Los objetivos estratégicos cambiantes del Caribe

Los objetivos estratégicos cambiantes del Caribe

Hace algunos años, escuché al ya fallecido Michael Manley, exprimer ministro de Jamaica, pronunciar un discurso sobre el lugar cambiante del Caribe en el mundo.

La guerra fría había terminado y el Muro de Berlín había caído. Era un momento verdaderamente determinante. Sus comentarios eran apropiados para la ocasión. Hablando como sólo él podía, describió en detalle las implicaciones para el Caribe y las naciones más pobres de vivir en un mundo en el que los EE.UU. eran la única potencia mundial. El previo entonces que era probable que la región pasara a ser de menor interés para el mundo exterior. Sus declaraciones fueron medidas aunque provocadoras y muchos años por delante de su tiempo, al reconocer que surgiría un consenso liderado por EE.UU. que trataría de rehacer todo a su  imagen.

Como él predijo, a principios de la década de 1990 el Caribe se había convertido en gran medida en estratégicamente irrelevante y menos capaz de pedir apoyo sobre la base de que su subdesarrollo o pequeñez relativo los hacían vulnerables. Tanto es así que en la última parte de esa década fue fácil para Europa ir liberando las preferencias económicas que había puesto en marcha durante la guerra fría y sustituir políticas en su mayoría desenfocadas y mal coordinadas que buscaban fomentar el regionalismo y la competencia basada en el liberalismo económico de los EE.UU.

Como consecuencia de ello gran parte del Caribe entró a este siglo solamente con actividades de tráfico de drogas, actividades relacionadas con el terrorismo, la criminalidad y la presencia de algunos centros estratégicos de interés para ayudar a mantener la región en el mapa mundial de los EE.UU. y la UE. Incluso entonces, la sugerencia en los niveles políticos más altos era que estas preocupaciones, que eran en gran parte impulsadas por motivos de seguridad, podrían ser contenidas a través de la vigilancia y la cooperación.

Sin embargo, todo esto puede cambiar si el Caribe, una vez más, llega a ser visto como de importancia estratégica.

Recientemente, la multiplicidad y la superposición de los intereses en la región ha comenzado a emerger en la medida en que Estados como China, Brasil, Venezuela, Irán y la India buscan influencias y un rol en las Américas.

Lo que algunas de estas naciones ahora contemplan son relaciones que vayan más allá de las decisiones sin importancia para inversiones en turismo, o proporcionar asistencia técnica o dar apoyo a proyectos de capital, tales como la construcción de carreteras o estadios de cricket. Ellos sugieren un interés más estratégico en la región. Ejemplos de ello serían la compra por la Corporación Nacional China de Petróleos (China National Petroleum Corp.) de las bien situadas instalaciones de almacenamiento de 5 millones de barriles en San Eustaquio; el interés de Irán de llevar a cabo ejercicios de mapeo de minerales en Guyana; las amplias discusiones de Caracas sobre una cooperación más estrecha con Irán; la dependencia económica del Caribe anglosajón con el acuerdo de Petrocaribe con Venezuela y el declarado interés de China en el avance de las relaciones militares con Guyana.

El argumento no es que haya algo malo en estos desarrollos o para sugerir que los escenarios relacionados con la guerra fría están a punto de repetirse. Más bien es para señalar que si el Caribe vuelve a ser visto como  una importancia estratégica, los resultados para la región pueden ser mejores que los previstos.

No es ningún secreto que la mayoría de las naciones del Caribe ya están diversificando sus relaciones de forma que pueden crear tensiones dentro de la Caricom y el Cariforum.

Por razones asociadas con el desarrollo económico y la seguridad, Surinam y Guyana están buscando profundizar sus relaciones con Brasil y otros países de América Latina; Belice está cada vez más integrado con América Central, las naciones del Caribe Occidental están empezando a explorar si puede haber en el largo plazo algo serio en la profundización entre ellos mismos de niveles de cooperación y actividad económica; Trinidad ve su futuro en el centro de una serie de anillos concéntricos que incluyen América Latina y los EE.UU.; las islas del Caribe Oriental y tal vez Barbados están buscando una mayor integración; la República Dominicana le daría la bienvenida a una mejor relación económica con el Caribe anglosajón, pero a pesar de quedar insatisfechos en todo momento está usando su masa crítica para seleccionar y ampliar cada vez más  la gama de amigos hemisféricos e internacionales; Cuba está tratando de convertir su sistema económico enormemente ineficiente en algo más dinámico que implicaría en parte una mayor integración con Venezuela y otros países en América Latina, y Haití, contra la voluntad de la mayoría de su pueblo, parece estar convirtiéndose en un país colonizado y dependiente de la comunidad internacional y de las ONG. Todo esto no dice nada acerca de las tensiones que existen entre los territorios de ultramar y las dependencias de ultramar francesas con sus respectivas metrópolis.

En el mundo real, los cambios a los intereses estratégicos nacionales de esta naturaleza pueden resultar inevitables entre estados de diferentes niveles de desarrollo. Puede ser necesario que se requiera la integración o la asociación de forma que establezca un único lugar e identidad del Caribe en el mundo, antes de que los componentes de la región se conviertan en  suficientemente fuertes económicamente.

A finales de diciembre, personajes principalmente de las economías más grandes del Caribe Occidental se reunieron en Islas Caimán para participar en la primera conferencia para discutir cómo la relación económica entre Jamaica,  Islas Caimán, Cuba, Haití y Puerto Rico podrían ser fortalecidas.

El evento, considerado  la primera conferencia del Caribe del Norte, fue organizado por la Sociedad Nacional de Construcción de Jamaica (Jamaica National Building Society). Entre los oradores estuvieron el Primer Ministro de Jamaica, Bruce Golding, PJ Patterson, el Representante Especial de la Caricom en Haití y ex primer ministro de Jamaica; el premier de  Islas Caimán, McKeeva Bush; el ex primer ministro de Canadá Joe Clark, y un grupo de académicos y empresarios de alto nivel. El evento fue acompañado por una reunión de Ministros de Turismo de la región. 

David Jessop es el director del Consejo Caribeño.

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