Los oficios del placer .

Los oficios del placer .

El tema de la novela de Luis R. Santos resulta directamente proporcional a la personalidad del autor, pues es una obra audaz, impropia de un autor tímido.

Luis R. Santos es un ser muy definido y explícito, ya como persona ya como escritor. El tema de la novela Los oficios del placer resulta directamente proporcional a la personalidad del autor, pues se trata de una obra audaz, impropia de un autor tímido o exageradamente respetuoso, lo cual linda con la mojigatería.
Dicho con el menor número de palabras posible, el argumento de esta novela se expresa así: a una joven prostituta le da con ser novelista y emplea todos sus recursos, sobre todo los naturales, para abrirse paso en ese camino. Consigue asesores, libros que leer, editor y crítica favorable.
La estructura de la obra: narrada en primera persona a modo de memorias por un personaje que habla como el autor, aunque se trata de una mujer de pocos estudios, precisamente la joven prostituta que quiere ser novelista. La obra toca los linderos del ensayo y a veces se aproxima a un manual para escribir novelas. Es una novela de ideas en la que la anécdota funciona como soporte del pensamiento.
Los personajes: Dora Manzueta, quien compara el oficio de meretriz con el de novelista. Darío Pablo, poeta joven, obsesionado con la inmortalidad. Friné, la arquiputa. Pascual, librero español. Santa, la dueña del burdel. Don Rando, el alcalde de Valle de los Lirios; Pedro Graciano. Un sujeto pesado. Señora K, ejecutiva de empresa, insatisfecha y lesbiana. Padre Salomé. Permanente opositor al funcionamiento del cabaret.
Argumento y concepto. Asombra en esta obra el demostrado manejo de la teoría sobre el arte de escribir novelas y el abundante acopio de información sobre la materia, lo cual finamente combinado con una interesante historia de ficción hacen de este libro el producto de una notable ingeniosidad.
Santos es hombre con suficiente experiencia de vida, lo cual aparece bien expresado en sus obras anteriores, y ahora que el autor escala a la madurez narrativa, las vivencias que ha venido acumulando se vierten torrencialmente en su creación literaria, como ocurre en la nueva novela Los oficios del placer.
Los hechos de esta novela son netamente realistas y los personajes son personas reales incorporadas al desempeño de roles en la trama. Las personas reales, mayormente escritores, aparecen con nombres auténticos y los personajes creados por el autor en unos casos figuran con nombres muy aproximados a las reales identidades de sus arquetipos. Por ejemplo, un crítico literario y profesor universitario es denominado Ordalís Peras.
Quizá no parezca realista, sino absurdo, opuesto a la razón, que una prostituta quiera ser escritora. Este tipo de contradicción corresponde a la extrañeza de la literatura, es parte del juego de la creación literaria. Pero no es extraña, sino realista, la debilidad de muchos hombres por las mujeres que venden caricias y fingen orgasmos, pero cuidando la presunta imagen de hombres íntegros, sobre todo si son figuras públicas como alcaldes, empresarios, ministros, legisladores o sobresalientes intelectuales.
La Santa Pervertida es un escenario donde se registran colosales episodios licenciosos con un telón de fondo que cubre mucho más allá de las paredes de ese prostíbulo de pueblo. Luis R. Santos demuestra ser un escritor osado, capaz de romper el miedo al sobrado pudor de lectores, libreros y maestros, el cual de algún modo influye en los autores y limita su libertad creativa.
Luis sabe que una novela con la temática de Los oficios del placer puede encontrar, por causas del puritanismo y la hipocresía, escollos para su distribución y llegada al público; me temo que universidades y colegios religiosos no la señalarán a sus alumnos como lectura complementaria, aun a sabiendas de que se trata de una obra de gran importancia para estudiantes de la carrera de Letras, así como para personas, jóvenes o maduras, que aspiren a aprender el complejo arte de escribir novelas.
Dora Manzueta leerá todas estas novelas, su cuarto se llenará de libros y en ella se operará un cambio, emitirá juicios sobre algunas obras, despreciará unas, encumbrará otras, en fin, su léxico y su capacidad de juicio se ensancharán y se parecerán cada vez más a la forma de hablar y de pensar de Luis R. Santos, quien es un escritor hecho y derecho, autor de Los oficios del placer, obra que viene siendo las memorias de Dora.
Por momentos, Santos se olvida que su personaje es una joven de escasa ilustración y la dota de un discurso de considerable hondura para valorar obras literarias, a la vez de calificar y descalificar autores. El capítulo “Los grandes de América”, que aparece en la página 115, representa la máxima muestra de esta apreciación. Después de emitir todos los elogios que merece la obra de Gabriel García Márquez, la aprendiz de novelista apunta que maestros de la literatura, apurados por las editoras y la muchedumbre de lectores, publican libros horrendos, “que lanzan baldes de mierda sobre la carrera de ciertos maestros. Un balde de mierda sobre trayectoria de García Márquez es, por ejemplo, Doce cuentos peregrinos, una obra que, si me dieran permiso, haría con ella una fogata para espantar mosquitos”. (pág. 119).
Pero no solo los Doce cuentos peregrinos sufren los rigores del escrutinio de Dora. Ella tiene en habitación un espacio que denomina “el rincón” donde van a parar los libros indigeribles, por más reputación que hayan ganado de la crítica. Es dura y frontal su crítica a Ulises, de James Joyce, obra que intentó leer pero que no consiguió: “Y por más obra maestra que fuera, no pude con Ulises, no logró atraparme ni mucho menos impresionarme, como lo hizo, por ejemplo, Trópico de Cáncer, a la que considero el Ulises que todo aprendiz de escritor debería leer”. (pág. 209). También manda al rincón a Paradisso, de Lezama Lima, y El Siglo de las luces, de Alejo Carpentier.
En esta novela pasan muchas cosas. No se trata solamente de los orgasmos de la meretriz que quiere ser novelista y las aberraciones de algunos de sus clientes. En esta novela se cuenta un crimen, con misterio y suspense, el poeta se suicida en la cárcel, el alcalde tiene un percance que lo hace perder el puesto, una mujer de clase media alta abandona a su familia para ejercer su condición de lesbiana. En fin…
En 1991 el escritor noruego Jostein Gaarder dio a conocer su novela El mundo de Sofía, la cual versa sobre la historia de la filosofía. El libro se convirtió muy pronto en un auténtico superventas, en todo el mundo, y ha sido traducido a 54 idiomas. El autor toma como pretexto una inocente trama novelesca, para presentar una guía fundamental sobre la filosofía griega.
En 2016 el escritor dominicano Luis R. Santos da a conocer su novela Los oficios del placer, que hoy presentamos, la cual encierra en una historia picante y bien repleta de picardía, un tratado que versa sobre la composición de la novela. Este libro, como el de Gaarder, tiene vocación universal y merece ser manoseado y leído en muchos ámbitos, pues en todo lugar donde vivan personas hay alguien que quiere ser novelista.
Los oficios del placer, basada en la memoria de una joven prostituta que encuentra íntima relación entre el goce sexual y la escritura, es una novela ingeniosa, atrevida y original. El propio autor la ha considerado urticante y provocadora, para gente sin prejuicios. Pero, por si faltan calificativos, tomaré prestados los que empleó el escritor mexicano Gonzalo Celorio para referirse a la novela Concierto Barroco, de Alejo Carpentier.
Dijo Celorio: “Es una novela deliciosa, propositiva, liberadora”. Yo creo eso y todo lo que he dicho acerca de Los oficios del placer. Ojalá ustedes, después de leerla, digan lo mismo.

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