El surgimiento de grupos y movimientos en nuestro país puede ser analizado desde varias vertientes, pero sin dejar de hacerlo a partir de la responsabilidad de los dirigentes de los partidos con estructuras fuertes, que por la ausencia de políticas con visión más pluralista y de mayor participación, en muchos casos los han colocado en el camino de tomar esas decisiones.
Cuando los partidos tienen firmeza y confianza en sus postulados y los dirigentes máximos no temen por sus liderazgos, son más proclives a abrirle las puertas a personas y corrientes de pensamientos incluso llamados avanzados, especialmente aquellos que han ocupado espacios importantes en la vida nacional. Más bien tratan de vincularlos de diferentes maneras a sus organizaciones, evitando sin ser tal vez el propósito principal, que por aislamiento se disgreguen o formen movimientos políticos. La realidad es que en nuestro país se pierden voluntades y se desperdician capacidades que deberían encauzar sus esfuerzos por vía de organizaciones fuertes, contribuyendo, si es que sus criterios e ideas tienen la firmeza y la consistencia suficientes, al convencimiento de que tienen que cambiar de rumbo, si fuere necesario.
Hay personas, incluso ex dirigentes conocidos, con actitudes personales a las que es difícil ponerle freno o dictarle reglas capaces de aceptar, pero aún así es lamentable que el país se vea privado de ellos, abriendo oportunidades al surgimiento de movimientos que solo contribuyen al fraccionamiento, sin aportar prácticamente nada en término de institucionalidad y probabilidades de cambios.
Nadie pretende que algunos llamamos independientes con ribetes elitistas, desde las comodidades de sus bonanzas, alcanzadas muchas veces por vía de los mismos partidos que en ocasiones aborrecen, y de gobiernos que critican pero que siempre anhelan; mediatizados por influencias internacionales o deslumbrados por alianzas empresariales, se integren a los partidos y les aporten sus pensamientos. Eso sería soñar.
Lo que no es soñar, es procurar un reencuentro o convergencia de voluntades en base a puntos concretos. No una ilusión revolucionaria, sino proyectos alcanzables, comenzando por la de conducir la actividad política en todos los sentidos, por la vía de la decencia, ética, moral y respeto.
Llevándoles al país mayores esperanzas de una vida mejor y tratar de encauzarlo por senderos más claros y con sentido más objetivo de los problemas y sus soluciones. Esa convergencia política o social puede darse dentro de los partidos existentes y con mayor tradición, como por ejemplo el PRD, reconociendo posibles errores, como entendiendo que los deseos de superación general están por encima de los individualismos.
Sería importante lograr hasta reencuentros que le darían un mayor impulso a la vida política dominicana por el camino del fortalecimiento institucional. Ello contribuiría, corrigiendo errores del pasado, a enviar mensajes de madurez al país y al mundo, no solo de cómo se es capaz de deponer actitudes, sino de aunar esfuerzos en pos un verdadero proyecto de desarrollo armónico y con sentido humanista para sacar el país del atolladero en que se encuentra.