Los mercaderes de la calumnia

Los mercaderes de la calumnia

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Los dominicanos, al igual que cualquier otro ser humano del planeta, siente una especial predilección por oír diatribas, calumnias y a veces verdades de los demás, y disfruta con pasión tales chismes, llevando en ocasiones a que ocurran tragedias lamentables cuando alguna personalidad decide limpiar su honra por vías de hecho.

Los que nos criamos bajo la férrea dictadura de Trujillo, y desarrollamos nuestras primeras acciones en la pubertad y en la adultez en esa era, nos acostumbramos a que cada mañana, en el periódico oficial de la época en ese entonces, El Caribe, publicaba tremendas acusaciones e informaciones calumniosas que afectaban la honra de mucha gente, que si bien en algunos casos eran verdades, se ampliaban esos datos con chismes de otro tipo, que afectaban el pudor de la persona. El Foro Público se convirtió en una institución en la década del 50, que muchas familias se vieron afectadas si se consideraba que no eran leales a Trujillo.

Mediante el Foro Público, diariamente el país se enteraba de los funcionarios, jueces o legisladores y hasta empresarios que habían cometido alguna falta y Trujillo decidía sacarlo de su gracia, aún cuando luego a muchos de ellos los rehabilitaba después que se humillaban y pedían o daban galas de su lealtad al dictador y su buena obra de gobierno.

Desaparecida la dictadura, esa pasión por la calumnia no se borró, por el contrario, adquirió nuevas vertientes, que en primer lugar los medios de aquella época, desbocados en su senda de libertad, a veces caían de incautos y afectaban la credibilidad de gente honrada, que algunos, en bandos opuestos, le caía mal por su honradez o verticalidad en sus acciones.

Sin embargo, muchos medios escritos de comunicación fueron valladares para evitar que se afectaran las honras que muchos profesionales desaprensivos, en particular del derecho, recurrían a defender sus clientes, atacando públicamente la honra de quienes llevaban acusaciones de malversaciones de recursos públicos o privados, o en otros casos afectaba aspectos íntimos de personas envueltas en conflictos pasionales.

Ese valladar de los medios de comunicación serios, que a veces se desviaban cuando los dueños deseaban afectar la honra de otras personas, fue superado cuando ocurrió una avalancha de canales de televisión y emisoras de radio, que para llenar el espacio y atraer oyentes, era necesario sazonar cada emisión con ataques a la moral de funcionarios o empresarios.

Fueron muchos los elementos, pertenecientes a grupos de presión, que defendían acciones de sus protegidos, que no resistían un juicio imparcial, y entonces, acudían a los medios de opinión para atacarlos e intimidar a los jueces que llevaban las acusaciones en contra de prevaricadores, para hacerle disminuir su firme convicción de culpabilidad en una causa justa. Se buscaba, como ha sido la costumbre, la componenda de aposento, bajo el alegato que no se debía llegar más lejos para evitar esas campañas de veneno que afectaban hasta la estabilidad de muchos, que creyendo defender los derechos soberanos del pueblo y preparaban sus acusaciones con datos y hechos verdaderos, se les amenazaba y amedrentaba para que desistieran de sus posiciones.

En pleno siglo XXI, hemos vuelto a los años de la década del 50 del siglo pasado, cuando en el Foro Público se ventilaban acusaciones que luego llevaban la deshonra moral de muchos ciudadanos probos que nunca se podrían elevarse por encima del lodo con que se había ensuciado su nombre.

En este siglo, mediante el uso indiscriminado de la libertad de expresión en los medios de opinión, se crean imágenes mediáticas muy repudiables cuando en esos famosos programas interactivos con los oyentes, se permite que lancen todo tipo de acusaciones, que son bien sazonadas por quienes obedecen intereses que nunca son los mejores para el país.

Abogados y economistas de renombre acuden a los medios de comunicación cuando quieren atacar a alguien que afecta a los intereses que ellos representan; ellos, muchas veces dieron muestras de incapacidad cuando se vieron favorecidos en posiciones similares a la persona que atacan y no supieron compaginar sus sapiencias teóricas con la realidad del día a día de hacer un buen gobierno. Afortunadamente, cuando la opinión pública sensata constata que un funcionario nombrado o electo, lleva a cabo su labor con integridad y responsabilidad, sabe reconocerlo y no les presta atención a los pataleos del rencor de quienes son estorbos para el crecimiento armónico de la Patria ya que obedecen a quienes desean buscar el poder por medios oscuros apoyados en atacar honras personales.

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