Sus chifles y su tridente, la ardiente y temible vaharada de azufre de sus círculos infernales, descritos magistralmente por Dante Alighieri en su libro sobre el infierno; la leyenda de pavor del ángel bello caído del cielo por rebeldía, y todo ese terrorífico escenario que la diablología religiosa exhibe como intimidación divina, no han impedido que el Diablo sea, en el arsenal del habla del dominicano, un recurso expresivo de alta frecuencia.
Incluso, la recurrencia de su uso es tan propia del habla popular dominicana, que el Diablo deviene un pobre tipo, un León de alfombra, una materia prima que puede servir para mil usos en el habla, sin que aterre a nadie, sin que nadie se percate de que transgrede una poderosa herramienta que, desde la Edad Media, ha servido para cohesionar lo que en algún momento las ciencias sociales llamaron dominación extraeconómica.
De los mil usos del Diablo en el habla del dominicano detallaré algunos empleados como recursos lingüísticos comúnmente por casi todos los hablantes del país, destacando la familiaridad con la que el enemigo malo vive entre nosotros, y se presta con ductilidad a la proteica tarea de servir para la expresión de diversos estados de ánimo y situaciones que la vida nos tiene por delante.
Como forma de medir: Sabe más que el Diablo, Fuma más que el Diablo, más feo que el Diablo, Más guapo que el Diablo más bueno que el Diablo, Come más que el Diablo, corre como el Diablo, Más viejo que el Diablo, la quiere como el Diablo, etc. En esta función el Diablo es uno de los puntos de comparación, se acude a él como lo máximo posible en cada caso. Ser, por ejemplo, más feo que el Diablo, supone un grado extremo de fealdad. Pero la expresión comparativa mide también cualidades positivas, como cuando se dice: la quiere más que el Diablo.
La figura del Diablo puede ser usada también como expresión de temor. En esta función, pese a que la imagen diabólica es terrorífica, el temor no surge del Diablo mismo, sino de la referencia comparativa. Sólo en expresiones como, por ejemplo, temer como el Diablo a la cruz se evoca la relación antitética del Diablo con la cruz, surgiendo expresiones como Le tiene un miedo a su suegra como el Diablo a la cruz. Este uso es bastante conocido en la zona rural dominicana.
Un uso bastante común es el empleo como tentación o peligro. Entonces se suele decir: Estar tentado por el Diablo, tener el Diablo en el cuerpo, No es lo mismo llamar al Diablo que verlo venir, cuquear al Diablo, estar endiablado, se le metió el Diablo, lo pinchó el Diablo, etc. Fuera de sus funciones de tentador por excelencia (Eva y la manzana pasan por ser una de sus grandes argucias universales), el Diablo sirve para explicar algo que se desencadena con vocación trágica. En el caso de tener el diablo en el cuerpo, se usa también en un sentido sexual.
Como expresión de distancia permite dibujar puntos geográficos imaginarios que se topan con la hipérbole: dónde el Diablo perdió la chancleta, por casa del Diablo, más lejos que el Diablo donde el Diablo echó las tres voces, etc. Estas expresiones son de uso frecuentes en el habla popular del dominicano, y convocan recursos expresivos diversos para significar. El diablo es aquí un referente extremo, máximo, terminal. Nada puede haber más lejano que el lugar donde el Diablo perdió la chancleta, ni más remoto que el sitio donde el Diablo echó las tres voces.
Pese a que esto es apenas un artículo de periódico, es bueno destacar que muchos de estos usos populares en el habla dominicana saltaron de las expresiones provenientes de la Edad Media a la literatura, y que la literatura, a su vez, los tomó del vocabulario popular en la Edad Media. Quienes hayan leído Don Quijote de la Mancha recordarán que en boca de Sancho estas expresiones eran frecuentes. Y era lógica la preponderancia del Diablo en la Edad Media, puesto que la religión operaba como el único elemento de unificación en una sociedad cuya característica esencial era la fragmentación. En el próximo artículo continuaremos viendo otros usos del Diablo en el habla dominicana.