Los municipios reclaman más

Los municipios reclaman más

MARIEN ARISTY CAPITÁN
Caminar por las calles de Santo Domingo era una fiesta. Sin basura, sin hoyos y sin ningún obstáculo que sortear, resultaba placentero deambular por cualquiera de sus barrios.

Para nosotras, pequeñas a finales de los 70, aquella ciudad era más que el grato lugar en el que vivíamos: un hogar. Hoy, al ver el infierno en el que se ha convertido, no podemos más que sentir tristeza al reparar en lo poco que queda de ella. Quizás, porque lo que se construye sobrevive al tiempo, apenas reconocemos alguna que otra construcción.

Si el aspecto físico de la ciudad se ha transformado, sin embargo, es la sociedad la que ha sufrido los peores cambios. Y el mejor ejemplo es, precisamente, el que han experimentado las instituciones que deben velar por resguardar a esta y todas las ciudades del país: los ayuntamientos.

Por aquel entonces, para comenzar, los ayuntamientos estaban administrados por personas que trabajaban en ellos por el simple gusto de hacer el bien: sin cobrar un salario, porque se trataba de un puesto honorífico, los regidores de esa época se limitaban  a tomar las decisiones que más beneficiaban al municipio.

Tal vez por ello, aunque no puedo dejar de reconocer que había menos gente y menos problemas, Santo Domingo era un lugar en el que primaba el orden, la limpieza y, sobre todo, la paz.

Una paz que se ha ido perdiendo al calor de unos burdos conflictos de intereses que llegan al extremo de llevar al centro de las discusiones municipales un tema indignante: el del aumento de sueldo que se han hecho los regidores.

Tras luchar encarecidamente por un aumento de sus presupuestos bajo el pretexto de que no contaban con suficientes recursos para administrar eficientemente sus municipios, los  regidores tienen el tupé de iniciar el año tomando la decisión de beneficiarse a ellos mismos.

Al hacerlo, traicionando la confianza que depositaron en ellos quienes votaron para que estén ahí, nos obligan a perder cualquier tímida esperanza que pudimos albergar en torno a su honestidad. Porque, ¿puede ser honesto un político que llega a un cargo a servirse de él en lugar de servirle a quienes le han llevado hasta ahí para que trabaje? Para nosotros no.

Sin olvidar que el presidente de la Federación Dominicana de Municipios (FEDOMU), Fausto Ruiz, advirtió que estos aumentos son ilegales, es importante reparar que estamos hablando de que los nuevos sueldos de los regidores están por encima de los RD$100 mil, un salario mayor que el que devenga el Presidente de la República.

Lo más irracional de todo esto es que mientras los regidores luchan por un aumento salarial, nuestras ciudades tienen miles de necesidades que no han sido cubiertas. Santo Domingo, por ejemplo, requiere de menos hoyos y más iluminación. También, y es obvio, de hombres como los que tenía ayer: con una gran vocación de servicio y mucha más integridad.

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