Los muertos tienen quien les escriba

Los muertos tienen quien les escriba

SERGIO SARITA VALDEZ
Queridos muertos: siempre he sostenido con una vehemencia que casi raya con la saciedad  la tesis de que ustedes hablan y son poseedores de un importante y significativo mensaje que transmitir al resto de los mortales. Desgraciadamente, son pocos vuestros interlocutores capaces de traducir y hacer llegar de manera fidedigna sus pareceres a los que ayer fueron sus congéneres. Dado que, salvo una excepción, a vosotros se os ha negado hasta ahora el privilegio de la resurrección, estáis mientras tanto obligados a permanecer en el más allá, quizás en lo que tal vez no sería un acto voluntario. El mito, la cábala, las leyendas y las tradiciones populares han hecho de ustedes, habitantes de ultratumba, unos entes a los que se teme y con los que no muchos desean establecer un diálogo directo.

Hay gente que se llena de terror  e interpreta como una pesadilla el tan solo soñar con ustedes. Nadie quiere hacerles compañía, otros se alegran al pensar que no se vuelven a juntar.

Queridos difuntos: hay tanta falacia acerca de ustedes malsanamente repartida por todo el orbe, que existen unos vivos que prefieren llamarles desaparecidos con tal de negarles el derecho al merecido descanso en una tumba. Los matan adrede y luego dicen que se trató de un lamentable error y en el peor de los casos lo etiquetan de muerte natural. Ustedes que ayer mismo fueron vivos, son ahora cadáveres por obra y gracia de poderes homicidas estratégicamente colocados para hacer efectiva su diabólica misión de solucionar cefalalgias sociales a través de la decapitación humana.

Amables fallecidos: entiendo perfectamente vuestra perenne queja con apoyo estadístico, en la cual juran y perjuran con sustanciado alegato la triste realidad de que aproximadamente nueve de cada diez muertes juveniles son evitables. Veamos: nueve de cada diez accidentes mortales son evitables, los homicidios y los suicidios son prácticamente todos evitables. Muchos decesos naturales son realmente muertes debidas a factores ambientales controlables a la luz de los avances tecnológicos llevados a cabo por la ciencia moderna.

Amigos fenecidos: no crean que he ensordecido porque a diario ustedes me vivan repitiendo lo insensato y antieconómico que resulta muchas veces matarles, pues un solo disparo en el pecho o en la cabeza bastaría para sacarles del listado de los vivientes, y sin embargo se malgastan balas y cartuchos adicionales que solamente consiguen hacer de vuestros cuerpos un cedazo orgánico repleto de agujeros por perforaciones de plomo.

Adultos jóvenes que duermen eternamente: oigo el susurro angustioso y cargado de pesadumbre expresado a través de sus cuerpos masacrados que dicen basta ya de este canibalismo insensato y poco inteligente. Inútilmente desean ustedes devolver la irreversible máquina del tiempo para llegar al trágico momento en que primó la imprudencia, la avaricia, los celos, la prepotencia, la incomprensión, el orgullo y la maldad, atributos que se impusieron sobre la sensatez, la comprensión, el amor, el diálogo y la negociación, trayendo como único resultado la tragedia fatal.

Venerables cuerpos sin vida: ayer demandaban ustedes a coro alta fidelidad en el registro de vuestras  lesiones traumáticas; pedían a grito una adecuada correlación con los hechos acaecidos y exigían una exhaustiva investigación de los pormenores de los desenlaces mortales. Ahora en la era digital aumentan las exigencias requiriendo una reproducción virtual de la cadena de acontecimientos elaborada desde su capítulo final, moviéndonos en retrospectiva hasta arribar a las condicionales iniciales que condujeron al despeñadero que interrumpió de modo irreversible las funciones de vuestros órganos vitales.

Sepan ustedes, maltratados vivos que ahora son ánimas del purgatorio, que tienen en nosotros a un aliado dispuesto a seguir dando la pelea para que los gusanos no se adueñen y borren las evidencias que ustedes ofrecen como testimonio de lo que les sucedió en vida. Seguiremos luchando por detectar, registrar y analizar con pulcritud, honestidad, eficiencia y transparencia los daños corporales que otros se empeñan en ocultar. Utilizaremos las herramientas asequibles en este nuevo contexto mundial globalizado, a fin de que aún en el rincón más apartado del país, o en el cementerio más humilde del territorio nacional no se esconda ni se entierre la verdad y pueda hacerse una justicia basada en evidencias y no en conjeturas maliciosas y capciosas retorcidas y amañadas para complacer poderosos intereses internacionales aliados a  escorias del lar nativo.

No os sintáis totalmente abandonados, todavía hay quienes no les tememos y muy al contrario, les estudiamos con gran detenimiento y profundo respeto teniendo como norte la sagrada misión de lograr el que vuestro prematuro sacrificio no haya sido en vano. Ustedes son una valiosa fuente de información que suple los insumos para la elaboración de los correctivos sociales necesarios para generar un ambiente cada día más sano y digno en el que sus deudos vivan en paz  y tengan una fecunda y prolongada existencia con mejor suerte que la que desgraciadamente a ustedes les tocó vivir.

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