Los latinoamericanos enfrentan la corrupción

<p>Los latinoamericanos enfrentan la corrupción</p>

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
El giro hacia la izquierda que están dando los países del continente, a contrapelo de los deseos de los Estados Unidos, tiene preocupados a más de un político de ese país, y estremece con menos temor a las fuerzas conservadoras latinoamericanas, ya que no se espera que se caiga en el error de las estatizaciones mal concebidas y conducentes al fracaso económico de los países envueltos en los sueños del comunismo triunfante durante una buena parte del siglo pasado.

Razones para justificar ese giro hacia la izquierda, de casi todos los países del continente moreno e indígena, se debe buscar en el repudio generalizado de sus habitantes frente a la clase política corrupta, que amparado en la democracia y en elecciones libres o en golpes militares, se han apoderado del poder para dilapidar los recursos a sus antojos. Ellos salen ricos de sus posiciones y disfrutando de las riquezas mal habidas sin temer castigos ejemplares, por haberse robado lo que pertenecía al patrimonio común de cada Nación.

La clase política, como gobernante, ha sido un desastre total en todos los países de América Latina, incluyendo a los que se venden como apóstoles de la democracia o como los mejores ciudadanos de sus países. Ellos siembran esperanzas en su caminar hacia el poder para dejar engañados a millones de seres, que una y otra vez, son engatusados por quienes se ofrecen, en cada elecciones, como los salvadores y renovadores de las estructuras para disfrute del bien común. Pero sus objetivos están muy definidos, que es apoderarse de los recursos de cada Nación para su enriquecimiento y darle las espaldas hasta a los principios que exhibieron una buena parte de sus vidas como paladines de la libertad, de la democracia o de servicio a la comunidad.

La decisión de los nativos de este continente, de entregarle su confianza a sus dirigentes de izquierda, que incluso algunos de ellos ya fueron gobiernos y no lo hicieron nada bien, pero al menos la ciudadanía cree que han enmendado sus errores ofertando una cara diferente a los políticos tradicionales que ya se sabe que sólo van a robar al poder. De ahí esa modalidad de teñir de rojo al continente bajo nuevas premisas de un desarrollo en libertad, pero con más equidad en hacer llegar a cada sector poblacional los beneficios que se derivan de una honesta administración de los recursos que se captan por cobro de impuestos. Ya muchos países, con la experiencia socialista reciente, se han dado cuenta que sus problemas se han ido resolviendo, y esos presidentes, una vez radicales ofrecen al mundo una sociedad más justa y estable, menos frustrante en la división de clases y con un impulso para crecer que favorece a las naciones bajo el manto rojo.

Además, la inclinación hacia la izquierda, se debe a que ya el ciudadano se preocupa de cómo se invierte el dinero que le extrae el fisco de cada país y que no debe dilapidarse, sino que debe ser invertido correctamente. De ahí que esa nueva línea de acción del ciudadano latinoamericano es una buena señal para el partido del gobierno dominicano, que ha sido muy despilfarrador en los últimos meses, con una saturante propaganda que busca hacer creer que ya estamos en el paraíso.

Cada día se ven actos de dudosa transparencia por parte de los funcionarios oficiales, lo cual podría darle un susto al PLD para cuando se celebren las elecciones presidenciales de mayo del 2008. Deberían cambiar de rumbo, frenando el carro del despilfarro, de hacerse creíbles a la población, ya que hablan muchas mentiras y cambian de rumbo a cada momento, haciéndose los locos de que nunca han hecho tal o cual promesa. Entre ellos exhiben un fiero pero callado enfrentamiento fruto de la codicia para disfrutar del poder.

El caudal de gastos del gobierno peledeísta, pese a que ahora existe una ley de austeridad, es algo de asombro y afecta el funcionamiento de todos los servicios públicos. Ahora el dinero no alcanza para proporcionar el mantenimiento a todas las estructuras que deben dar un servicio adecuado a la ciudadanía. De ahí que los contribuyentes se sienten engañados. Ya no aceptan que les vendan esperanzas y comienzan a exigir, por los medios democráticos, que realmente se administre el patrimonio del Estado en una forma honesta y eficiente. Los gobernantes no debieron arriesgarse en aventuras que como el Metro, que si bien es necesario, amenaza con tambalear las bases económicas de la Nación. Hay una urgencia de querer finalizarlo antes de mayo del 2008, para tener a mano una joya que vuelque de nuevo a los votantes, con votos morados en las urnas.

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