Los operativos de seguridad

Los operativos de seguridad

SAMUEL SANTANA
Esta claro que han dado sus resultados positivos las medidas que se han adoptado para contrarrestar la ola de violencia y de delincuencia que en los últimos tiempos se ha desatado en el país.

Todo esto indica que en República Dominicana hay una delincuencia que requiere de una atención bien concentrada de los organismos represivos y de seguridad del Estado. Los delincuentes se han replegado sólo tras ver el despliegue de las Fuerzas Armadas en las calles.

Esto indica claramente que los hechos de sangre y los actos delictivos en este país tienen lugar, al extremo de postrarnos en el pánico, sólo cuando las autoridades se descuidan.

Sin embargo, se tiene el presentimiento de que este despliegue será sólo momentáneo, que tan pronto como todo vuelva a la calma, los militares se retirarán y dejaran otra vez el espacio libre.

Se piensa así porque vivimos en un país donde la costumbre es actuar al calor de la necesidad imperiosa, pero, luego, se pone todo a un lado sin dársele seguimiento a lo que fue positivo y necesario.

Lo más lógico sería que si una medida o decisión cualquiera reporta beneficios positivos, pues que se le de seguimiento permanente.

Lo otro es que aunque este plan de seguridad ha dado resultados positivos, lo cierto es que la parte más sacrificada son los militares.

Quien nunca ha pasado por las filas de las Fuerzas Armadas, y especialmente desde el rango más bajo, desconoce lo que pasa un militar en un momento como este.

Estos operativos se han montado sin que se contará primero con una logística bien clara. Para esto no se ha destinado recursos específicos para acomodar a los militares que están trabajando en las calles.

¿Conoce el ciudadano cual es la condición de los reclutas y de los rasos que cada noche son apostados en las carreteras, en los barrios y en los puntos de chequeos?

Esas son gentes que devengan un salario muy por debajo de las necesidades normales de cualquier ciudadano. Los reclutas suelen pasar mucho tiempo antes de ver su primer sueldo, que en su condición de conscripto nunca sale completo como el de un raso.

A ellos los colocan en los puntos de trabajos, pero al otro día deben buscar la forma de llegar a sus casas. Lo que significa que muchos tienen que ingeniarselas pidiendo bolas a los chóferes.

Hay que vivirlo, no se le puede explicar simplemente a una persona el hambre que pasa un recluta en una academia. La ración de comida que le dan es muy limitada. Debe completar con un jarro de agua.

En estos operativos se les da un “chao” a media tarde antes de irse a patrullar. Cuando viene a ser las once de la noche el hambre los sofoca y los pone a tambalear.

Los ciudadanos desconocen del gran descontento que hay en las filas de las Fuerzas Armadas con estos operativos. Esos militares están pasando las mil y una. Lo primero es que los han sacado de su ritmo de servicio normal, donde tienen todo ubicado y donde saben como arreglárselas.

Si no se mejora la condición de vida de quienes están trabajando en estos operativos, ese descontento podría revertirse en algo muy negativo, podría explotar por algún lado.

De hecho los militares están muy desmoralizados. A esto se suma el hecho de que sus propios altos oficiales avivan la desconfianza de la ciudadanía hacia ellos al hablar de cancelaciones por malas conductas y por uso y consumo de drogas. Ser militar o policía ahora misma es exponerse a un estigma preocupante.

Con estas tristes condiciones ellos deben lidiar con una delincuencia peligrosa. Y mientras los delincuentes andan con muy buenas armas de fuego, con la barriga llena y con recursos en los bolsillos, estos militares se mueven con una macanita, un revolver Enriquillo mohoso, sin el pasaje en los bolsillos y con el estómago vacío y con sed.

Aunque no se justifica, pero lo cierto es que estas tristes condiciones son las que empujan a los débiles entre ellos a confraternizar con el delincuente, quien conoce muchas veces de estas debilidades.

A esto se suma la gran exigencia que imponen tanto el Presidente de la República como los altos mandos militares que desean un control de la delincuencia pero sin que se empañe la imagen del gobierno y de las Fuerzas Armadas con el uso de la fuerza represiva. 

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