Los libros peligrosos

Los libros peligrosos

No hay duda de que ciertos libros han influido de manera decisiva en la sociedad moderna. Debemos comenzar por los libros de caballería, que enloquecieron a Don Quijote y parieron la obra cumbre de Cervantes. Amadis de Gaula y Palmerin de Inglaterra, desde luego, influyeron menos que el caballero manchego y Sancho, su escudero. Hace unos días oí decir a un estudiante que Teresa Panza, la mujer de Sancho Panza, debió ser mucho más sanchopancesca que su marido, porque las mujeres siempre consiguen superar a los hombres en practicismo y en ajuste con la realidad circundante. Desde hace cuatro siglos, idealismo y pragmatismo están conectados con Don Quijote y Sancho Panza.
Pero la lección grande de ese libro es que en el interior de todos los hombres habitan, simultáneamente, un Sancho y un Quijote. Cervantes nos deja creer que Sancho se quijotiza y el Quijote se sanchifica. Son dos fuerzas humanas en lucha, ante los retos que nos plantea la vida. El bien y el mal también se manifiestan al hombre en parejas contrapuestas o “entremezcladas”. Se dice que Dios es rutinario: hace el día y la noche, el verano y el invierno; y repite, una y otra vez las maravillas de las estaciones. El demonio, en cambio, nos ofrece novedades inesperadas: la tentación de la mujer de tres tetas.
La cabaña del Tío Tom, de la señora Beecher Stowe, fue un libro que ayudó a crear el sentimiento, la necesidad, de abolir la esclavitud. “El Príncipe”, de Maquiavelo, es un conjunto de reflexiones con las cuales este patriota florentino inicia la ciencia política moderna. A su autor le sirvió para pedir empleo a Lorenzo de Médici, ejemplo que han seguido muchos escritores políticos hasta el día de hoy. Los comentarios de Napoleón y de Federico de Prusia, no le dan por los tobillos al ilustre toscano.
Los libros de la época de la ilustración incubaron la Revolución Francesa. Juan Jacobo Rousseau, Diderot y Voltaire, se las arreglaron para introducir un cepillo de botella en las cabezas de los hombres de su tiempo; un verdadero lavado de cerebro, cuyos efectos no han dejado de sentirse. Algunos políticos piensan que todos los libros son peligrosos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas