Los mitos históricos

Los mitos históricos

R. A. FONT BERNARD
Uno de nuestros más sobresalientes intelectuales del pasado, el ya fallecido doctor Francisco Moscoso Puello, solía exponer sus reservas en torno a los méritos acreditables a la mayoría de los jóvenes integrantes de la Sociedad Patriótica La Trinitaria. Y consecuente con su opinión, recurrió a una licencia literaria en su Autobiografía titulada «Navarijo», para que fuese su padre –un soldado de la Independencia–, quien subestimase el protagonismo de la mayoría que acompañó al patricio Juan Pablo Duarte en su ideal separatista.

«Mi padre no podía comprender qué clase de méritos tenían esos hombres, aparte de ser buenos. Aquí no se hablaba de esa gente hasta que Emiliano (Tejera), Federico (Henríquez y Carvajal), y José Gabriel (García), se les cogió con eso».

El padre del doctor Moscoso Puello sustentaba su opinión en el Santo Domingo rural del último tercio del siglo 19. Y para esa época, según lo expresado por don Pedro Henríquez Ureña, «aún no había cuajado entre los dominicanos la conciencia de la nacionalidad». El ensayo democrático de don Ulises Francisco Espaillat fue un ave de paso. Y las ideas civilistas del General Gregorio Luperón no lograron permeabilizar los niveles populares de la población. El General Luperón, como fue descrito por el historiador Frank Moya Pons, «era un comerciante más que un burócrata, y se fue a vivir a Puerto Plata para atender sus negocios».

En los decenios finales del siglo 19 la mayoría del pueblo dominicano no tenía un concepto definido de lo que es el Estado, ni de cuáles son sus atributos constitutivos. Esto es, el territorio, la población, y la soberanía. Una ignorancia que persiste aún, pese a la existencia de una minoría privilegiada, que ejerce por la libre una versión modernizada de la picaresca española del siglo 15.

Un anciano al que conocimos –de los capitaleños nacidos y criados en el entorno de la Catedral–, solía referirnos entre sonrisas burlonas la exclamación atribuida al Arzobispo Monseñor Meriño, cuando la Sociedad «Amigos del País» le encomendó la apología de Juan Pablo Duarte, para recibir los despojos mortales de éste al ser repatriados desde Venezuela: «¿Qué puedo yo decir de ese pobre hombre?», habría exclamado el notabilísimo orador sagrado.

Y es harto significativo que, a la fecha, no haya una representación fotográfica confiable, del Padre de la Patria.

Lo precedentemente escrito nos coloca cara a cara con una realidad de nuestro pasado que es aún una evidencia de nuestro presente. Si en los años primigenios de nuestra separación de Haití, el «Señó Narcizaso», el padre del patricio Francisco del Rosario Sánchez, afirmaba que «la República Dominicana podría ser un país, pero jamás una Nación», más de un siglo después de aquella manifestación de excepticismo en torno a la viabilidad de nuestra nacionalidad, hace apenas unos días, a alguien, por cierto un extranjero, se le ocurrió calificarnos como «un Estado fallido».

Esa áspera y dura realidad es la que justifica que para darle un lavado de cara a nuestra Historia, tengamos que inventar héroes y mártires, y conmemorar acontecimientos que no existieron, o están investidos de una dudosa autenticidad. Acontecimientos y nombres de personas que, pasados por un riguroso tamiz investigativo, apenas pasan de ser invenciones y novelerías.

Consciente de nuestros grandes mitos históricos, fue como el doctor Balaguer decidió, mediante la emisión de un decreto, el traslado al Panteón Nacional de los restos mortales de los ex Presidentes de la República, Generales Horacio Vázquez y Ramón Cáceres. Si nos hubiese consultado, hubiese incluido en el mencionado decreto al «guerrillero desconocido», modelado por el escultor Abelardo Rodríguez Urdaneta, como testimonio artístico de la convulsiva etapa de nuestra historia del siglo 20 que culminó con la ocupación del territorio nacional por la Infantería de Marina de los Estados Unidos, el año 1916.

E inclusive, hubiésemos recomendado otro decreto, en favor de don Federico Velázquez y Hernández, a quien históricamente se le atribuye una participación protagónica en la Convención Dominico-Americana del 1907, no obstante que, como consta, la misma no tuvo otro propósito que el de obtener el apoyo del Departamento de Estado, para sus futuras aspiraciones presidenciales.

Refiriéndose al señor Velázquez en las negociaciones celebradas el año 1922, como integrante del grupo de «notables» de nuestro país, el historiador Rufino Martínez consignó en su «Diccionario Biográfico-Histórico» que «el señor Velázquez consiguió para sus adeptos –luego de la liberación del país– empleos y beneficios, y estableció un tributo de cada sueldo, con lo cual se incrementaron los fondos de su Partido político».

El señor Velázquez, uno de los más sobresalientes discípulos del Señor Hostos, desperdició la oportunidad de que dispuso, para justificar su alegado protagonismo histórico. Debió ser una expresión del normalismo hostosiano, para enfrentar como portavoz de las ideas renovadoras del Maestro la barbarie que ensangretó el país entre los años 1900 y 1916. Por lo contrario, se limitó a compartir su protagonismo político con una actividad comercial, la venta de agua procedente del aljibe de su vivienda particular, la llamada «Casa de Piedra», construida con materiales extraídos de las ruinas del hospital colonial San Nicolás.

Al señor Velázquez se le atribuía una honestidad acrisolada. Pero luego de su muerte quedó comprobado que se benefició económicamente con las negociaciones del 1907. Es uno de nuestros grandes mitos históricos.

El señor Velázquez interpretaba el ejercicio de la actividad política conforme lo interpretan en la actualidad muchos de los «diabloscojuelos» del carnaval de nuestra contemporaneidad. O sea, parecer profundo cuando se trata de disimular la vacuidad, de fingir cuando se sabe lo que se ignora.

Y, sobre todo, aspirar al desempeño de elevados cargos electivos, sin apenas enterarse de que han nacido muertos. Porque el fin, en la tómbola del diario vivir, cada quien se salva como puede, como en los naufragios.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas