Los laberintos del pensamiento complejo. El paradigma de la complejidad

Los laberintos del pensamiento complejo. El paradigma de la complejidad

Dedicado a Patricia Gascón Muro, mi hermana mexicana

No hace falta creer que la cuestión de la complejidad se planea solamente hoy en día, a partir de nuevos desarrollos científicos. Hace falta ver la complejidad allí donde ella parece estar, por lo general ausente, como, por ejemplo, en la vida cotidiana. La complejidad en ese dominio ha sido percibida y descrita por la novela del siglo XIX y comienzos del XX. Mientras que en esa misma época, la ciencia trataba de eliminar todo lo que fuera individual y singular; para retener nada más que las leyes generales y las identidades simples y cerradas, mientras expulsaba incluso al tiempo de su visión del mundo, la novela por el contrario (Balzac en Francia, Disckens en Inglaterra) nos muestra seres singulares en sus contextos y en su tiempo. Mostraba que la vida cotidiana es, de hecho, una vida en la que cada uno juega varios roles sociales, de acuerdo a quien sea en soledad, en su trabajo, con amigos o con desconocidos. Vemos así que cada ser tiene una multiplicidad e identidades, una multiplicidad de personalidades en sí mismo, un mundo de fantasmas y de sueños que acompañan la vida. Edgar Morín

Finalizamos la entrega pasada exponiendo las críticas de Morín al paradigma de la simplicidad expuestas en su libro «Introducción al pensamiento complejo». Hoy ampliaremos acerca de las ideas del autor al paradigma de la complejidad.

Afirma el pensador que el orden y el desorden no solo forman parte del universo, sino que no son dicotómicos, sino complementarios, porque conciernen a la vida, más aún a la lógica del universo. Tomando en cuenta ese principio, Morín afirma que el universo comenzó con una desintegración.

Así pues, la complejidad de la relación aparentemente dicotómica de orden/desorden/organización surge cuando se constata de forma empírica que los fenómenos desordenados son necesarios en ciertos casos para la producción de fenómenos organizados. Por ejemplo, afirma, el orden biológico es un orden mucho más desarrollado que el físico, pues es un orden que se desarrolló con la vida misma. Pero al mismo tiempo, sigue diciendo, el mundo de la vida incluye, más aún, tolera mucho más desórdenes que el mundo de la física. «Dicho de otro modo, el desorden y el orden se incrementan mutuamente en el seno de una organización que se ha complejizado.» (P. 94)

El intelectual francés afirma que vivir es de alguna manera morir de forma simultánea, porque vivimos de la muerte de nuestras células, así como en la sociedad la muerte de sus miembros es una forma de rejuvenecerse: «Pero a fuerza de rejuvenecer, envejecemos, y el proceso de rejuvenecimiento se entorpece, se desorganiza y, efectivamente, si se vive de muerte, se muere de vida.» (P. 94). Esta aparente paradoja no es más que la aceptación de la contradicción como parte inherente a la vida, pues como decía Heráclito: existe armonía en la desarmonía.

Surge una pregunta: ¿Cómo vincular el universo y el sujeto en este proceso complejo y aparentemente contradictorio? Morín se responde la pregunta de esta manera:

Si concebimos un universo que no sea más un determinismo estricto, sino un universo en el cual lo que se crea, se crea no solamente en el azar y el desorden, sino mediante procesos auto organizadores, es decir, donde cada sistema crea sus propios determinantes y sus propias finalidades, podemos comprender entonces, como mínimo, la autonomía, y podemos luego comenzar a comprender qué quiere decir ser sujeto.

Ser sujeto no quiere decir ser consciente; no quiere tampoco decir tener afectividad, sentimientos, aunque la subjetividad humana se desarrolla, evidentemente, con afectividad, con sentimientos. Ser sujeto es ponerse en el centro de su propio mundo, ocupar el lugar del «Yo». Es evidente que cada uno de nosotros puede decir «Yo»… pero cada uno de nosotros no puede decir «yo» más que por sí mismo…. El hecho de poder decir «Yo», de ser sujeto, es ocupar un sitio, una posición en la cual uno se pone en el centro de su mundo para poder tratarlo y tratarse a sí mismo. (PP. 96-97)

Morín desarrolla el concepto del «egocentrismo» que no significa «egoísmo», sino un «YO» individual visto desde la colectividad, del nosotros. La complejidad individual implica que al colocarnos en el centro de nuestro propio mundo, colocamos también a todas aquellas personas que nos han rodeado y han permitido la configuración el «YO». A esta relación de nuestro YO con los demás, le llama Morín subjetividad comunitaria:

Ser sujeto, es ser autónomo siendo, al mismo tiempo, dependiente. Es ser algo provisorio, parpadeante, incierto, es ser casi todo para sí mismo, y casi nada para el universo. (P. 97)

A partir de este principio del Yo individual y del yo comunitario, Morín nos habla de la autonomía humana. Parte del hecho de que el YO se configura dependiendo de condicionamientos culturales y sociales; pues para ser YO es necesario aprender un lenguaje y asimilar una cultura. Esa autonomía se nutre, dice el pensador, de dependencias, pues dependemos de una educación, de una cultura, de un lenguaje, de una sociedad; es más, de un cerebro y de nuestros genes. Pero, sigue diciendo, poseemos los genes y ellos a su vez nos poseen a nosotros. Pero es gracias a esos genes que somos capaces de muchas cosas: tener un espíritu y tomar los elementos que nos interesan de la cultura que heredamos a fin de desarrollar nuestras propias ideas.

Un elemento interesante del paradigma de la complejidad es que nos permite hacer conciencia, pero más que nada comprender que la incertidumbre será parte inherente de nuestra existencia, que es imposible obtener el saber total, porque la totalidad es realmente la NO VERDAD. Así pues, afirma Morín, estamos condenados al pensamiento incierto, inacabado, en eterno proceso de construcción, a un pensamiento «acribillado de agujeros, a un pensamiento que no tiene ningún fundamento absoluto de certidumbre.» (P. 101). Finalizo esta entrega con las palabras del propio Morín sobre el paradigma de la complejidad:

El paradigma de complejidad provendrá del conjunto de nuevos conceptos, de nuevas visiones de nuevos descubrimientos y de nuevas reflexiones que van a conectarse y reunirse. Estamos en una batalla incierta y no sabemos aún quién la llevará adelante. Pero podemos decir, desde ya, que si el pensamiento simplificante se funda sobre la dominación de dos tipos de operaciones lógicas: disyunción y reducción, ambas brutalizantes y mutilantes, los principios del pensamiento complejo, entonces, serán necesariamente los principios de distinción, conjunción e implicación. Unamos la causa y el efecto, el efecto volverá sobre la causa, por retroacción, el producto será también productor. Vamos a distinguir estas nociones y las haremos juntarse al mismo tiempo. Vamos a unir lo Uno y lo Múltiple, los uniremos, pero lo Uno se disolverá en lo Múltiple y lo Múltiple será, asimismo, parte de lo Uno. El principio de la complejidad…se fundará sobre la predominancia de la conjunción compleja…Se puede ser el San Juan Bautista del paradigma de complejidad, y anunciar su llegada, sin ser el Mesías. (P.110)

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