Los mall: nuevos hitos urbanos

Los mall: nuevos hitos urbanos

En la capital surge una nueva estructura financiada por el capital privado que se podría confundir con los espacios públicos que tanto faltan: son los mall algo más que comercios, algo más que diversión, algo más que espacio privado. A la diferencia de las ciudades norteamericanas,  los nuevos mall dominicanos son céntricos, pegados de una avenida, son gigantescas construcciones antiestéticas que apabullan y aplastan y ni los sociólogos ni los arquitectos opinan. De manera sorprendente, en medio de la “crisis financiera mundial” surgen, no uno, sino varios mall, provocando interrogantes sobre el origen de tales fondos.

Estamos ante una operación compleja de triple inversión: inversión en el orden urbano: el suelo como mercancía fue ‘fabricado’ por el Metro y  por la avenida, se revalorizan con las inversiones públicas permanentemente y  el mall es una excrecencia del capital inmobiliario y especulativo.

Las agencias  inmobiliarias se sirven de estos equipamientos para dinamizar y revalorizar barrios y lugares (plusvalías de innovación y localización),  inversión del orden urbano, porque niega la ciudad como totalidad significante, la reproduce a su antojo y la reconstruye a su escala.

 La inversión de la cultura es porque ofrece sus decorados descontextualizados con la intención de garantizar una experiencia urbana única, agradable y segura. Si en la perspectiva urbanística o territorial el centro lúdico cerrado se presenta como un modelo de anticipación al consumo  también asume una función similar en lo relativo a la socialidad, pues permite o estimula la aparición de un universo limitado de relaciones y ejerce una orientación sutil en lo relativo a la transmisión de determinados valores y modelos de conducta.

Llenos de tiendas y escaparates, iluminación permanente y aire acondicionado,  cafés y restaurantes, sus servicios lúdicos, su música ambiental de ritmos estudiados, el mall deviene así espacio y tiempo, lugar y ocasión, para el encuentro social, en un lugar cerrado y vigilado. Se va de pasadía, todos se entretienen, todos hacen de todo.  Por eso, es difícil afirmar con seguridad que estos entornos construidos sean espacios públicos  porque ponen límites al juego social. Su orden es circular: todo empieza y acaba en sí mismo. 

El mall  se parece a un crucero, no hay intercambio pleno, ni estimulación social y cultural. Si el espacio público comunica e informa, el mall deforma porque socializa exclusivamente en el consumo y el individualismo.

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