Los objetivos de una nación

Los objetivos de una nación

FERNANDO I. FERRÁN
Si la fiebre no está en la sábana, la gravedad de la crisis que padece la población dominicana en la actualidad no es tanto de índole económica y política como de moral social. La confianza en la viabilidad misma de la nación dominicana está en entredicho y por eso el problema no sólo es de estabilidad y de crecimiento sino de capacidad para restablecer la solidaridad en el territorio nacional.

 Algunas cifras tomadas del «Informe de avance de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, República Dominicana 2004», elaborado por el Sistema de las Naciones Unidas en el país con el respaldo del Gobierno Dominicano y de integrantes de diversos sectores de la sociedad, traslucen la magnitud del problema:

-En el año 2000, al carecer de los ingresos necesarios para adquirir una canasta básica, el 28% de la población vivía en condiciones de pobreza extrema, cifra que subió a 33% en el 2003. Paralelamente, entre abril de 2000 y octubre de 2003 la cantidad de personas que se movieron a una situación de pobreza, es decir incapacidad para adquirir dos canastas básicas, fue de 1,035,407 personas.

-El 27% de la población dominicana estaba desnutrida durante el período 1990-1992 y el 25% en los años 1999-2001. En otras palabras, 500,000 hogares dominicanos tienen serias dificultades para consumir los productos de una canasta básica.

-Las tasas de asistencia escolar muestran que cerca del 15% de la población de 6 a 13 años no asistió al nivel básico durante el año escolar 2001-2002 y que sólo el 53% de la cohorte de estudiantes que ingresó al primer grado logró graduarse de octavo curso en el año 2002.

-Las mujeres cerraron la brecha de la desigualdad en el sector educativo, pero no en el laboral y tampoco en el ámbito de los puestos públicos. Por demás, siguen siendo víctimas de la violencia intrafamiliar.

-La mortalidad materna en el año 2002 se situó en 178 muertes por 100 mil nacidos vivos a pesar de que el 97% de las mujeres embarazadas reciben atención prenatal y sus partos son institucionales.

-La epidemia del SIDA mantiene una tasa de prevalencia de 1% en la población comprendida entre 15 y 49 años de edad, aun cuando existen focos donde esa tasa es muy superior al promedio general.

-La pérdida de cobertura vegetal pasó de 14% a 27% entre los años 1980 y 1996, mientras que los temas ambientales siguen siendo tratados al margen de las estrategias de desarrollo nacional.

-El saldo de la deuda del sector público pasó de US$3.7 mil millones a US$5.5 mil millones entre los años 2000 y 2003, al tiempo que la adhesión dominicana al CAFTA se obtuvo sin negociar disciplinas comerciales y sin conseguir ventajas para mejorar la capacidad competitiva de los productos y de las exportaciones dominicanas.

En este maremagno de dificultades objetivas, la pregunta de fondo es: ¿De qué vale enarbolar una nacionalidad y tanto clientelismo y elecciones formales si a la postre somos incapaces de garantizar condiciones mínimas de bienestar sostenible a toda la población?

Como sociedad, carecemos de un propósito común que nos justifique y redima de los lastres del pasado.

Pero precisamente, los Objetivos de Desarrollo del Milenio asumidos en el año 2000 durante la celebración de la Cumbre del Milenio en la sede de las Nacionales Unidas revelan que el mal no está en la sábana sino en el tejido social dominicano. La consecución de esos Objetivos nos invita a un pacto social restaurador que saque a la nación dominicana de su estado de indiferencia. Sin el serio esfuerzo por plasmar en la realidad las condiciones que plantean esos Objetivos para el año 2015, la nación dominicana perderá su rumbo a falta de un propósito constitutivo, carente de la solidaridad que está en la base de toda relación humana que se quiera perdurable e institucional en el tiempo y de las condiciones mínimas para alcanzar el bienestar expresado en términos de desarrollo humano.

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