Los olvidados héroes de Abril

Los olvidados héroes de Abril

El cementerio de la avenida Independencia y otros de provincias y barrios de Santo Domingo se llenaron con los cuerpos sin vida de combatientes caídos en la Revolución de Abril que no se mencionan. El único homenaje recibido ha sido el olvido.

El periódico Patria traía a diario la nueva triste de sus muertes. En el hospital Padre Billini, otro emblema de la contienda bélica, exhalaban muchos el último suspiro. El Darío Contreras, además de centro de salud, fue lugar donde se exterminaba a patriotas que llegaban heridos, según testimonio de un constitucionalista sobreviviente.

Estos anónimos no figuran en libros, no han sido distinguidos con una calle, un monumento. Tampoco aparecen en los inventarios de las víctimas y, sin embargo, fueron tan patriotas y aguerridos como los que han merecido tributo póstumo. Son los otros. Deben ser muchos de los que se aprecian aún con vida en las fotos de la multitud aplaudiendo a oradores, guardando la espalda a los lideres, repudiando al interventor, abominando al CEFA, “a los “genocidas” y “traidores”.

En algunos casos, la foto de su cédula de identidad ilustró la enlutada crónica. En otros se retrataron sus cadáveres, escalofriantes a la vista. Milvio Pérez, activo fotógrafo de la Guerra, inmortalizó con su lente a un patriota en el trance de la agonía a la muerte.

Los olvidados. Entre los primeros caídos de que se dio cuenta está Sergio Soler Batista, de Las Matas de Farfán, humilde comerciante de frutos y verduras que estuvo en casi todas las acciones de la refriega. Fue miembro del comando Luperón Número 5 y luchó junto a los patriotas de la antigua Calle 17.

El 21 de mayo fuerzas contrarias a los constitucionalistas los rodearon “con un infernal abrazo de acero y fuego”. El abastecimiento de los luchadores se había agotado y era imposible renovarlo por el impedimento del “infamante muro yanqui que había cortado en dos grupos aislados al ejército constitucionalista”.

Consciente de la situación, el comandante ordenó retirada pero Sergio “prefirió morir peleando y se encaminó a un jeep con ocho compañeros hacia la esquina formada por las calles Nicolás de Ovando y Albert Thomas a combatir hasta el último aliento”.

Seis tanques los cercaron “vomitando fuego desde sus torretes” y los nueve héroes”, entre ellos una mujer, contestaron “mientras la vida alentó en sus carnes”.

Un disparo destrozó el jeep haciendo volar por los aires los hierros destrozados y cuerpos de héroes sacrificados por la libertad y la determinación, apuntó Patria. En esa lucha murió Sergio Soler Batista. El periódico no cita más victimas.

Otro olvidado es el locutor de Radio Antillas Rafael Núñez Castillo, asesinado el 29 de mayo por los norteamericanos que en Villa Francisca ocupaban el llamado “Corredor de seguridad”. Alguien del vecindario “lo chivateó ante los yanquis asegurando que formaba parte de un comando constitucionalista”.

Por otro lado murió en combate Franklyn Delano Rosa Pichardo, “joven constitucionalista francomacorisano”. Cayó “la madrugada del 29 de junio al iniciarse el levantamiento armado en la ciudad del Jaya. Era estudiante y celador de la Dirección General de Aduanas y Puertos” de Santo Domingo.

José Belarminio Quezada, sastre de la calle Paraguay, fue herido en los combates de la parte norte e internado en el hospital Doctor Salvador B. Gautier. Con el pretexto de trasladarlo al Lithgow Ceara le dieron de alta y cuando llegó a su casa una patrulla del CEFA lo fusiló en la puerta.

Manuel Germán del Villar fue asesinado por francotiradores norteamericanos en el llamado “Corredor de seguridad”. Mientras caminaba por la avenida Duarte lo alcanzó una ráfaga de ametralladora disparada desde las alambradas. Residía en Bonao y hacía 14 días que había llegado a Santo Domingo en su condición de constitucionalista. “Fue velado en la calle Duarte, entre Salomé Ureña y Luperón, donde unos parientes a quienes le hirieron un hijo, Amaury Germán, en el asalto al Palacio”.

Nicasio Díaz tenía un colmado en la calle Seibo. Un compadre “lo chivateó” diciendo que este había escondido al jefe de un comando. Díaz logró irse pero apareció su auto en el Mercado Nuevo y su cadáver en Las Cañitas, asesinado a puñaladas.

Juan Benedicto Burgos López fue asesinado por un miembro del CEFA mientras se encontraba en su casa del ensanche Espaillat. Pertenecía al comando “Manuel Germán” donde estuvo luchando junto a cinco hermanos. Patria identifica al asesino.

Luis Emilio Díaz de la Cruz, del comando Luperón, fue muerto en la Jacinto de la Concha. Otro fue Eduardo Antonio Ozuna (Cuco) del comando Libertad y miembro de POASI quien se distinguió por su arrojo durante la revuelta.

Pedro Tirado Calcaño (Blanco) “cayó víctima de la bala asesina de un guardia del Palacio” mientras era celebrado un piquete por estudiantes que exigían el retiro de las tropas de ocupación de sus planteles.

El Hombre Rana y alférez de fragata Eduardo Abreu Heredia, que se integró al comando San Carlos, escuchó ráfagas de ametralladoras, salió a investigar la procedencia y fue alcanzado por la descarga de una carabina Cristóbal M-1. Según E. M. Almonte Rubiera, redactor de Patria, “era uno de los más valientes con que contó la lucha constitucionalista”. Sus restos fueron inhumados en el cementerio de la avenida Independencia.

Hijo de otro héroe. Un hijo de Modesto Díaz, héroe del 30 de Mayo, también fue asesinado durante la Revolución. Era un luchador que llevaba comida al bando constitucionalista.

Al doctor Nelson Díaz Montaño lo mataron en el cuartel de la policía de Villa Mella. Los agentes “estaban molestos por la simpatía con la causa del pueblo que demostraba” y lo esperaron que regresara de la capital, “le hicieron prisionero y lo asesinaron”. El cadáver fue encontrado frente a una finca de su propiedad en Villa Mella, con cuatro balazos.

Apunta Patria que Díaz Montaño trató de defenderse pues un policía, cuyo apellido ofrece, resultó herido de bala.

El Darío Contreras. Según el testimonio de Alfonso Pérez, miembro del comando B-3 de la calle Altagracia esquina Caracas, el hospital Darío Contreras fue, durante la Revolución, una especie de campo de concentración donde la orden fue “fusilar a todos los constitucionalistas capturados”.

Él fue llevado allí herido de seis balazos recibidos en combate contra los yanquis y pudo apreciar las matanzas cuando lo dieron por muerto. Sus relatos están contenidos en el artículo “Yo vi asesinar patriotas”. Entre los que vio estuvo Emilio Vargas.

Un médico comprobó que estaba vivo, lo operaron y luego fue entregado a la Base de San Isidro donde le encerraron en solitaria, pese a las heridas. Sobrevivió después de un tiempo encerrado en Jainamosa.
En próximas entregas se publicarán otros héroes ignorados.
(Tomados del periódico Patria)

Aclaración
En el reportaje de la semana pasada se publicó por error que la Galería de Mártires de la Revolución fue inaugurada en agosto de 1975, cuando, en realidad, fue en 1965.

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