Los nadies, visibles e imprescindibles

Los nadies, visibles e imprescindibles

César Pérez

Dos factores hicieron posible que el pasado domingo se instalara en Colombia el primer presidente de izquierda en toda su historia: la consistencia e inteligencia de Petro y la tenacidad de la hoy vicepresidenta Francia Márquez, que no solo hizo visibles a los nadies, sino políticamente imprescindibles.

La conjugación de esos dos elementos, determinaron que en ese país se haya iniciado una experiencia inédita de cambio basada en la articulación de diversas identidades políticas, sociales, étnicas y culturales.

La reflexión sobre esa estrategia de cambio constituye un imperativo para los otros países de la región, incluyendo el nuestro.

Colombia tiene incalculable riqueza material y humana, pero el conservadurismo rabiosamente elitista constituye la fuente de la intolerancia, las exclusiones sociales y políticas, la violencia y el odio que la lastran. Con sus gradaciones, lo mismo sucede en la generalidad de países de esta parte del mundo. Sin embargo, ninguno ha tenido un proceso de cambio del calado del colombiano, y es que en ninguno el papel de los nadies había sido tan determinante. Nunca estuvieron tan visibles durante los meses que jalonaron el triunfo de la izquierda, ni una fiesta/catarsis/esperanza en una toma de posesión en país alguno.

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Las iniciales dudas de Petro para escoger a Francia como compañera de boleta, quizá por las opiniones de algunos que se guían por principio de que siempre es bien llevar como vice a una figura del gran capital, eligió una acompañante de perfil totalmente opuesto”. Pero en el fondo, esa elección no fue tan difícil, estaba completamente claro que sin los nadies pensar en un triunfo de la izquierda era simplemente una ilusión. En esencia, nuestra es tan conservadora como la colombiana, pero allí hay una larga historia de lucha por la inclusión social, con una significativa parte de la población tradicionalmente bien formada y una izquierda.

Aquí algunos dudan de la capacidad del dominicano común para dirigir instituciones del Estado. Los principales portavoces de esa malhadada idea son bien conocidos, uno de ellos fundó un partido de gente con “racionalidad” para dirigir el país.

El tiempo demostró que ese “atributo” solo sirvió para desfalcar el Estado. El otro usó y abusó de la figura de “patronato” de “notables” para administrar, de hecho, determinados instituciones de carácter público, sobre todo centros de salud, buscando en la sábana la enfermedad del enfermo.

Por consiguiente, desafortunadamente aquí todavía estamos en la lucha para hacer visibles a los percibidos como nadies.

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