Los nuevos retos del periodismo

Los nuevos retos del periodismo

JUAN BOLÍVAR DÍAZ
La radio no desplazó a los periódicos, como temieron muchos editores a principios del siglo pasado. Tampoco la televisión impuso un dominio absoluto como algunos preconizaron medio siglo después, pero las nuevas tecnologías y la cultura audiovisual están planteando nuevos y más fuertes desafíos a la comunicación escrita.

En todo el mundo los periódicos y las revistas están perdiendo lectores e influencia aceleradamente, lo que determinará profundos cambios en sus contenidos para procurar conectar con los intereses de las mayorías, de los que fueron separados por su concentración en manos de los grandes intereses nacionales y transnacionales.

Sería una nueva ilusión pretender que la comunicación escrita va a desaparecer por los nuevos sacudimientos tecnológicos, pero para sobrevivir tendrá que adecuarse, abriéndose a una mayor participación del público en sus contenidos, abandonando una parte de la prepotencia con que muchos periódicos asumieron su rol en la sociedad.

Atrás van quedando aquellos tiempos en que los editores asociados regateaban la participación de los lectores en el proceso comunicativo, y planteaban la réplica como una limosna que se concedía a voluntad de los propietarios y ejecutivos.

Los latifundios de la comunicación están siendo desalambrados por efecto de las nuevas tecnologías que permiten a cualquier persona grabar fotografías y vídeos, editarlos y difundirlos a un número cada vez mayor de receptores a través de una computadora, un televisor, una palm o un teléfono celular.

Todavía es una minoría de la población universal la que puede acceder a esas tecnologías, pero en multiplicación de año en año, abarcando a las nuevas generaciones de tecnócratas, profesionales, estudiantes y militantes sociales, cada vez más dispuestos a utilizarlas para hacer sentir sus intereses y puntos de vista.

Ya en marzo del año pasado cuando los ataques terroristas en Madrid, se demostró que es posible convocar en cuestión de horas una manifestación multitudinaria utilizando sólo los teléfonos celulares y el Internet. Este año en Ecuador y Bolivia emisoras de radio, algunas de ellas comunitarias, han sido los medios eficientes de las movilizaciones que han sacudido el sistema político, desplazando gobiernos.

Aquí y por todas partes del mundo están emergiendo periódicos electrónicos que difunden los documentos y demandas sociales que la «gran prensa» se niega a reproducir en defensa de los intereses económicos a que responde, por complicidad con la corrupción institucionalizada, privada y pública, o por correspondencia con la publicidad comercial o política de la que depende.

La crisis de los medios impresos quedó patente una vez más en las exposiciones y debates del Tercer Seminario de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, que encabeza Gabriel García Márquez, con auspicios de la Corporación Andina de Fomento y Cementos Mexicanos, efectuado en Monterrey, México, la semana pasada. Más de medio centenar de comunicadores latinoamericanos y caribeños fuimos invitados al encuentro, uno de los de más alto nivel de los muchos a que he asistido en las últimas cuatro décadas.

Allí no se presentaron recetas ni nadie pretendió tener el monopolio de la verdad ni de la interpretación de la realidad social. Pero se diagnosticaron a fondo los desafíos que tiene por delante el periodismo, especialmente el escrito, para sobrevivir en una cultura audiovisual y en sociedades de profundas insatisfacciones económicas, sociales y políticas.

Para la generalidad, la radio y la televisión son hoy día los medios preponderantes en América Latina, pero aún estos, y especialmente la segunda, están siendo sacudidos por las nuevas tecnologías y obligados a replantearse sus contenidos, a verificar las demandas de la sociedad. La crisis del periodismo, especialmente la reducción de la circulación de periódicos y revistas, se puso en evidencia por su distanciamiento de las necesidades sociales y la huida de los jóvenes hacia otras formas de comunicación.

Cada vez más la calidad del periodismo, el buen uso de los nuevos recursos tecnológicos que conforman la cultura audiovisual, la militancia en los principios éticos y la hipoteca social serán elementos fundamentales para la comunicación social. Los que no lo comprendan así quedarán atrás, cada vez más distantes del palpitar de estas sociedades convulsionadas. Falta aún tiempo, pero viene irremisiblemente, a pesar de todo el poder concentrado, de la dinerocracia y la plutocracia política y estatal.

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