasmar al electorado, difícilmente pierde una repostulación.

Pero intentar quedarse, o lograrlo, sin alguna renovación, haría que este joven estadista luzca como una antigualla, un político viejo que se quedó. Y quedarse así quizás no sea tan interesante ni posible como reinventado, con aires nuevos.

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