Los (otros) cien días

Los (otros) cien días

FERNANDO I. FERRÁN
Así como el sol no se tapa con un dedo, tampoco puede ocultarse que se han excedido las expectativas de los cien días recién concluidos, particularmente, en el campo económico. Dudo que exista algún especialista o entendido en materia económica que no aplauda lo logrado, con sinceridad y admiración.  Lejos del caos y la desconfianza, el peso ha ganado posiciones con su notable revalorización en el mercado de divisas y la economía muestra síntomas de recuperación. Los más hablan de la confianza restablecida y de la prudencia con la que las autoridades monetarias se desenvuelven.

Por esas u otras razones, la inflación parece estar bajo control, se reducen las tasas de interés y el déficit fiscal, se aleja la posibilidad de que el país caiga en moratoria por concepto del pago de los 7.2 billones de servicios de la deuda y finalmente se ha logrado un acuerdo para un préstamo de contingencia por dos años con el Fondo Monetario Internacional.

A esa lista de logros se unen otros como el acuerdo petrolero con el gobierno venezolano, la conjura de la escasez del GLP, el fortalecimiento de las reservas netas del Banco Central y la aprobación de la reforma fiscal. 

No obstante, por aquello de que hasta el sol tiene manchas, las de estos tres meses han sido la continuidad de los apagones financieros y la relativa incertidumbre que aún se observa en materia de política energética. Quizás debido al lento despegue de la nueva administración o al largo trayecto que implica la renegociación de contratos y la focalización de los subsidios estatales.

En medio de todo lo cual, la nota discordante más oscura y llena de malos presagios proviene de los reclamos y exigencias por puestos en la administración pública. Lo decepcionante de ese comportamiento no ha sido tanto que los miembros de la alianza ganadora en los pasados comicios se comporten como los de tantas otras organizaciones políticas, sino que con ese comportamiento y un sin número de nombramientos que no le quitan presión a la inflada nómina gubernamental se perpetúe la desinstitucionalización del aparato estatal.

De ahí que pueda decirse que, divorciado del bien común y de posiciones ideológicas, el quehacer político dominicano sigue sumido en el clientelismo. Por eso los partidos políticos recuerdan tanto a esos carcomidos edificios cuyo único sostén estructural es la pintura dada por una mano amiga. Pero por eso mismo también el inmenso desafío de la política de «cero tolerancia» frente a la corrupción y la criminalidad pues, si no llega a aplicarse ese grado de intolerancia, y si la Justicia no procede de manera independiente e imparcial, habrá que esperar que la gobernabilidad se derrumbe bajo el peso de esas vetustas edificaciones.

De lo que por ahora sí se puede estar seguro es que los gobiernos no son como los árboles, que si comienzan torcidos jamás se enderezan. La verdad de todo gobierno no está en su comienzo sino en su término. Y por ello, una vez lograda, hay que preservar la estabilidad-competitiva de la moneda nacional hasta el final del mandato presidencial y prestar pronta atención a lo que aún brilla por su ausencia, es decir, el pago de la deuda social.

A todas luces, esa deuda crece día a día e hipoteca el futuro nacional. El campo sigue virgen de acciones innovadoras y sostenibles en términos de calidad de la educación y de la salud, de seguridad social y ciudadana, al igual que de defensa del consumidor y de renovación de nuestro modelo productivo, comenzando por el desfavorecido sector agropecuario que se debate en la incertidumbre ante el embate del libre comercio.

Por consiguiente, a la hora de evaluar el inicio de la administración del presidente Fernández cabe recordar la célebre frase «aún falta mucho por hacer». Porque, si bien la verdad más arriba reconocida sobre el inicio de este gobierno no puede ni debe ocultarse, se requieren otros cien días para acometer una agenda capaz de restaurar la confianza que el cuatrienio anterior terminó carcomiendo, no ya en una persona o en un gobierno en particular, sino en la viabilidad misma de la nación dominicana.

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