Desde el punto de vista teológico todos nosotros erramos al blanco, fallamos, somos propensos a practicar la maldad; sin embargo, esto no justifica el desorden y el nivel de corrupción que existe en nuestro bello país, República Dominicana. Nuestro país es hermoso pero hemos permitido y apoyado de forma directa e indirecta que los malos gobiernen y modelen sus acciones arrabaleras; cuando esto sucede lo bello es opacado por lo precario, por lo indecente y por las acciones amorales.
Demócrito, filósofo griego expresó que todo está perdido cuando los malos sirven de modelo y los buenos de burla; y precisamente es lo que está sucediendo en nuestro país, sentimos que todo está perdido, se nos hace difícil pensar que podemos crear una transformación real y medible, cuando decimos real implica que no esté sustentada en emociones y en promesas electorales; y cuando nos referimos a una transformación medible, estamos hablando que se pueda palpar y observar de forma fácil y natural en los puntos cardinales de la gente, nos referimos a una buena educación, acceso a agua potable, seguridad ciudadana, un sistema de salud que funcione de forma consistente, confiable y accesible para la población. Realmente nada de esto pasará hasta que los “malos” gobernantes y administradores del Estado dominicano dejen de ser reyes intocables y dueños de las franquicias que manejan los recursos de la mayoría.
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Los malos gobiernan cuando no existe una definición clara del Estado, cuando los gobernados ceden sus derechos de ciudadanos y lo depositan en las manos de aquellos que solo buscan llenar su ego y satisfacer sus ambiciones sin fondos y sin límites, los malos gobiernan cuando pensamos que Dios a destinado a la República Dominicana a un sufrimiento social-eterno y que no podemos hacer nada para frenar esta maldición que opera como garrapatas en los perros callejeros, los malos funcionan cuando simplificamos nuestra responsabilidad integral a oraciones y ayunos que solo sirven para subsanar nuestra irresponsabilidad social e integral, los malos gobiernan cuando damos una importancia excesiva a los candidatos y gastamos los 365 días del año hablando de los políticos que solo han generado más pobreza, los malos gobiernan cuando nos comparamos con los países más pobres y no somos capaces de hacernos la simple pregunta: ¿Porqué no somos como Barbados, como Curaçao, como Singapur, como Canadá, como los países donde las necesidades básicas funcionan? Hasta que no dejemos de chuparnos el dedo pulgar las garrapatas seguirán chupándonos el néctar que produce esperanza, equidad y libertad.
Estando en Michigan, dos personas me expresaron que nunca volverán a vivir en su país, en República Dominicana, me dijeron que el caos y la inseguridad no la asimilan, que pena y que dolor ver a los dominicanos salir de su entorno y de su patria debido a la presencia de unos cuantos malos administrando el patrimonio del pueblo dominicano. Uno de ellos me preguntó que cómo podemos crear un cambio en nuestro país, le respondí que los países no crecen ni son transformados poniendo frases repetitivas y videos de Juan Bosch, de Joaquín Balaguer, de José Francisco Peña Gómez, de Francisco Alberto Caamaño; tampoco seremos transformados con líderes políticos insertados en el congreso dominicano a base de dinero y acuerdos que solo enriquecen a unos cuantos y desamparan a la mayoría. Esa es la real razón por la cual esos dominicanos no quieren volver a vivir en su tierra que lo vio nacer y crecer.
En la antigüedad clásica Platón se hacía la pregunta de quiénes deben gobernar; hoy debemos hacernos otro tipo de pregunta, ¿Qué haremos con los que gobiernan mal? La respuesta está en nosotros, en el pueblo. Una cosa ya sabemos, no está en los políticos tradicionales y cobardes, está en la mayoría organizada y ejerciendo la potestad ciudadana.