Los motivos del lobo

Los motivos del lobo

El tiempo que nos ha tocado vivir es una época en la que se practican “deportes extremos”. Muchos jóvenes se lanzan desde montañas sostenidos por “parapentes”; otros navegan en canoas por los rápidos de ríos llenos de peñascos. El “rafting” es un ejercicio peligroso; los parapentes pueden producir accidentes mortales; un cambio en la dirección o la intensidad del viento, mata intrépidos muchachos estrellándoles contra edificios. Volteretas de “alto riesgo” se hacen en tablas de “surf”, en “skateboards”; nos hemos acostumbrado a vivir con la presión arterial en las nubes. Llaman “atracciones” a las montañas rusas empinadísimas de los parques de diversiones, que causan vértigos.

Asesinos por paga y delincuentes de todo tipo han “establecido” el peligro en las ciudades de hoy; tenemos que tomar decisiones todos los días para salvar el pellejo. Algunas de ellas, violentas y peligrosas. Desde luego, no es lo mismo asumir peligros “por deporte”, que arrostrarlos por necesidad. Finalmente, nos habituamos a las actitudes de combate; nos apostamos “en guardia”, como si fuéramos parte de un equipo de esgrima. Llegamos a la conclusión dolorosa de que “siempre hay que pelear”. Las convicciones pacifistas fracasan ante la continua agresión del entorno. ¿Por qué motivos debo sentirme vencido? ¿Voy a dejarme arrastrar por el piso como un monigote?

El caso es que en casi todo el mundo se experimenta una constante crispación: terroristas, fundamentalistas islámicos, extremistas políticos -de izquierda y derecha-, fanáticos que defienden causas estrafalarias, bandas de narcotraficantes controlan a la fuerza barrios enteros en muchas ciudades. La violencia se impone aquí y allá y es reproducida por la televisión, los periódicos, el cine. Es una onda que se propaga como si fuera una enfermedad infecciosa. No podemos evitar el contagio psicológico de estas actitudes belicosas.

Thomas Hobbes es el autor de la celebrada sentencia que afirma: “el hombre es el lobo del hombre”. No puedo afirmarlo con seguridad, pero sospecho que esa frase está conectada con los tiempos terribles de Cromwell y la revolución inglesa. Rubén Darío nos habla del “rudo y torvo animal” que es el lobo. “Como el oso hace, como el jabalí,/ que para vivir tienen que matar”. Escogemos, forzados, entre ser “duros” o “blanditos”.

 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas