Los opuestos necesarios

<P data-src=https://hoy.com.do/wp-content/uploads/2008/10/AC1E4A31-18AA-4791-BE15-C7F5543E359C.jpeg?x22434 decoding=async data-eio-rwidth=351 data-eio-rheight=390><noscript><img
style=

Escuchar y preguntar no es discutir. La discusión presupone confrontación de puntos de vistas, opiniones y pretensiones opuestas en un diálogo o una conversación. Y al finalizarla, poner en claro las posiciones que lograron encontrase y las que no. Solo por ese camino el ejercicio puede resultar positivo.

Discutir la reforma que se ha avanzado es lo que corresponde cuando se encarrila al proceso de decisión. Es debate que habrá de provocarse en el escenario colindante al del órgano de decisión. Hay que forzarla en el Congreso, primero, sobre el proyecto de ley que declara la necesidad de la revisión constitucional. Y después, en la fase de la Asamblea Nacional, cuando se reúna como Revisora.

Para catalogar una deliberación como democrática deben existir posibilidades reales de participación y debate. Todo eso toma su tiempo: será más larga cuanto más abierta se pretenda que sea. Los pedidos de rápida aprobación -¿a qué la prisa? evidencian deseos de imposición.

Hacer una discusión positiva no es fácil pero hay técnicas imprescindibles para ello. Hay normas y herramientas muy efectivas para el montaje de decisiones colectivas. La inteligencia radica en la metodología, la sistematización de los temas y la adecuada administración del tiempo en general.

Ha habido mucha ambigüedad con respecto a esta reforma. Las consultas se realizaron para recoger inquietudes y planteamientos. Ahí no hubo deliberación alguna aunque luego se tabularan los resultados. La comisión trabajó con ese insumo de ideas y sugerencias pero no estaba obligada a acogerlas todas. Sin embargo quiso venderse que tan solo con ellas se derivaba toda la legitimidad requerida. Y eso no podía ser así.

Ya hay un texto –que debería concebirse como documento base- del que fue apoderado el Congreso. También hay otra iniciativa sobre el órgano de reforma. Se impone no solo analizarlos sino además debatirlos: que se opine, que se analicen los desacuerdos e ideas alternativas. ¡Pero con la participación de los opuestos!

Apelar a iniciativas académicas con expositores unilaterales para que la gente oiga y pregunte, huele a promoción pero no a discusión. Los anunciados foros son organizados por los mismos y con los mismos que auspician la reforma, lo que puede dar a pensar no ser tan abiertos como se dicen que serán.

En el Congreso hay celos justificados por esas iniciativas extramuros. Pero también en su seno ha habido voces arrogantes, ambiguas, contradictorias e interesadas.

Hay que propiciar el “cara a cara” incluyendo los que plantean soluciones distintas. Para discutirlo todo, inclusive la propuesta de constituyente. Pero con los opuestos también.

De reciente se informó que el Presidente suscribió un acuerdo con la Universidad de Harvard para estimular la enseñanza crítica. No hay que esperar enviar profesores para formarlos en el exterior. La reforma a la Constitución le ofrece al propio Presidente una singular oportunidad para que le muestre al país porqué valora la crítica y cómo la pone en práctica para estimular a que la gente use con sus propias cabezas y no la suplante con la suya.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas