Los muertos mejoran la vida

Los muertos mejoran la vida

Al recio hombre de las letras dominicanas don Francisco Henríquez y Carvajal se le achaca esta lapidaria expresión: “¡Oh América infeliz, que sólo reconoce a tus grandes vivos cuando son tus grandes muertos¡” Es posible que semejante construcción gramatical tuviera como propósito fundamental, codificar el estado anímico de frustración que embargaba la mente del poeta socialmente atormentado.

Quizás de esa manera, tras el desagüe intelectual del torrente que amenazaba con ahogar a su autor, venía algún alivio para su alma sensible y golpeada. Paradójicamente y como un refuerzo a la esencia filosófica de las bases democráticas globales, en las ciencias médicas de hoy no existen muertos grandes, ni pequeños, solamente identificamos cadáveres, y es a estos, otrora ordinarios mortales, a los que habremos de referirnos en los siguientes párrafos.

Sería una necia ingratitud de la medicina pretender ignorar, o peor aún, negar el inmenso aporte de la disección y análisis de los cadáveres al desarrollo de las artes y ciencias hipocrática y galénica. Investigando a fondo el proceso salud-enfermedad, vida y muerte se puede determinar la secuencia lógica de los trastornos estructurales y funcionales que conducen a una falla irreversible de la función nerviosa central con el fatal desenlace conocido como muerte cerebral. Huelga recordar que no todos los tejidos, ni órganos mueren simultáneamente, sino de modo progresivo, empezando con la parte noble llamada masa encefálica; es ahí donde descansa la base para los trasplantes de órganos cadavéricos.

Una autopsia llevada a cabo de forma completa con meticulosidad y el rigor científico de lugar permite reconstruir, cual película en reverso, cada uno de los pasos desde el evento final del cese de la respiración y de la circulación, a las etapas intermedias de daños, llegando así a identificar el factor principal que inició la cadena de eventos que quitaron la vida a la persona extinta.

Al revisar de manera crítica las intervenciones médicas realizadas se sopesa la eficacia, acción oportuna, beneficio o daño que ellas acarrearon en el ahora fenecido. Mediante la necropsia se remueve toda la maraña que impide ver con claridad la verdadera causa principal del fallecimiento. Una vez tenemos la causa básica de la muerte repasamos los mecanismos intermedios y los posibles tratamientos que pudieron evitar el curso de los acontecimientos mortales. Se adquiere la experiencia de lugar y en una próxima ocasión similar no se repiten las pifias del pasado y se mejora la conducta terapéutica del equipo de salud.

Cuando no se tiene esa retroalimentación nos auto condenamos a vivir repitiendo ad vitam aeternam los costosos errores cuyo secreto homicida se guarda bajo el sellado cómplice de las tumbas de los cementerios. Primun non nocere (lo primero, no hacer daño) sentenció Hipócrates cuatro siglos antes de la era cristiana. Con sus 700 autopsias Morgagni en el siglo XVII nos enseñó cómo los muertos nos ayudan a prolongar y mejorar la calidad de la vida.

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