Los mata padre

Los mata padre

POR MARIVELL CONTRERAS
Este año hemos conmemorado por todo lo alto los 40 años de la Revolución de Abril. Hace 40 años que el pueblo dominicano se convirtió junto a sus héroes en un pueblo guerrero dispuesto a morir por honor. Cualquiera pensaría que con la conclusión de la guerra volvió la paz, pero eso sería como aceptar como un axioma aquello de que «muerto el perro se acabó la rabia» sin pensar en los que a pesar de las mordidas sobrevivieron.

Se acabaron los tiros a cielo abierto, pero siguieron las persecuciones, los apresamientos y los deseos de desaparecer a todo aquel que pudiera echar a volar las mariposas.

Aunque no había nacido para entonces y crecía ignorándolo. Muy pronto me di cuenta de que los monteplatenses éramos llamados despectivamente «los mata padre». Bastaba con que cualquier persona preguntará –antes era así- qué serie tu eres –para saber de dónde vienes- y al escuchar «serie 8» venía inmediatamente «ah, tú eres de los mata padre».

Fue como consecuencia de la Guerra de Abril y del inmisericorde afán de acabar con todos los comunistas que promovía el Imperio Yanqui de entonces –como la lucha contra el terrorismo hoy- que un grupo de 37 jóvenes estudiantes y simpatizantes de la revolución fueron apresados y conducidos a la cárcel en Santo Domingo.

En esos días en que los curas se sentían responsables por la integridad física y emocional de los que estaban bajo su manto eclesial, el padre Arturo, joven e impetuoso canadiense miembro de los Scarboro se sintió en el deber de buscar y devolver a los hijos e hijas de sus fieles creyentes a sus casas.

El reverendo padre Arturo Mackinnon había llegado pocos meses antes a Monte Plata procedente de San José de Ocoa y sin embargo inmediatamente se identificó con esta comunidad pobre y abandonada a la que no sólo se le ofrecía la palabra de Dios, sino que se afanaba en busca del pan con ayudas internacionales y llamados de piedad a los pocos pudientes de la localidad.

Tras cumplir con lo que su corazón le mandaba realizó más de un viaje al Palacio de la Policía, fue a hablar con Wessin a San Isidro y poco a poco fue recibiendo a los muchachos que él aseguraba sin temor a la furia de Dios que no eran ningunos «comunistas».

La última camada de muchachos fue dejada en libertad el domingo 20 de junio. El regresó a dar sus misas y a repartir su bondad y su claridad a la feligresía.

Al padre le dijeron que lo iban a matar, pero él no lo creyó o lo consideró parte de su destino. El martes 22 de junio a las 6:30 de la tarde unos militares vestidos de civil lo sacaron de la casa curial con un argumento falso.

Poco antes de las 7 se escucharon unos disparos a lo lejos, por La Ceja. Todo fue muy confuso, lo único claro es que mataron al cura. Y que ahí mismo murieron sus verdugos el teniente Martínez y el raso Restituyo.

No hubo que acusar a más nadie, parece que la muerte del cura no fue por orden superior y que a falta de otros culpables los monteplatenses estamos condenados a ser por siempre «los mata padre».

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