Jesús de la Rosa
Como lo han venido haciendo en los últimos años, ciertos funcionarios judiciales y unos que otros productores de programas de radio y televisión iniciaron ya toda una campaña en contra de la venta en las jugueterías de réplicas a pequeña escala de armas de fuego y de artefactos de guerra. Las personas involucradas en esa cruzada erróneamente creen que el simple uso de esos juguetes puede acarrearles a los niños trastornos en su comportamiento y producirles reacciones antisociales más o menos graves.
Frecuentemente, suelen aparecer figuras de la televisión instando a los padres de familias a no comprarles a sus hijos ese tipo de juguete, utilizando argumentos parecidos a los usados en contra de la venta de fuegos artificiales.
La campaña en contra de la venta de fusiles, pistolas, tanques de guerra, aviones y barcos de juguete aquí ya ha cobrado demasiado cuerpo. Un conocido diputado de la oposición anunció que en breve presentará a la consideración del Congreso de la República un proyecto de ley de su autoría prohibiendo la venta de los llamados juguetes bélicos y estableciendo penas de prisión para sus potenciales infractores.
Sin embargo, los opuestos a la venta de dichos juguetes guardan silencio ante el hecho de que, año tras año, la Asociación de Boxeo de Aficionados del Distrito Nacional organice un llamado torneo de novatos donde participan niños. Y, a pesar de que en las páginas deportivas de los periódicos suelen aparecer fotografías de infantes emburujados a guantazos limpios nadie protesta ante ese hecho. Parecería que estos señores creen que una pistola de juguete es un instrumento de violencia y que un guante de boxeo es un llamado al amor y a la ternura.
Amigo lector, un militar puede ser una persona tan pacífica o tan violenta como cualquier otra de oficio diferente.
La República Dominicana dispone de varias academias militares y en estos momentos están en su fase final los preparativos para fundar aquí un instituto superior para la defensa nacional. Para despertar vocaciones e interés por los estudios militares debemos comenzar por interesar a niños y a niñas en asuntos relacionados con el uso de instrumentos de defensa. La Cámara de Diputados acaba de aprobar a unanimidad el proyecto de ley presentado por el diputado Pelegrín Castillo de la Fuerza Nacional Progresista que amplía las aguas territoriales dominicanas de 6 a 12 millas naúticas y lleva la zona económica exclusiva de 242 a 380 mil kilómetros cuadrados. Con la aprobación de ese proyecto de ley, nuestros legisladores han querido abrogarle al Estado dominicano la calidad de Estado archipiélago.
Las leyes que rigen en el mar son las de los misiles, los cañones y las de las cargas de profundidad. Nos preguntamos, ¿cuántas fragatas y destructores necesitamos para que las marinas de los países que nos circundan nos reconozcan el derecho que tenemos de ampliar los límites de nuestras aguas territoriales de 6 a 12 millas?
Señores legisladores, debemos de ir pensando en reservar fondos para la compra de barcos de guerra ajustados a las circunstancias de haber ampliado los límites de nuestras aguas territoriales.
Con motivo de la celebración del día del nacimiento del niño Dios, quiero regalarle a uno de mis nietos una reproducción a escala del portaviones de la Armada Francesa Charles de Gaulle y a otro una reproducción del tanque alemán Panzer. Para ambos, estoy escribiendo una pequeña historieta acerca de la victoria de la marina inglesa contra los submarinos alemanes en la Segunda Guerra Mundial, acompañada de una breve biografía de los dos grandes protagonistas de esa epopeya: los almirantes Karl Dönitz y Bertram Ramsay de la armada nazi e inglesa respectivamente. A los demás nietos, pienso obsequiarles juegos de ajedrez, computadoras, equipos de laboratorios y otros juguetes por el estilo.
Es que quiero que mis nietos lleguen a ser físicos, matemáticos, biólogos, abogados y artistas; también quiero tener nietos oficiales de blindados y artilleros navales.
Tenemos que preparar gentes que sean capaces de explicarles a los pescadores de los países vecinos que no deben pescar ni en el litoral de la Beata ni en la de la Saona; tampoco, en los cayos de los siete hermanos. Y de convencer a los haitianos que no deben traspasar la frontera para venir a aquí a residir ilegalmente.