Los Marx, la TV y lo que podríamos hacer

Los Marx, la TV y lo que podríamos hacer

Groucho Marx, uno de los más célebres cómicos norteamericanos, y el que más importancia tenía en el grupo de tres hermanos (Groucho, Chico y Harpo) que desternillaron de risa al mundo entero cuando éste todavía podía reír de cosas simples e inocentes, decía –Groucho– que estaba convencido de que la televisión es un formidable instrumento educativo porque cada vez que encendían el aparato él se iba a leer en otra habitación.

Desde hace algún tiempo, las programaciones de televisión acrecientan la violencia extrema, entronizan la fealdad, enferman la sensibilidad y la compasión humana al mostrar –innecesariamente para el argumento– todo tipo de detalles acerca de cómo causar dolores espantosos a enemigos desarmados e inmovilizados. Poco a poco se lacera la compasión para dar lugar a la indiferencia ante el sufrimiento del prójimo.

Me dirán que se trata de actuaciones, que nada de lo que vemos es cierto. Pero acontece que el no inmutarse ante la crueldad gana terreno, se expande a lo real. Produce indiferencia ante el dolor que presenciamos. El humano, como las distintas y multidimensionadas especies de la Creación, puede acostumbrarse –familiarizarse– prácticamente con todo. Creo que esto es resultado subsidiario de su infinita capacidad de adaptación a climas y capacidades alimentarias propiciadoras de una infinidad de formas de subsistencia.

La Creación es movimiento constante. Lo he dicho muchas veces. Y ese movimiento constante puede llevar a que se tomen caminos malos como si fueran buenos, y lo opuesto, de acuerdo a la calidad y manejo de las recepciones sensoriales, especialmente en el humano.

Ni la injusticia ni la crueldad, ni la indiferencia ni la apatía egocéntrica son cosa nueva. Nacieron con las especies. Entre los humanos, ni siquiera la considerada buena intención de las religiones salvó a sus “fieles” del ejercicio de las crueldades más atroces contra quienes disentían de ellos.

Pero ¿estamos condenados a la malignidad?

No. Estamos “condenados” a elegir… a lidiar con las posibilidades de triunfos y fracasos, resbalando en el agua jabonosa del libre albedrío.

Hace pocos días me encontré en la pantalla chica con un programa de cuando era joven: Bonanza, al que antes no presté mucha atención, y me detuve a verlo. Resulta refrescante la cantidad de ejemplos de nobleza, decencia, compasión, interés por el prójimo que muestra… ¿Es que está pasado de moda el reflejar ese tipo de valores?

Lo cierto es que lo malo atrapa con mayor facilidad que lo bueno, así como lo que asciende, lo que sube, cuesta más trabajo que lo que baja.

Creo que debemos pensar en lo que elegimos para alimentar nuestra mente, nuestro espíritu… Y dosificar, que no es dejar de ver programas de “acción”.

Si los ejemplos a que nos acostumbramos nos insensibilizan, y como decía Séneca “La perversidad no siempre se detiene en el límite que se le manda”, no podemos seguir ese camino.

Todo es cuestión de balance, de equilibrio… De pensar en qué tipo de sociedad queremos vivir.

Y actuar en consecuencia.

 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas