Los objetivos del Banco Central

Los objetivos del Banco Central

POR JOSÉ LUIS ALEMÁN SJ
El Código Monetario y Financiero, alumbrado después de años de difícil embarazo, especifica que el objetivo de la política monetaria es tratar de mantener la estabilidad de precios, incluído el tipo de cambio del peso frente al dólar. Así se expresó también el gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Albizu.

El país sigue una tendencia  visible en los Estados Unidos y sobre todo en  la Unión Europea. Los tiempos cuando figuraban entre los objetivos del Banco Central el crecimiento o desarrollo económico, la amortiguación de la volatilidad del ciclo, la distribución del ingreso y el pleno empleo potencial, parecen remotos y definitivamente superados.

En realidad, lo que viene sucediendo es la disminución de la importancia de la política fiscal y su sustitución por las herramientas de la política monetaria, restringida por la tasa de inflación. Las metas de la política económica son las mismas; lo que cambia son sus instrumentos.

En efecto, sería arriesgado, como sugieren Hayeck y Friedman, negar que los instrumentos usados  por el Banco Central afectan variables reales, ingreso y empleo, a pesar de una cacareada neutralidad monetaria. A mí, personalmente, me parece evidente que el manejo de la tasa de interés preferencial, a la que presta la Reserva norteamericana bajo la un tanto ambigua batuta de Greenspan busca primariamente mantener el crecimiento de una economía estable muy cercana al sendero del producto potencial y por lo tanto con un satisfactorio nivel de empleo. Eso sí, todo manejo de los intereses supone que la economía norteamericana experimenta una baja tasa de inflación inferior al tres porciento.

En este caso lo correcto sería afirmar que la política monetaria intenta influir en las inversiones con la restricción de que la tasa de inflación sea baja.

Mucho más cercana a la versión simplista del mantenimiento de precios constantes como meta de  política monetaria, figura el Banco Central Europeo, que renuncia  explícitamente a combatir el desempleo y el estancamiento económico.

1. La orientación de la política monetaria dominicana

1.1  El problema actual del sistema bancario hay que situarlo en la cesación de la función de intermediario financiero entre ahorrantes e inversores. Los bancos, por una parte, están recibiendo depósitos y amortizaciones de préstamos pasados, pero estos fondos no se emplean para financiar nuevas inversiones reales en la economía.

Las altas tasas de interés que ofrece el Banco Central por la compra de  sus Certificados favorece las inversiones en ellos de los bancos comerciales. Para fines prácticos podemos afirmar que los bancos no están intermediando satisfactoriamente entre depositantes y actores económicos, sino entre aquellos y el Banco Central.

   Esto no significa, por supuesto, que ocasionalmente no se hagan préstamos a grandes clientes y menos aún que los bancos se retiren del mercado de préstamos personales y de tarjetahabientes. Pero en líneas generales se ha secado la fuente bancaria de financiamiento de inversiones importantes. La economía ha perdido el dinamismo de nuevas inversiones que entre nosotros sólo permite el  financiamiento bancario.

     A la falta de intermediación bancaria hay que añadir que muchos depositantes están retirando sus depósitos de los bancos comerciales para comprar Certificados del Banco Central.  Potencialmente esta práctica no sólo disminuye un potencial aumento de consumo, sino si se generaliza podría llevar a cierta iliquidez bancaria que demandaría fondos del prestamista de última instancia, el Banco Central. El proceso inflacionario comenzaría de nuevo. No olvidemos que bueno es lo bueno pero no lo demasiado.

1.2        Podemos afirmar que la orientación descrita de la política monetaria y financiera busca frenar la emisión monetaria causada por la contínua amortización de Certificados de parte del Banco Central y  causante a su vez de la inflación y devaluación del peso.

El costo de oportunidad de una política monetaria orientada al control de los precios es muy alto: tolerar una ya prolongada recesión con su secuela de desempleo.

Sin embargo, en el contexto real de nuestra economía la política monetaria estabilizadora de precios parece bien preferible a la de financiamiento por el Banco Central del déficit cuasi fiscal para mantener un gasto público elevado que paliase en algo, nominalmente en buena parte, la recesión provocada en última instancia por la crisis bancaria explotada en el 2003, aunque de bastante vieja data. Los desastres bancarios son para la política monetaria como el pecado original: se hacen sentir en otros y por mucho tiempo-afortunadamente no para siempre, lo que invalida el símil del pecado original.

2.La política estabilizadora ante la inflación subyacente

Una división muy actual del fenómeno de la inflación como alzageneral de precios  separa la ocasionada por emisión monetaria y la «subyacente», originada en la subida del precio de un producto que es insumo general de otros muchos y sobre el que el Banco no tiene influjo directo. Ningún ejemplo mejor que el del petróleo, insumo de la energía eléctrica, del transporte terrestre  y aéreo y del gas de cocina.

         La inflación que experimenta el país tiene por lo menos tres determinantes: la excesiva emisión monetaria, que acabamos de señalar, una reforma fiscal basada en impuestos indirectos como el ITBI, y los precios internacionales del petróleo.

        Una política monetaria estabilizadora de precios no puede lidiar exitosamente contra una inflación fiscal y menos contra la subyacente, a no ser mediante una recesión inducida y una sobreevaluación del tipo de cambio, lo que en estos momentos sería echar gasolina al fuego.

       Las fuerzas que actúan sobre los hacedores de políticas monetarias para frenar la inflación son poderosas: el gobierno, que es responsable hoy en día de la oferta eléctrica; el pueblo, descontento con el costo del transporte; Finanzas, que tiene que pagar la deuda externa; la prensa, que tiene que cebarse en condenas de la inflación y de la ineficiencia gubernamental para controlarla.

       Definitivamente, el Banco Central no tiene ni aquí ni en ninguna parte instrumentos eficaces contra la inflación subyacente sin disminuir el fin último de toda política, que es el bienestar social.

       Esta impotencia monetaria no significa que el Estado sea, en teoría al menos, totalmente impotente frente a la inflación subyacente. Siempre tiene a su disposición la posibilidad de equilibrarla parcialmente con medidas administrativas:  apagones programados, limitación de tránsito particular ciertos días a la semana, controles de consumo de gasolina y petróleo a base de estándares más exigentes, impuestos aduaneros a la importación de

vehículos más caros o muy antiguos  con bajas exigencias ambientales etc. No hablemos tampoco del odiado racionamiento. Sin duda estas medidas son impopulares, pero en tiempos de emergencia lo odioso es necesario y ,aunque no nos guste, nuestra situación tiende más a la emergencia que a la holgura.

2.     Sugerencias. Mercado secundario de bonos.

     La venta de Certificados del Banco Central como instrumento de regulación monetaria presenta el grave inconveniente de que para ser eficaz tiene que ser recurrente: al término de los plazos de vencimiento el Banco los amortiza, lo cual supondría inyectar dinero en la economía. Para evitar ese incremento de la emisión hay que estimular de nuevo la venta de otros Certificados. Nada imposible, pero malo para la intermediación bancaria y peligroso para la liquidez del  sistema.

      Una forma de evitar daños mayores sin hacer peligrar la credibilidad del Banco Central, sería descontinuar de manera definitiva la emisión de nuevos Certificados y dar la opción, al vencimiento de los ya adquiridos, de renovarlos  a largo plazo, diez años por ejemplo, y a menor interés.

      Obviamente los nuevos Certificados deben ser vendibles y realizables, no por el Banco Central, antes de su redención sino en un mercado secundario de bonos todavía poco activo.

      Sin duda muchos presentarán otros arbitrios. Pero he querido aprovechar la ocasión para recordar la importancia para el Banco y para las empresas de un mercado de bonos.

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