Los moderados de América Latina deben trabajar

<p>Los moderados de América Latina deben trabajar</p>

POR RICHARD LAPPER
Noviembre fue un buen mes para Hugo Chávez, el presidente de Venezuela. Dos victorias electorales para sus aliados: primero, para Daniel Ortega en Nicaragua y el fin de semana anterior para Rafael Correa, en Ecuador, y ahora, las perspectivas de un triunfo para el líder icononoclasta y anti-estadounidense en las elecciones del domingo, anunciado por las encuestas..

Parece ser muy temprano para empezar a dar por concluida su influencia en la región, como hizo Nicholas Burns, un alto funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos hace unas semanas. El señor Burns dijo que “los excesos retóricos” habían dañado la credibilidad de Chávez. E insinuó que el controvertido discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas a mediados de septiembre, cuando comparó a George W. Bush, el presidente de EEUU con el diablo había tenido una recepción tan negativa que podría constituir un punto de viraje, un retroceso de la influencia chavista, en la forma de un recurrir al nacionalismo y al anti-norteamericanismo. Después del discurso, chávez fracasó en sus intentos por ganar uno de los dos puestos temporales en el consejo de Seguridad de la ONU, a pesar de una campaña internacional enérgica, costosa y de alto nivel.

El hecho de que los moderados hayan ganado siete de las 11 carreras electorales en América Latina, y puede decirse que cinco de las seis más significativas, también ha contribuido al optimismo de los políticos de EEUU. Ciertamente, Morales logró una victoria arrasadora en Bolivia hace un año, y ha alineado su país con Venezuela y el eje radical que Chávez está formando con Cuba. Sin embargo, en loa económicamente más poderosos Brasil, México, Perú, Chile y Colombia la historia ha sido diferente.  En verdad, en Perú ny México el factor Chávez terminó dañando a la izquierda. En junio, Alan García, el presidente de Perú gano votos al oponerse explícitamente al respaldo del líder venezolano a Ollanta Humala, su rival. Un mes más tarde, en México, Andrés Manuel López Obrador, el candidato de izquierda derrotado, encontró que su campaña empezó a desintegrarse después de acusaciones -probablemente infundadas- de vínculos con Venezuela.

Aun así, el chavismo está lejos de ser una fuerza agotada. Los moderados y sus partidarios internacionales no pueden permitirse dormir en sus laureles. Hay dos prioridades que presionan. Primero, necesitan extender y dar una urgencia mucho mayor a los programas sociales para los pobres. Los programas de transferencia de ingresos, bien organizados, que se hacen generalmente a las madres a cambio de la asistencia a clases de sus hijos, o las visitas a las clínicas han ayudado a reducir las tasas de pobreza en una serie de países. En Brasil, Bolsa Familia -el más grande de esos programas- que beneficia a 11 millones de familias, su popularidad ayudó al volumen de la victoria de Luis Ignacio Lula da Silva en las elecciones presidenciales de octubre.

Sin embargo, se necesita hacer mucho más. Aparte, quizás, de Chile, los altos niveles de exclusión social siguen siendo la característica definitoria de las sociedades latinoamericanas. Más de 20% de los brasileños y mexicanos siguen viviendo en la pobreza y en los Andes la situación es mucho peor. Perú ha avanzado poco en esta área desde la elección de García este año. Los peruanos pobres votaron masivamente a favor de Humala, y llevaron al candidato respaldado por Chávez muy cerca de la victoria.

Pero desde que asumió el cargo en julio, Alan García ha hecho relativamente poco por abordar sus necesidades. Fue sorprendente, durante una visita reciente a los Andes, contrastar la lentitud de Perú con la velocidad con la cual equipos de médicos cubanos están actuando en Bolivia. En solo 10 meses, Cuba ha enviado 1,800 médicos y personal médico a Bolivia, ha equipado 20 clínicas y –de acuerdo con algunos estimados- ha tratado más de 2 millones de personas.

Además, los moderados tienen que hacer más para promover negocios pequeños y medianos, mediante el aligeramiento de las complejas reglas tributarias y la burocracia. Esto pudiera ayudar al pobre, que a veces sobrevive en el sector informal, mediante la reducción de las barreras, para formalizar sus negocios, recibir préstamos y planificar de manera eficaz. Pudiera crear empleos e incrementar las tasas de crecimiento, que a pesar de condiciones económicas internacionales más favorables para la región durante más de 50 años, han sido decepcionantes. También pudiera permitir una mayor movilidad social y consolidar los crecientes grupos de ingresos medios en una clase media sólida que pudiera ayudar a sostener la estabilidad social.

Los estimados preparados para el Financial Times por economistas del Banco Mundial y la Universidad de La Plata en Argentina muestran que el número de latinoamericanos con ingresos entre cuatro y ocho veces los US$2 diarios de la línea internacional de pobreza subió de cerca de 54,9 millones a comienzos de los años 90 a cerca de 73,8 millones hoy. Estas personas suelen aportar un firme respaldo político a los políticos moderados, pero siguen siendo un pequeño porcentaje del total (17,2% de la población latinoamericana de hoy, comparada con 14,9% al comienzo de la década de 1990) y su bienestar es precario.

En esta área hay un largo trecho por recorrer. El sondeo anual “Doing Business”, de la Corporación Internacional de Finanzas muestra que los regímenes tributarios latinoamericanos están entre los más complicados del mundo. Brasil, uno de los principales ofensores, cambia su código de impuestos con una frecuencia asombrosa. Abrir o cerrar negocios consume mucho tiempo y resulta caro. Algunos países -Chile, y más recientemente México han estado avanzando ambos, pero demasiados pocos líderes políticos parecen comprender por qué este tipo de política es tan importante. Si los moderados latinoamericanos van a encontrar realmente una respuesta a largo plazo al populismo chavista, eso tiene que cambiar.

 

VERSION: IVAN PEREZ CARRION

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