Los Judíos en el destino de Quisqueya
Judíos y la dominación haitiana

<STRONG>Los Judíos en el destino de Quisqueya<BR></STRONG>Judíos y la dominación haitiana

POR CARLOS ESTEBAN DEIVE
Aun cuando el ensayo de  Jean Ghasmann sobre el que he venido escribiendo  versa sobre diversos aspectos de la presencia judía en Santo Domingo tanto en el período colonial como republicano, considero que su mayor interés se centra en demostrar que la ocupación haitiana de 1822 y la independencia de la República Dominicana en 1844 se debieron a la decidida participación, como protagonistas, de los sefarditas de ambos lados de la isla. Lo propio  cabe decir de la lucha de los restauradores contra la anexión a España en 1861.

Antes de pasar el análisis de esos tres hechos, creo oportuno corregir, además de los ya señalados  anteriormente, otros yerros de grueso calibre en los que Ghasmann cayó, no sabemos por qué motivos. Veámoslos.

El primero de esos yerros consiste en afirmar que, mediante el Tratado de Ryswick de 1697, España cedió a Francia la parte occidental de la isla, aunque en descargo de Ghasmann es preciso recordar que la mayoría de los historiadores dominicanos vienen incurriendo en el mismo dislate.

Efectivamente, una cédula de 10 de noviembre de 1700 dirigida al gobernador de Santo Domingo, Severino de Manzaneda, le ordenaba que no consintiese que los franceses «gocen como propio lo que sólo tienen por usurpado, pues jamás se les ha confesado jurisdicción legítima en ningunas capitulaciones de paces.» Como vemos, España no traspasó a Francia Saint Domingue. Sólo toleró la existencia de esa colonia. La división de la isla fue sancionada definitiva y oficialmente en el Tratado de Aranjuez de 1777.

El segundo error de Ghasmann atañe a la pequeña isla de la Tortuga y la invasión inglesa a Santo Domingo en 1655, no, como dice, un año antes y otro después. Según él, los judíos que, previamente a la firma del acuerdo de Ryswick, habitaban la famosa guarida de piratas, fueron víctimas de los ataques «sorpresivos y devastadores» de los españoles, hasta que los ingleses se impusieron en 1654 y 1656 «con la destrucción de la ciudad de Santo Domingo.»

La Tortuga y la banda occidental de Santo Domingo fueron ocupadas por franceses aventureros a partir de 1629. España envió contra ellos cuatro expediciones militares con notable éxito en distintas fechas, pero al cabo de sus victorias procedía a retirarse de ambos territorios, de modo que los intrusos volvían por sus fueros.  La última batalla ocurrió en 1691 y contó con la ayuda de los ingleses.

Ghasmann da a entender que la supuesta destrucción de la ciudad de Santo Domingo fue en represalia por los ataques españoles a la Tortuga. Nada más falso. La frustrada invasión inglesa a la colonia oriental obedeció al deseo de Oliver Cromwell de conquistarla para, desde ella, ir apoderándose de las demás posesiones hispanas en América. Los seis mil hombres de tropa y los siete mil marineros comandados por el almirante William Penn y el general Robert Venables  huyeron vergonzosamente cuando los españoles y criollos, recurriendo a varias estratagemas, los rechazaron al pie de la muralla de la ciudad. Ya en altamar, enfilaron hacia Jamaica, que tomaron por estar mal defendida. El pirata Henri Morgan jamás fue, como severa Ghasmann, gobernador de esa isla, sino teniente de  gobernador,  ni nunca España la transfirió a Inglaterra.

Quizás hubo judíos en la Tortuga, aunque lo dudo hasta prueba en contrario. Refugio de piratas y vagabundos de toda laya que vivían en ella sin ley ni orden, era el lugar menos propicio para que los judíos pudieran desarrollar tranquilamente sus actividades comerciales. ¿Emularía alguno a Pie de Palo, Lorencillo y Agramont?

Mordechai Bell informa en su obra «The Jewish Nation in the Carribbean» que un corto número de judíos procedentes de Brasil se asentó en Saint Domingue en 1654 para trabajar en las plantaciones francesas validos de su experiencia en el cultivo de la caña de azúcar. El Código Negro de 1685 dispuso su expulsión, por cuya causa, la mayor parte de ellos  salió de la colonia. Más tarde, sefarditas portugueses residentes en Burdeos y Bayona lograron de sus autoridades el permiso para trasladarse a las islas francesas después de obtener carta de naturaleza. Los que prefirieron Saint Domingue se establecieron mayormente en Jacmel, Jeremie, Les Cayes y Le Cap, los de esta ciudad venidos de Curazao. Al estallar la rebelión de los esclavos en 1791, abandonaron gradualmente la colonia rumbo a otras islas caribeñas y a Estados Unidos.

