Década de 1950: por una de esas cosas que uno no sabe cómo comenzaron, situaciones y sucedidos que carecen de explicación y de memoria, sentados en el parque central de Barahona Milcíades Tejada (Chimuelo) y yo, discutíamos los manejos de la democracia parlamentaria de Italia. Era un modo de escape ante la férrea tiranía de Trujillo.
Por el diario El Caribe leíamos sobre partidos de oposición, que mantenían posiciones diferentes, que cambiaban conforme al barómetro político y como respuesta a propuestas novedosas o reiteradas.
Esas conversaciones eran sostenidas dentro de la más estricta confidencialidad: para entonces, ninguno de nosotros había cumplido los 15 años.
Aprovechábamos la quietud de la media tarde, cuando aún el pueblo no había recuperado su habitual ritmo de vida, interrumpido por el almuerzo.
Lo que no logro recordar, y Milcíades murió hace varias décadas, es cómo comenzaron esas conversaciones, de quién fue la iniciativa, cómo confiamos uno en el otro. Era el tiempo en el cual la gente estaba convencida de que, si escuchaba una emisora extranjera, el régimen trujillista tenía vehículos con capacidad para detectar tal situación. Así de ingenuos y aterrorizados estábamos.
Los debates parlamentarios nos enseñaron mucho: que el pueblo tenía derecho a representantes que defendían distintas ideas políticas, que un parlamentario tenía voz y voto, que se creaban bloques permanentes y se hacían acuerdos coyunturales para la toma de una u otra decisión.
Era el tiempo del comunismo-anticomunismo y los parlamentos italiano y francés, tenían importantes representaciones del Partido Comunista, lo cual hacía más educativo seguir los debates que, diariamente, tuvimos como escuela de democracia venida desde Europa a la plácida media tarde de Barahona. Ello, porque aprendimos a leer lo que no se escribía, pero estaba contenido en el artículo, en la noticia.
Después, el tiempo, los estudios universitarios y las distancias nos alejaron, pero también consolidaron la amistad y las creencias, los principios y la práctica democrática.
La composición del Congreso actual, heterogénea, variopinta, ofrece la oportunidad de actuar en favor del beneficio de la mayoría del pueblo, de bloquear proyectos e iniciativas de leyes y que sea preciso negociar con legisladores que cambien de posición y den la espalda a las directrices de sus partidos por aceptar la ración del boa.
Habrá que hilar muy fino cuando se presenten proyectos de leyes sobre préstamos extranjeros, sobre la construcción de grandes e importantes obras públicas, la asignación de fondos para obras de bajo costo cuya ejecución quiera ser adjudicada a una persona o empresa constructora.
Debemos seguir, con interés y cuidado, las sesiones de las Cámaras Legislativas para conocer cuáles legisladores y partidos actúan para sí y cuáles actúan para beneficio de la comunidad. Nada más, por ahora.