Los límites de la libertad

Los límites de la libertad

En los últimos años ha ocurrido cierta degradación progresiva y preocupante en la manera en que muchos de los mejores periodistas ejercen el oficio. Por ejemplo, un líder en audiencia en la radio frecuentemente insulta a entrevistados y colegas calificándolos de “coprófagos” –empleando el sinónimo más vulgar- y estos reaccionan con risas, celebrándole la ocurrencia.

El buen o mal gusto del público es un asunto peliagudo y difícil de tratar puesto que es un hecho que el morbo vende. Individualmente cada lector u oyente se precia de decente pero cuando su identidad se disuelve entre la masa las más bajas pasiones afloran, como si la multitud pudiera disolver su deletéreo efecto. A veces la opinión pública se torna una turba (en acepción tanto gala como latina). 

Este ambiente es empeorado por la propensión de ciertos políticos a la hipérbole. Por ejemplo, recientemente una de las principales dirigentes del PRD dijo en mi programa de televisión “La Silla Roja” que “el 90 por ciento de lo que dice el Presidente Fernández es mentira”. Y lo reiteró como si fuese un hecho demostrable y no una equivocada opinión. Otras veces ocurre que las rebatiñas entre políticos se prestan para que sus querellas personales se disfracen de denuncias o reportajes de dudosa base. En el caso de las eternas quisquillas entre los reformistas, el ejemplo más notorio es el del ingeniero Héctor Rodríguez Pimentel, director del IAD, denunciado como supuesto “corrupto patológico” pese a que nunca ha sido sometido a la justicia, mientras su Némesis carga a cuestas diversos sometimientos, condenas y escándalos.

Un caso interesante es la defensa que Rodríguez Pimentel realiza ante los programas de la periodista Alicia Ortega y el productor Fernando Hasbún, de Antena Latina, quienes según el funcionario lo presentan “sistemáticamente como un delincuente”.

Rodríguez Pimentel, quien hace décadas era reportero del mismo canal 7, expresa: “Nadie puede obligarme a contemplar pasivamente cómo un medio de comunicación se ceba sistemáticamente en mi contra presentándome como un delincuente sin aportar la más mínima prueba, y sin tomar en cuenta que soy cabeza de una familia que se ve constantemente afectada en su moral”.

Tras el impulso reflejo en defensa radical de la libertad de expresión, la verdad es que el argumento de Rodríguez Pimentel mueve a una reflexión sobre el papel de la prensa.

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