Los muertos y su destino

Los muertos y su destino

Sergio Sarita Valdez

Venid los moradores/ del campo y la ciudad/ y entonemos un himno/ de inmenso amor filial”… Así arranca el Himno a las Madres escrito por doña Trina De Moya de Vásquez. Ese canto que data de principios del pasado siglo XX deja entrever lo que habría de ser la sociedad dominicana cien años después. De una población eminentemente agrícola nos convertimos de manera acelerada en habitantes citadinos. No nos ha favorecido la rápida velocidad del tiempo para planificar y construir los albergues adecuados para un armonioso desarrollo de la familia, las escuelas, centros de acopio de los desperdicios y su manejo, espacios deportivos, electricidad, agua, hospitales, morgues y cementerios.

Mucha gente vive embriagada con el licor mágico de la inmortalidad. Pocas personas comprenden y por ende ignoran la siempre presente mutual vida-muerte por lo que se comportan como si nunca fueran a dejar de existir. ¿Quiénes aceptan el concepto biológico de que vivir es un dichoso milagro? Y sin embargo, desde el mismo inicio de la concepción existen infinitos peligros de morir durante la vida intrauterina. Se calcula que alrededor de un veinte por ciento de los embarazos terminan en aborto espontáneo. Los riesgos de muerte son mayores en el espacio perinatal y neonatal. Es por ello que la Organización Mundial de la Salud toma muy en cuenta los indicadores de mortalidad materno-infantiles para evaluar las condiciones de salud de cada conglomerado humano. Desde la antigüedad ciertas culturas orientales toman como parámetro para calificar la bondad de la gente el modo cómo manejaban y atendían a sus muertos.

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Al personal sanitario se le prepara para asistir a los vivos, no así para las atenciones que requieren los cadáveres. Pocos asimilan lo que significa para una familia la pérdida de un ser querido. El bochornoso escándalo que ha suscitado en nuestro país el hallazgo de 6 neonatos sin vida abandonados en la verja de un cementerio municipal, suceso vuelto noticia viral que ha conmovido la conciencia de muchos es señal inequívoca de que aún quedan muchos dominicanos y dominicanas con capacidad de asombro y de repudio al modo como se vienen manejando los muertos en muchas instituciones de salud del territorio nacional.

Se trata de un sensible tema social que alcanza cierta relevancia circunstancial debido a que acontece en momento de campaña electoral con efecto dañino en el campo político gubernamental. Aunque parezca nuevo se trata de un mal crónico agudizado por la falta de una atención oportuna y eficaz. Son los Departamentos de Patología de los hospitales los responsables del manejo de los cadáveres que de manera natural se generan en el día a día.

Existen protocolos para atender la dinámica de entrada y salida de fallecidos en las morgues. Un inventario del estado y capacidad de las neveras cadavéricas, así como del número de autopsias que se realizan en dichos centros desnudan de cuerpo entero el drama que se vive en esas morgues. Agreguemos lo encarecido que están los servicios funerarios empezando con el precio de los ataúdes. Para una familia humilde es un enorme sacrificio financiero darle una cristiana sepultura a uno de sus seres queridos fallecidos. No pudiendo enfrentar exitosamente los cargos monetarios, los familiares optan por no reclamar los cuerpos sin vida. Sumemos el creciente número de muertes de haitianos cuyos parientes no se atreven a diligenciar su entrega por temor a ser deportados.

¿Se atreverá alguien a ponerle el cascabel al gato?

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