Se presume que hay buena lógica en eso de que los machos son de Marte, el planeta del dios de la guerra. Y las mujeres, de Venus, en donde se dice que hay siete lunas para el amor. Pero hay ciertos tipos de varones que de una manera o de otra, han abdicado de sus roles, o nunca han asumido la personalidad del macho o del varón, y otros, sencillamente nunca la adquirieron.
Adler, estudioso del afán de seguridad y de poder, llamó protesta viril a la forma en la cual muchas mujeres desarrollaban rasgos masculinos como mecanismos de defensa ante el avasallamiento del varón y los abusos del macho, en sociedades donde las mujeres son sistemáticamente postergadas por la acción de mecanismos culturales y de poder físico, político, económico o legal.
Ciertamente, el varón desarrolló su prototipo en torno a la guerra, y muchos de sus rasgos marciales o marcianos, se mantienen gracias a que el mundo no cesa de ser belicoso, y en él la ley del más fuerte es la que impera.
Por cierto, que muchos de los logros de la democracia y la sociedad globalizada y occidentalizada han sido ganados en frentes de guerra y en barricadas, en circunstancias en las que muchas mujeres se alegraron de no ser varones.
Pero así como hay protesta viril, también hay evasión de rol del varón, que consiste en identificarse con el papel femenino. Esto es, con el de Venus. Lo cual es hoy día no tan sólo de los gay, sino que es el de muchos varones que evaden el enfrentamiento a las rudezas de la vida y que se escapan de la lucha viril escondiéndose en el poder económico y político, para cogerlo más suave, aunque para llegar a ello tengan que mentir, robar y traicionar. Una conducta similar a las artes amatorias y de seducción de cualquier hetaira de Venus.
Resulta, pues, chocante que a la hora de enfrentar el machismo se acuse a la cultura como responsable; y cuando se trata de los gays, se señale a la naturaleza. Lo cual, no sólo es incorrecto e injusto, sino que se está evadiendo la causa común de ambos fenómenos o problemas, y la correcta definición de la situación y punto de partida para solucionarlos. Hombres y mujeres, afeminados y gays, tienen la misma patria cósmica. Las diferencias de varón y hembra, además de a la cultura, obedecen a características físico-biológicas que coadyuvan ciertos desarrollos y roles, pero no son determinantes. Las mayores diferencias entre machos y gays son fundamentalmente culturales, aunque debidas también a rasgos psicológicos desarrollados a partir de situaciones sociales y contextos culturales. Poco o nada de que acusar a la naturaleza. Machos ni afeminados son así por naturaleza.