Los niños disfrutan más la vida, porque no pierden el asombro

Los niños disfrutan más la vida, porque no pierden el asombro

Fue concebido en Vietnam. Sus padres y su primer idioma son taiwaneses. Sus facciones físicas y su nombre son chinos. Pero es probable que Yuan Fuei Liao conozca y domine mejor el idioma, las costumbres, el comportamiento de la gente y el léxico adaptado de jóvenes y adultos criollos más que la mayoría de los dominicanos.
Se aprecia en el estilo contenido en sus libros y en su conversación sabia, amena, a veces pintoresca por la que desfilan nombres de intelectuales nacionales y sus obras, líderes, periodistas, curas… Su acento es netamente vernáculo. Su dicción es pura, perfecta.

Su padre Hsueh Chen Liao vino a República Dominicana en una misión técnico-agrícola para asesorar el cultivo de hortalizas en San Cristóbal y como más tarde vendría su familia enviaba a Yuan, el hijo menor del matrimonio con Yu Fong Su, un libro en inglés y otro en español, así que cuando el niño llegó en 1973 ya conocía el abecedario. Lo alfabetizó en tres meses y el infante era tan precoz que al ingresar al colegio Santa Rita, de los padres Agustinos, sabía leer y escribir más que sus condiscípulos. Hsueh Chen se empleó con él utilizando un ejemplar llamado “Método de escritura”.

Por su inteligencia liberó todas las materias del bachillerato en el colegio Claret, cuando se trasladaron a la Capital, y se graduó Magna Cum Laude en Arte Publicitario en Unapec. Ya había trabajado como creativo de una agencia publicitaria y en producciones de televisión que fueron sus únicos empleos porque se dedicó a difundir el Evangelio a tiempo completo.

¿De qué vive este autor de libros para niños que más bien atraen la atención de los mayores? “De la Providencia Divina”, responde. Es un predicador católico, miembro de la Comunidad Siervos de Cristo Vivo. Tuvo un encuentro personal con Jesús a los 15 años a través de la Pastoral Juvenil y en menos de un año recibió casi todos los sacramentos.

La historia de sus libros. Yuan, quien está casado con Laura Sánchez, madre de sus hijos Juan Francisco y Josué, había publicado tres libros antes de que reconocidas editoras descubrieran su talento y le encargaran literatura infantil: “Loco de amor”, “Dios es waoo” y “Sueños en papel”, con José Rafael Sosa. El primero presenta a los adolescentes el amor de Dios; el segundo trae cápsulas para dar a conocer al Señor a los jóvenes y el tercero trata sobre el arte del origami.

Mil ejemplares de “Cuentos sin ningún porqué” desaparecieron de las librerías en seis meses. Lo patrocinó Alfaguara. A este siguieron “El macuto mágico”, de Ediciones SM, y “Hacer oír tu voz”, de Loqueleo, Santillana.

Son profundos en su contenido, hermosos en su presentación. Magistralmente ilustrados a vivo color, los textos no dejan la impresión de estar dirigidos a ningún párvulo. Cautivan y ponen a reflexionar a los maduros.

Desde pequeño, Yuan estuvo habituado a los libros. El primer regalo que recibió de su padre fue uno cuya única ilustración era un soldado en la portada, “dentro eran puros caracteres chinos de los que no entendía nada”.

A raíz de nacer su primer hijo en Nueva York, donde residió mientras su esposa realizaba el doctorado, surgieron los singulares “Cuentos sin ningún porqué”. “Caminaba, estuve en muchos parques, viajaba en trenes con una laptop en mi regazo y eso me abrió un mundo de imaginación y fantasía”, cuenta.

Pensaba que a los niños había que contarles cuentos para dormirlos “y me di cuenta que es al revés, es para despertar a los adultos. He ido recuperando a mi niño interior. Los niños son adultos inmaduros, los adultos son niños atrofiados. Los niños vienen al mundo para ser nuestros maestros, para que seamos capaces de asombrarnos, de dar gracias por todo”.

Recuerda que en los paseos su pequeño se despedía: “Gracias columpio, gracias tobogán, bye, nos vemos mañana” y se preguntó: “¿Cuándo yo perdí esa capacidad de gratitud y admiración? Creo que es propia de los niños”.

Le enseñó a vivir más feliz, menos preocupado por la vida, a ensancharse, ser abierto, descubrir que estar vivo es tan maravilloso como llenarse de asombros y sorpresas y a tener un espíritu lúdico y “la disposición de ver que en la vida hay mucha diversión”.
“Hemos perdido la capacidad de disfrutar la vida, los niños no”, razona.

Se le observa que las obligaciones no dan tiempo para distracción y responde: “La clave es: en medio de esos ajetreos no perder la capacidad de asombrarse, divertirse y agradecer” y cita a Mateo 6 y repite a Jesús y agrega: “Pero también aprendamos de los niños, que vienen a oxigenar nuestro mundo”.

Al escribir su primer libro de cuentos no tenía un porqué y por eso este rompe con ese paradigma de las respuestas tradicionales a planteamientos de autores de este género.
“Hacer oír tu voz” enseña a los niños, a través de 12 cuentos, cuáles son sus derechos.

“El macuto mágico” es un solo cuento. Guanín, un cocodrilo, recibía en el macuto cuanto ordenaba. Hasta un día en que desapareció la magia y obtuvo “algo más especial, que está al alcance de todos”

Yuan se extiende hacia su interés por los marginados sin posibilidad de acceso a los libros. Por eso está involucrado en un proyecto para el que debe escribir y supervisar 70 cuentos que llegarán a niños de primero y cuarto de primaria de escuelas públicas.
“Esos niños son los más vulnerados en sus derechos. Este es el año de la misericordia y una obra de misericordia es enseñar al que no sabe. De mi parte será enseñar lo poco que sé”, manifiesta.Piensa, en otro orden, que por muchos años la literatura infantil ha

estado rezagada, considerada un subgénero literario. “Se tiende a confundir la sencillez del lenguaje como algo menor y no ha sido valorada, respetada. Aunque en el caso dominicano hay buenos y grandes cuentistas para niños, como Juan Bosch y Pedro Henríquez Ureña.

Considera una prioridad invertir en la lecto-escritura para los niños de la marginalidad, “que son mayoría, que no tienen privilegios en la cultura dominicana” y opinó que “esa marginalidad es una cadena difícil de romper, hace que la lecto-escritura de ese niño se dificulte: el papá casi nunca sabe leer, la mamá sale a su trabajo generalmente de doméstica ¿y quiénes se quedan enseñando a esos niños? los maestros”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas