La actriz alemana Anna-Louise Weihrauch (C arriba) como Baby y el actor húngaro Mate Gyenei (C abajo) como Johnny actúan con sus compañeros de reparto durante un ensayo de prensa del musical "Dirty Dancing en Berlín. EFE/EPA/JOERG CARSTENSEN
Incertidumbre. La situación actual de pandemia mundial azota con fuerza a unos sectores más que a otros, siendo el teatro de los más afectados. El “no hay entradas” se convierte en estos momentos en un “cerrado temporalmente”, lo que se traduce en una gran preocupación.
Para conocer los orígenes de los musicales tendríamos que remontarnos a la Europa del siglo XIX con sus operetas o el vodevil francés. Música popular, acrobacias y humor se sucedían en los escenarios.
Un siglo más tarde, durante los años veinte, la música y el baile se integran con los diálogos de las películas de entonces, y lo mismo en el teatro, siendo este último el que más se vale de este género.
Musicales como “El rey león”, “Billy Elliot”, “Sonrisas y lágrimas” o “Mary Poppins” se pasean desde hace décadas por diferentes países con listas de espera para lograr butaca y ya no hace falta ir a Broadway para disfrutar de estos espectáculos.
Para llevar a cabo una de estas representaciones, en ocasiones, hacen falta decenas de personas sobre el escenario y otras tantas detrás de bambalinas pero ¿qué sucede cuando no pueden trabajar?.
La situación actual de pandemia mundial azota con fuerza a unos sectores más que a otros, siendo el teatro de los más afectados.
Se pone así de manifiesto su precariedad laboral y la necesaria ayuda para los profesionales dedicados al mundo de la cultura.
Sara Ávila interpreta a Frances “Baby” en el musical producido en España del filme estadounidense “Dirty Dancing” y asegura que “son tiempos de incertidumbre.
Nosotros tenemos la suerte de tener fecha de regreso para terminar la gira que empezamos. Será del 1 al 6 de septiembre en el Teatro Olympia de Valencia (este de España)”. Allí, se tomarán las medidas necesarias para poder trabajar y disfrutar del espectáculo con seguridad.
Durante el confinamiento la gente apostó por la cultura musical, audiovisual, literaria… un hecho que demuestra la necesidad de esta en la sociedad actual.
Ahora el sector de las artes escénicas reclama ayudas. “Hemos tenido una buena oportunidad para darnos cuenta del valor y la importancia de la cultura, pero se nos olvida muy rápido. De no haber sido por ella, a saber qué hubiéramos hecho durante el confinamiento. Todo el mundo consume series, películas… pero luego no valora el trabajo de los actores. Reclamamos condiciones dignas simplemente”, apunta Sara Ávila.
Invertir en uno mismo. La formación es muy importante y ello supone un gasto extra entre estudios, clases de danza, voz, interpretación o el gimnasio para estar en forma.
“Mi padre, cuando va a verme al teatro, me dice emocionado ‘he invertido bien mi dinero’. Desde pequeña, el uniforme del conservatorio, el vestuario, los libros, los cursos… es una auténtica inversión. Ver que da sus frutos es una de las cosas que le hace sentir orgulloso”, puntualiza Ávila.
Para dar lo mejor de uno mismo, se requiere de esfuerzo y disciplina. Es por ello que detrás de lo que se ve en escena hay mucho entrenamiento, ensayos y horas de estudio.
Sara Ávila asegura no tener ningún inconveniente al respecto. “A mí me gusta, sobre todo porque es llevar tu vida en una maleta y prefiero tener lo justo y no de más”.
De casting en casting. En cada prueba hay que dar lo mejor de uno mismo en pocos minutos. Para ello, descansar y relajarse, son la clave.
Los ejercicios de calentamiento de voz son tan necesarios como el entrenamiento; y sobre todo, saber aceptar un No, porque la exposición constante a juicios a los que son sometidos, puede resultar difícil de asimilar y un desgaste emocional.
Sara Ávila lo tiene claro, “las pruebas, si vas pasando fases, son largas. Puedes estar prácticamente el día entero allí. Son muchas horas de espera pero las aprovechas calentando, repasando texto, estirando… A mí me encantan porque me hacen sentir que he trabajado mucho, pero suponen mucho cansancio”:
En tanto Lydia Fairén, actriz del musical “La llamada”, dice no saber el número de cástings que ha hecho y que le quedan por hacer, de los que asegura que “es igual que hacer exámenes, pero trabajando las emociones.
Cuando empiezas ya sabes que este sector no es nada seguro, pero si no dejas de formarte lo peor que te puede pasar es que sigas evolucionando y siempre te saldrá algo de trabajo”.
Aunque la actriz se muestra optimista, la realidad es que es un empleo, en ocasiones, sometido a modas; razón por la que algunos actores cuentan con innumerables ofertas durante un tiempo y después ninguna.
“Uno de mis objetivos en la vida es poder vivir puramente de esto”, concluye la intérprete.
Lydia Fairén
“La llamada”
Lydia Fairén es María en la obra de teatro musical “La llamada”. Para esta joven promesa “dormir bien es fundamental y una muy buena formación vocal.
Tienes que hacer la función hasta diez veces por semana. La voz no deja de ser parte del cuerpo, y ambos hay que tenerlos ejercitados y al día para que respondan como queremos cuando queramos”, puntualiza.
Aún con todo ello, asegura no resultarle duro porque tiene la suerte de trabajar en lo que más le apasiona. Ser actor de musical supone, además de todo eso, dedicarle tiempo para viajar realizando giras, pero cuenta con la ventaja de que ello les convierte en una gran familia.
Con tanto esfuerzo y personal trabajando en una misma obra, el precio de las entradas de los musicales está justificado; pero el “no hay entradas” de entonces se convierte en estos momentos en un “cerrado temporalmente”. Todo es incertidumbre y dudas respecto al futuro del teatro.