Los mil usos del diablo en el habla dominicana (y 2)

Los mil usos del diablo en el habla dominicana (y 2)

Además de los que ya hemos trabajado en el artículo anterior, de los usos recurrentes del Diablo en el habla dominicana está el que expresa ira o enojo. “Estar como el diablo”, “Más guapo que el Diablo”, “Echar fuego como el Diablo”,  “Más encojonao que el Diablo”, son expresiones corrientes del habla popular, y siempre concurren a expresar estados de ánimo que alcanzan un altísimo nivel de desarrollo.  “Estar como el Diablo” supone agotar todos los grados posibles de la ira, y “estar más guapo que el Diablo” indica que ya no hay ninguna otra posibilidad de mayor enojo.  “Más encojonao que el Diablo” puede tener un sentido extremo de la ira, y también, como hemos visto, “más guapo que el Diablo” se usa como medida de valor personal. En este renglón cabe también su uso para expresar duda o sospecha: “estar más chivo que el Diablo”.

Hay un modo también bastante popular de emplear al Diablo como epíteto.  “El Diablo Mateo (se refiere al merenguero Joseíto Mateo), “Nano el Diablo” (un pandillero de los barrios pobres),  “Un Diablo de hombre”, etc. En estos casos la expresión consagra una destreza reconocida en la rama de que se trate. Cuando se  dice “el Diablo Mateo” se está queriendo decir que el merenguero es un diestro intérprete del ritmo y un artista en posesión de un gran caudal de experiencia (el Diablo sabe más por viejo que por Diablo-dice el refrán). En el caso del pandillero, el epíteto calibra su ferocidad. “Un Diablo de hombre” es un ejemplar a toda prueba, en el que se confía.

Muchas otras expresiones populares dominicanas usan al Diablo en estructuras metafóricas, aprovechando sus potencialidades semánticas en uno de los extremos de la comparación (se sabe que la metáfora es un procedimiento de comparación sin nexos gramaticales). Por ejemplo, ser un “Diablo a caballo” equivale a decir que se conoce, que se tiene dominio, seguridad en el éxito de cualquier empresa. Y es un elogio altamente calificado decir “fulano de tal es un Diablo a caballo”.

Contraria al juramento que invoca a Dios, la expresión dominicana de “!líbreme el Diablo! Es un antijuramento, empinado, para que no se cumpla, sobre una desgracia. Se esgrime en el seno mismo de la  inminencia de  la fatalidad, pero no es la fatalidad en sí, todavía; agotado el recurso de Dios, el Diablo puede evitarla. Una última invocación para que la desventura no se dé.  El Diablo puede ser utilizado, también, como medida de variables climáticas. “Tener un calor del Diablo”, “hace más frío que el Diablo”.  O también para conferirle atributos a los comestibles: “Pica más que el Diablo”, “más caliente que el Diablo”, “más bueno que el Diablo”, etc.

En el júbilo exclamativo el Diablo aparece con frecuencia en el habla dominicana: ¡Diablo!  Puede ser sinónimo de asombro o espanto por algo inesperado o grandioso. Del mismo modo que “anda p’al Diablo”  es como un grito de contrariedad ante lo ocurrido. Para referirnos a algo que está saliendo bien o mal, pero en grado superlativo y que amenaza a una complicación mayor, solemos decir: “Esa es la del Diablo”.  Y si el saludo cotidiano se quiere superar a sí mismo en efusividad y halago decimos: “Qué dice ese Diablazo”.  O podemos asumirlo en el folklore, en la figura del “Diablo cojuelo”, así como en los cuentos y leyendas populares y hasta  en la literatura.

Como se ve, éste es un país mágico  que ha domesticado al “maligno” en su expresión popular, y lo vira al derecho y al revés para acomodarle en el énfasis de su existencia una docilidad que dista mucho de su alcurnia de espanto y terror. Entre nosotros, el Diablo no es más que un “pobre Diablo”, que nos presta su miedo y se vacía de horror, sólo para significar tantas cosas que nos definen como dominicanos.

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