Según Ghasmann, los judíos de Saint Domingue que escaparon de la revolución haitiana sufrieron la persecución de las autoridades francesas refugiadas en el este. Si Ghasmann se refiere al período comprendido entre 1791 y 1795, conviene aclararle que la colonia oriental estaba gobernada por españoles. Quienes se ampararon en ella eran colonos, funcionarios y militares sin ningún poder de decisión, por lo que mal podían perseguirlos.

Santo Domingo pasó a manos francesas en 1795. De creer a Ghasmann, la migración masiva de judíos ocurriría entre ese año y 1814. Un abogado francés que acompañó al general Hédouville en su expedición a Saint Domingue asegura que la colonia española albergaba un gran número de judíos atraídos por la abundancia de oro. La expedición llegó a ella el 27 de marzo de 1798. Su intención era dirigirse por tierra a Le Cap, pero las dificultades del viaje determinaron que Hedouville y una parte de sus hombres continuaran por mar, mientras el resto lo haría a través de la isla. En su relato, el abogado cuenta que el odio a los judíos se manifestaba particularmente durante las procesiones de Semana Santa. Mujeres y niños portaban maniquíes que representaban a esos judíos, muñecos que quemaban en calles y plazas mientras los soldados les disparaban tiros de fusil. A veces, el furor llegaba a extremos de derribar  y saquear las casas de aquellos. Agrega que el año anterior al de su llegada, tres judíos fueron degollados y varios franceses refugiados tuvieron que esconderse para hurtarse de las iras del populacho.

El que narra esta historia no era, como dice Ghasmann, un viajero francés que guardó el anonimato. Se trata de Dorvo Soulastre, el abogado, quien aclara que su redacción se basó en notas tomadas apresuradamente. Ghasmann transcribe el párrafo de Soulastre relativo a la animadversión a los judíos de un texto de Alfonso Lockward, quien no ofrece el nombre del autor.

Tal como queda dicho, la emigración masiva de judíos a Santo Domingo culminó, en palabras de Ghasmann, en 1814. Ahora bien, en 1809, expresa este autor, tras asumir el gobierno de Santo Domingo, Sánchez Ramírez invitó a los criollos sefarditas que se libraron del «infierno francés de la guerra», a retornar a su tierra, o sea, Haití, para reconstruirla. ¿Aceptarían los judíos esa invitación?  Por su recuerdo de las matanzas de blancos perpetradas por Desslines, juzgo improbable que se animaran a regresar.

A propósito de Sánchez Ramírez, Ghasmann tuvo que dejar atónitos a los historiadores dominicanos que leyeron su obra cuando afirma que la guerra de Reconquista fue anti francesa y antiespañola, «en beneficio de los judíos locales y demás países de las Antillas.» De haber sido así, ¿cómo explica que Sánchez Ramírez se comunicara secretamente con el gobernador de Puerto Rico, Toribio, Montes, con el fin de que le prestase armas, municiones y algunas tropas?

Montes no sólo declaró la guerra a Francia, sino que, además, envió 300 hombres a Santo Domingo, los cuales se unieron a los rebeldes.  ¿Hubiera mandado el gobernador de Puerto Rico, que era una colonia española, esa tropa para luchar contra sus compatriotas?  Que la revuelta tenía como meta restablecer la soberanía española en Santo Domingo lo prueba una de las resoluciones de la Asamblea de Bondillo celebrada el 13 de diciembre de 1808. Esa resolución reconoció a Fernando VII como su legítimo rey y señor. Lo insólito del caso es que Ghasmann dice en otra parte de su ensayo que, a la caída de Napoleón, la parte oriental de la isla volvió al control español.

Está muy bien, y nada se le puede reprochar, que Ghasmann quiera destacar las aportaciones de los judíos a la República Dominicana, pero no hasta el punto de tergiversar groseramente los hechos históricos para acomodarlos a sus intenciones.

Ghasmann falta también a la verdad cuando discurre sobre la invasión de Dessalines a Santo Domingo en 1805. Tras alcanzar la capital de la colonia el 8 de marzo, el emperador haitiano le puso cerco de inmediato. Tres semanas duró el sitio, en cuyo transcurso se produjo, dice, una estampida de sus habitantes. ¿De qué estampida habla Ghasmann?  Lejos de ocurrir tal huida precipitada, los defensores de la ciudad opusieron una resistencia numantina.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas