Los judíos en el destino de Quisqueya
Independencia, anexión e identidad

Los judíos en el destino de Quisqueya<BR>Independencia, anexión e identidad

POR CARLOS ESTEBAN DEIVE
Una de las tesis principales de la obra de Ghasmann tiene como propósito sostener que los judíos de uno y otro lado de la isla participaron activamente en el proceso de la independencia dominicana. Esa convivencia, agrega, formaba parte de un plan ideado para dominar las esferas política y económica de la isla «a favor de la emancipación general y de la preservación de la integración».

Debo confesar, para mi bochorno, que no entiendo el significado de la frase entrecomillada. ¿A qué emancipación general se refiere? ¿A la de la antigua parte española o a la de todo el país haitiano? El empleo de la palabra «general» induce a pensar en la segunda. Como quiera que sea, favorecer esa emancipación y, a la vez, preservar la integración, es decir, la incorporación de Santo Domingo a Haití, ¿no implica una clara contradicción?

Prosiguiendo con su tesis, Ghasmann afirma que los trinitarios ayudaron al movimiento revolucionario haitiano conocido como la «Reforma» con el objetivo de derrocar a Boyer y conseguir la separación de Haití tan pronto como renunciara. Efectivamente, dos dominicanos, Juan Nepomuceno Ravelo y Ramón Matías Mella, fueron comisionados para trasladarse a Haití a fin de brindar su cooperación a la junta patriótica de Les Cayes. El primero no pudo cumplir con su misión, pero Mella logró llegar a esa ciudad y pudo coordinar con los conspiradores haitianos el movimiento insurreccional que tendría lugar tanto en el oeste como en el este. Lo que no parece tan claro es que conspiradores haitianos como el comandante Cousin y el diputado Pontieux se disponían, según Ghasmann, a colaborar con los trinitarios en sus afanes de separatistas.

En opinión de Ghasmann, los trinitarios, en vista del cariz que iban tomando los acontecimientos, se apresuraron a hacer propuestas a los líderes negros haitianos del movimiento reformista con la finalidad de alcanzar su meta: la separación. Sin embargo, afirma, está no parecía impedir «un nuevo tipo de confederación dominico-haitiana para preservar la integración de la isla», porque lo que estaba en juego era el anhelo de los habitantes del este de gozar de todos los derechos y prerrogativas de los haitianos.

Hasta dónde me es dable conocer, no existe ninguna evidencia documental relativa a dichas propuestas, como tampoco la hay de una «nueva» confederación dominico-haitiana destinada a salvaguardar la integración de la isla. Si los trinitarios perseguían, como dice Ghasmann, la separación de Haití, no se explica que se pudiera pensar en una confederación, que por lo demás, no sería «nueva», pues nunca hubo una previa. Políticamente considerada, una confederación consiste en una alianza o liga entre Estados que conservan su soberanía e independencia, mientras en el caso que nos ocupa lo que existió fue una incorporación por la fuerza de Santo Domingo a Haití.

La noticia del derrocamiento de Boyer el 13 de marzo de 1843 se conoció en Santo Domingo once días después y, de inmediato, numerosos revolucionarios encabezados por Juan Pablo Duarte, Pontieux y el general Desgrotte, antiboyerista, se dirigieron hacia la fortaleza de la capital con la intención de apoderarse de ella. La resistencia de las tropas oficiales lo impidió, motivando que se refugiasen en San Cristóbal, consiguiendo que las autoridades reconociesen el gobierno provisional que se instalaría en Port-au-Prince.

Proclamada una nueva Constitución el 30 de diciembre, el electo presidente Charles Hérard convocó a elecciones municipales, a celebrarse a mediados de febrero de 1844. Tan pésimamente informado como de costumbre, Ghasmann afirma que la pérdida de esas elecciones por los separatistas provocó una rebelión, obligando a Hérard a visitar la parte oriental para calmar las tensiones. En realidad, fueron los partidarios de los trinitarios los que resultaron vencedores en la mayoría de las ciudades y pueblos, lo que avivó la lucha contra el gobierno haitiano. Ante el creciente deterioro de la situación, Auguste Brouard, delegado del gobierno en Santo Domingo, y Desgrottes se comunicaron con Hérard para pedirle que se dirigiese al este a fin de sofocar las «combinaciones separatistas».

Una carta de Juchereau de Saint-Denys, nombrado cónsul francés en Santo Domingo, al ministro de Relaciones Exteriores, revela, según Ghasmann, su complicidad y la de Desgrottes en pro de la independencia dominicana de 1844. Y agrega que, gracias a la presencia de ese general en Santo Domingo los independentistas dominicanos afrancesados tenían ya todas las herramientas necesarias para lograr sus objetivos», ya que era un militar que «inventaba todas las intrigas para satisfacer los intereses de Francia».

 ¿Cómo es posible que tache a Desgrottes de cómplice en dicha independencia? ¿Acaso no ha leído las cartas que escribió a Juchereau de Saint-Denys el 28 de febrero, unos días después de proclamada la República Dominicana y que Price-Mers reproduce en su obra «La República de Haití y la República Dominicana», obra que cita varias veces? En ellas le expresaba su temor de que los ciudadanos haitianos residentes en Santo Domingo corriesen peligro ante la eventualidad de que opusiesen resistencia a las flamantes autoridades dominicanas.

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