Los jesuitas y la Marcha Verde

Los jesuitas y la Marcha Verde

Rafael Acevedo

El día que Veckemans terminó su ciclo de conferencias sobre la Teoría de la Acción Social y Política, explicando la relación entre teoría y práctica, la correspondencia racional y funcional entre medios escasos y de uso alternativo y fines múltiples pero jerarquizables: la acción social guiada por las ideas y los valores. Entonces, el gordo cubano Rafael Espinosa, con su espléndida sonrisa, acarició su cuaderno de apuntes, proclamando: “Con estas anotaciones ya puedo ser alcaide de Santa Clara”.
Recientemente el Papa Francisco nos hizo sentir culpables de habernos mantenido al margen de la política, explicando que los creyentes no debemos exigirles a los incrédulos que hagan el bien común cuando nosotros hemos permanecido fuera del juego político, habiendo abandonado la posibilidad de ayudar desde el gobierno a nuestro pueblo.
Acaso pueda responsabilizar a los escolapios por inculcarnos la máxima de los calasancios de ser “Caballeros del Honor y del Deber”. En Chile, los jesuitas lideraban el pensamiento social de la Iglesia Católica; personajes impresionantes, como el sociólogo Roger Veckemans, célebre porque hacía temblar a los defensores del ateísmo marxista; Renato Poblete, amigo y consejero; Eduard Kinnen, sacerdote integro, armado hasta los dientes con la instrumentalidad filosófica para defender la superioridad de la Ética Cristiana sobre otros pensamientos de moral social. Igualmente en la “Ucamaima”, el extraordinario Padre Alemán; mi colega sociólogo, amigo y confesor espiritual, Juan Montalvo, abnegado e integro de pies a cabeza. Después, el padre Avelino, junto a Huchi y otros colegas, defensor recio y firme de los pobres y los haitianos.
El tiempo ha pasado, muchos nos hemos mantenido afuera de la partidocracia. Piel demasiado sensible, acaso egoísmo procurando salvación personal; también, a menudo, aconsejando a otros para que seamos mejores ciudadanos dominicanos y del mundo. Pero siempre despectivos y asépticos respecto al “emburujamiento” político; acaso orgullosos, como el fariseo, de no ser como los publicanos (y los políticos), que se ensucian con las cosas mundanas. Ahora la corrupción nos arropa y desborda; ahoga, estanca; nos destruye. Ahora, desde nuestra “imparcialidad de encuestador”, distanciado y aséptico el corazón late con fuerza, añorando y suspirando por un destino mejor para nuestro país; con los resabios que nos quedan a los que habiendo vivido la tiranía del Jefe, nunca imaginamos que la cosa pública y el comportamiento general podían caer tan bajos; ni que el desorden y la corrupción nos producirían, más que indignación, temor profundo… y náuseas. Hoy nos late con fuerza el corazón al escuchar el mensaje de los jesuitas, apoyando lo que pareciera ser la mejor cosa que está sucediendo en el corazón de los dominicanos. Maza, Vidal, Serrano y otros hombres de fe y de ciencia como son estos curas; también lo han planteado pastores como Ezequiel Molina y Braulio Portes, “por Una Nación Decente”, desde hace años. Junto a muchísimos hombres de buena fe, están pensando que el momento puede haber llegado. Invitando a apoyar la Marcha Verde, procurando ahora la revelación necesaria para que juntos vayamos, con certeza, adonde debemos llegar: “Para en todo amar y servir”.

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