Los líderes de cartón -4

Los líderes de cartón -4

El hombre de Estado es casi siempre lo contrario del hombre de pensamiento. Mientras el hombre de pensamiento -el intelectual típico- interpone entre el pensamiento y la acción innumerables cavilaciones, el hombre de Estado se dispara a actuar. Este fue el caso de César, de Mirabeau, de Napoleón. Se decía de Napoleón que pensaba con actos. Y con esto tocamos una característica fundamental de todo líder político: la decisión irrevocable de actuar; la negativa a mantenerse en la pura contemplación de los problemas.

Los pueblos tienen un olfato prodigioso para descubrir esas cualidades en algunos hombres a quienes la naturaleza inclina a convertirlos en líderes. Los publicistas y propagandistas, así como los expertos en relaciones públicas, pueden magnificar estas condiciones, cualidades o virtudes del líder político; pero no pueden inventarlas. Están obligados a trabajar sobre la base de la realidad misma que es la calidad del líder político. Aun en esta época de grandes aglomeraciones en las ciudades, de predominio de los medios audiovisuales de comunicación, es imposible falsificar o inventar las cualidades de los líderes políticos. Cuando esto se intenta, la percepción de los pueblos pronto descubre la impostura. Los “líderes de cartón-piedra”, o dirigentes de material plástico, fabricados por la propaganda, se hacen añicos en poco tiempo, para desgracia de ellos y de las sociedades donde actúan.

El “poder de comunicación” de un verdadero líder siempre es una gran fuerza. Y esa fuerza puede aprovecharse para beneficio de un líder en campaña proselitista si se usa de ella con habilidad y sin exceso. Muchos de los líderes de la historia humana han sido elocuentes oradores o distinguidos escritores. En ocasiones son convincentes expositores. Algunos líderes que no son diestros en el manejo de la palabra escrita o hablada, pueden, con frases simples y directas, acompañadas de gestos y expresiones faciales, convencernos de que sus actos y puntos de vista son adecuados, correctos, atendibles.

Esto sucede así porque en la comunicación hay siempre dos términos: el emisor y el receptor; y un hombre capaz, decidido y valiente, con poder organizativo, transmite esas cualidades de su persona, aun siendo un orador pobre o un expositor sin brillo. Son virtudes clásicas de los líderes políticos. (Empollar huevos históricos; 2001).

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