¡Los muchachos, nuestros muchachos!

¡Los muchachos, nuestros muchachos!

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
La noticia fue conmovedora, y no era para menos. El 28 del mes pasado este diario dio cuenta de un hecho que entonces y hoy nos parece insólito: 194 niños con edades comprendidas entre los ocho y los 13 años reciben tratamiento por consumo de drogas en  Hogares Crea Dominicano. Don Leopoldo Díaz, el presidente de esta institución, explicaba que muchos muchachos preadolescentes y adolescentes estaban siendo utilizados por narcotraficantes como delivery y como “mulas”.

Como en esos días el tema de los puntos de drogas estaba en discusión, más de un opinador mañanero consideró la información hiperbólica y le restó veracidad.  En realidad, este es un comportamiento que responde a un mecanismo de defensa cuando una persona rehúsa admitir un hecho por sus ribetes de escandaloso y por lo que significa en términos de degradación social, como en este caso.

  Pero ahora son las informaciones estadísticas ofrecidas por la Dirección Nacional de Control de Drogas –publicados ayer por Diario Libre—, las que confirman los datos aportados por Hogares Crea Dominicano. Unas estadísticas que igualmente son conmovedoras por los trazos que presentan de una sociedad que, poco a poco y ante la complicidad de instituciones y personas, se revuelca una y otra vez en su muladar.

  ¿Qué dicen las estadísticas de la Dirección Nacional de Control de Drogas? Nos informan que en los últimos 23 meses esta institución ha sometido a la justicia a 442 muchachos con edades comprendidas entre los nueve y los 14 años. ¡Impresionante!

El desglose de las cifras que expresan hechos nos permiten comprender la evolución de estos:

—En el 2004 fueron sometidos a la justicia 78 menores, por traficar con drogas.

—En el 2005 fueron sometidos por las mismas razones 249 muchachos, y

—en los primeros siete meses de este año los sometidos por traficar con estupefacientes son 115.

Como se puede apreciar, la curva de este delito aumenta de forma escandalosa. El año pasado fueron llevados a los tribunales de menores 171 muchachos más que en el 2004. Es decir, que de un año a otro hubo un crecimiento del involucramiento de muchachos en el tráfico de drogas por encima del 200%.

Y si la tendencia de este año continúa, que es de más de 16 casos por mes, el año terminará con casi 200 muchachos llevados a los tribunales por vender o llevar drogas.

Es imposible ser indiferente ante un hecho de esta naturaleza. Porque cuántos muchachos preadolescentes y adolescentes no estarán envueltos en este tráfico de narcóticos, un tráfico que es barrial, que es lo que ahora se denomina el micro tráfico. Posiblemente nunca lo sabremos, pero podemos intuir que son cientos, quizás miles en todo el territorio nacional.

La nota publicada por Diario Libre atribuye a la DNCD explicar que la mayoría de estos muchachos fueron detenidos cuando cumplían labores de delivery con cocaína, marihuana, heroína y crack.  Hacían su “trabajo” trasladándose en motocicletas y llevaban la “mercancía” en mochilas de estudiantes.

Cuando en una nación pequeña como la nuestra ocurren estos hechos podemos afirmar que estamos llegando lejos. Se puede pensar que ciertamente hay un consumo cuantioso de estupefacientes, que hay narcotraficantes capaces de utilizar hasta al diablo para ganarse un dinero y que hay unas familias cuyos miembros, por la razón que fuere, están en condiciones de dedicarse a tareas tan peligrosas, tan atrevidas y tan socialmente repudiadas como estas.

Uno no sabe si ciertamente en el país hay 10, 15 o 20 mil puntos de ventas de drogas para consumo local, pero los hechos citados aquí y allá y las quejas de los moradores de los barrios de la zona metropolitana y de ciudades del interior nos permiten intuir que cosas grandes y terribles están ocurriendo en el país en materia de estupefacientes.

No debemos pasar por alto que en una de las reuniones celebradas en el Palacio Nacional para tratar el tema de la inseguridad ciudadana, algunos organismos estatales citaron, con preocupación, conclusiones iniciales de investigaciones que dan cuenta del aumento del consumo de drogas entre estudiantes universitarios.

Cuando uno observa estos asuntos necesariamente llega a la conclusión de que las autoridades tienen que dar un giro de 360 grados ante este fenómeno. Hay que diseñar políticas integrales, coherentes y duraderas para librar a nuestros preadolescentes, adolescentes y jóvenes de este negocio y de esta adición tan perversa, pero mientras estas políticas son pensadas, razonadas, discutidas y consensuadas con la sabiduría y la parsimonia de los técnicos y los cientistas sociales, es necesario bajarle la fiebre al muchacho.

Este es un reto enorme del gobierno y sus instituciones responsables de identificar y combatir el delito, y también toda la sociedad. 

(bavegado@yahoo.com)

Publicaciones Relacionadas