Los mundos revueltos

Los mundos revueltos

Nouriel Roubini es un economista nacido en Turquía, profesor en la Universidad de Nueva York. Roubini alcanzó enorme notoriedad al predecir la crisis financiera internacional del año 2008. El prestigioso profesor Roubini ha expresado hace pocos días, en un escrito editorial, que: “el riesgo geopolítico más importante de nuestro tiempo no es el conflicto entre Israel e Irán por la supuesta proliferación nuclear, ni siquiera es el riesgo de una segunda Guerra Fría entre Rusia y Occidente sobre Ucrania. “Todos estos son riesgos serios”, afirma; pero ninguno es tan grave como el desafío de “mantener el carácter pacífico del ascenso económico de China”.

No entraremos en examinar asuntos de los cuales no tenemos informaciones directas confiables. Acerca de problemas políticos y económicos del lejano Oriente tal vez sólo puedan hablar con propiedad algunos jefes de Estado; y, desde luego, los jerarcas de la banca, los ejecutivos del FMI. Para los periodistas de países pequeños es alarmante que se diga: “mantener el carácter pacífico del crecimiento económico de China”. La frase sugiere que la hegemonía económica de China provocará un “trastorno” geopolítico que no podría ser enfrentado sin guerras militares. Que lo afirme un economista de la talla de Roubini incrementa la preocupación del “hombre común”.

Los lectores de periódicos y quienes escuchamos noticiarios de TV, nos enteramos de que hay conflictos en Turquía, una guerra terrible en Siria, grandes tensiones en Ucrania, Afganistán, Pakistán, y muchos otros lugares del mundo. La impresión reinante es que ningún problema puede resolverse, ni con artillería, ni con diplomacia. La huida de sirios hacia Jordania produce solamente “declaraciones”: de la ONU, de los funcionarios del reino de Jordania. Uno de ellos argumenta que “es imposible dar una solución humanitaria a un problema político”.

Sin embargo, ciertos burócratas al servicio de organizaciones internacionales han concebido la idea estrictamente contraria: “dar soluciones políticas a los problemas humanitarios”. Que emigrantes y refugiados “se instalen”, de manera permanente, en los países que los han acogido con carácter de emergencia. Una “provisionalidad que se eterniza” debe terminar en asentamientos, incorporaciones o “adopciones” de ciudadanía. Si aumentan las guerras y conflictos en el mundo, las grandes naciones no podrán “tomar medidas”, ni políticas, ni humanitarias.

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