Más de un millar de páginas manuscritas del polémico escritor francés Louis-Ferdinand Céline han reaparecido tras haber sido robadas en casa del literato en 1944, cuando este se dio a la fuga por haber sido cercano a los oficiales nazis del París ocupado, revela este jueves el periódico Le Monde.
Esos manuscritos formaban parte de la leyenda negra del autor, que había gritado a los cuatro vientos el robo de sus creaciones, entre ellas 600 páginas de la novela «Casse-pipe», una novela desconocida llamada «Londres», 1.000 páginas de «Muerte a crédito» (1936) y otra serie de documentos.
De acuerdo con Le Monde, una parte irá a los fondos de la Biblioteca Nacional, que ya ha reconocido la autoría de los textos, escritos a mano por Céline y ordenados con pinzas de madera, como él solía hacer.
Los textos inéditos serán probablemente publicados por Gallimard, editora del resto de la obra.
Detrás de esta reaparición se encuentra el crítico de teatro Jean-Pierre Thibaudat, que trabajó en el periódico Libération hasta 2006 y que a la muerte en 2019 de la viuda de Céline, la bailarina Lucette Destouches, sacó a la luz los papeles que le habían sido entregados.
«Hace muchos años, un lector de Libération me llamó diciendo que quería darme unos documentos. El día del encuentro apareció con enormes bolsas que contenían hojas manuscritas, de Louis-Ferdinand Céline«, cuenta ahora en el vespertino francés.
Según Thibaudat, el misterioso lector, que no ha querido identificar, puso como condición que no revelara la existencia de los papeles hasta la muerte de Destouches.
«Siendo de izquierdas, no quería enriquecer a la viuda del escritor», explica.
La entrega tuvo lugar antes de su salida de Libération, hace por tanto más de quince años.
A través de un abogado, Thibaudat avisó a los depositarios actuales de la obra de Céline, el biógrafo de referencia del escritor, François Gibault, de 89 años, y a Véronique Chovin, de 69, amiga de la viuda.
Tras un encuentro entre las partes en 2020, los herederos decidieron denunciar a Thibaudat, que aunque no reclamaba dinero por los documentos, que podrían alcanzar cifras millonarias, trató de imponer condiciones sobre los mismos.
«¿Por qué podría disponer a su antojo de unos manuscritos que fueron robados durante la Liberación?», señala en Le Monde el abogado de los herederos, Jérémie Assous.
UN MISTERIO SIN RESOLVER
Pero al ser convocado por la Oficina de Lucha contra el Tráfico de Bienes Culturales (OCBC), el crítico apareció con todos los originales, que además se había dedicado a transcribir de nuevo durante años.
Tras ser autentificados, los documentos fueron entregados a Chovin y Gibault, que contemplan dar como dación el manuscrito de «Muerte a crédito» a la Biblioteca Nacional Francesa, lo que les permitiría cubrir los gastos de sucesión vinculados a este descubrimiento.
Allí se encuentra desde 2001 el original de «Viaje al fin de la noche», que había sido subastado por 1,8 millones de euros (unos 2,1 millones de dólares al cambio actual).
El resto de manuscritos inéditos serán probablemente publicados por Gallimard, que podría renovar también la edición del autor dentro de la célebre colección de La Pléiade.
Durante años, Céline, que recibió la amnistía en 1951 y pudo volver a instalarse en Francia tras varios años exiliado en Dinamarca, había denunciado ante sus amigos los robos sufridos, pero las búsquedas infructuosas de investigadores y amantes de su obra habían convertido el hurto en una leyenda.
El escritor estaba convencido -y así lo creen también otros especialistas- que fue el corso Oscar Rosembly, resistente de origen judío, quien se dirigió al domicilio de Céline tras la Liberación y se llevó los manuscritos.
Pese a su papel en la Resistencia, Rosembly fue juzgado en septiembre de 1944 por «actuaciones deshonestas» (se le acusaba de haber participado en otros robos) y pasó un tiempo en prisión, antes de instalarse en Estados Unidos.
Murió en 1990 y su hija, Marie-Luce Rosembly, quien estuvo en contacto por teléfono con otros especialistas que sospechaban lo que había ocurrido, falleció el pasado noviembre.
Una historia rocambolesca a la altura de la tenebrosa historia de Céline, autor de panfletos antisemitas que defendió incluso a su regreso a Francia.
Murió en 1961 en la periferia de París, en Meudon, donde seguía recibiendo la visita de amigos célebres y escritores emergentes de la generación Beat.