Los pactos con el diablo

Los pactos con el diablo

En Marcallé Abreu el diablo convive entre nosotros. Sugiere que el dinero fácil e ilícito proviene de esos pactos diabólicos. Los pactos se hacen con los poderosos…

Los pactos con el diablo son algo más que abundantes en la historia de la literatura. Todos coinciden en aquello de que quien ha firmado un pacto con Satán debe, una vez llegado a término su convenio, entregarle su alma. Uno de los más célebres de la literatura es el de Fausto, el conocido personaje de la obra del mismo nombre de Goethe. Una historia del siglo XVI, cuyas hazañas se habían transformado en leyenda y que habían motivado a otros escritores europeos y más reciente aún a Thomas Mann. El mito de Fausto y los demás pactos con el demonio, tratados por escritores, pintores, cineastas y dramaturgos se mantienen siempre dentro de los límites de lo fantástico. No buscan por ningún medio destruir el mito que, por suerte para la literatura y las artes, alimenta la imaginación y permite nuevas obras. Además, es necesario decirlo, el fin de lo fantástico es lo fantástico.
A pesar de que no se puede hablar de una literatura fantástica en República Dominicana, existen algunos textos fantásticos y también otros que han tratado el tema de los pactos con Mefistófeles. “El Socio”, de Juan Bosch y “Satanás suele ser puntual”, de Roberto Marcallé Abreu, ilustran lo que precede. El texto de Bosch se mantiene dentro del marco de lo que persigue toda obra fantástica: no tocar el mito ni tratar de buscar otra lógica que no sea la que el propio texto ha creado. “Satanás suele ser puntual”, en cambio, aún pudiendo ser considerado como un relato fantástico, pone de manifiesto que los pactos con el diablo no existen.
Incluido en “Las dos muertes de José Inirio” (Editora Taller, 1972), en “Satanás suele ser puntual” se produce una interacción dialéctica entre dos mundos: el fantástico y el político. Aunque el narrador no desestima su proyecto de destruir el mito, el texto, por el tono, las palabras y el ritmo del relato, no tiene nada de diferente de la mayoría de los textos llamados fantásticos. En “Satanás suele ser puntual” se mezclan política y fantasía. La infancia traumática del personaje dominada por el miedo a la noche. Una infancia, iterativa, en la que ya se comienza a esbozar la idea de diablo por intermedio de los padres.
Para el lector se trata pues de un relato fantástico en el cual la idea está basada en ese pacto que es enunciado desde el inicio del texto, pero en el que nadie cree. Es el relato de un ex combatiente constitucionalista recluido en una clínica psiquiátrica. Lo que nos hace deducir que el narrador-personaje cuenta una historia propia de un loco. Una locura que nos lleva a pensar que ha tenido contacto con un mundo fantástico. Lo fantástico, a pesar de la guerra civil de 1965 como telón de fondo, predomina. Pero el organizador del texto nos da la clave desde el primer párrafo. Crea el mismo ambiente de la infancia y el temor al diablo en la época –que resulta ser la postguerra– en que el personaje va a firmar su pacto con Lucifer. Sólo existe un momento en que el personaje no le teme al diablo: durante la guerra. Es cuando se siente protegido. El regreso a los años de la infancia, al temor a la soledad y al abandono, vuelve con la derrota de los constitucionalistas. A partir de entonces se convierte en un ser indefenso y acosado…
De la guerra civil sólo dos acontecimientos ocupan el interés del narrador: la muerte de su compañero Valentín y el éxito personal (durante la postguerra) de su amigo Víctor. Uno le obsesiona; el otro le intriga. El narrador es pues ese punto intermediario entre lo que significó la guerra de abril de 1965: la muerte (Valentín), la frustración (el narrador) y la entrega (Víctor).
El narrador, punto intermediario, está obligado a bascular hacia uno de los dos campos. Su encuentro con Víctor es decisivo: “Fue él mismo quien me preguntó que si yo deseaba hacer un pacto. Dudé, pero al final le respondí afirmativamente. Que ya estaba cansado de aquella vida estéril”. La situación le conduce irremediablemente a dejarse seducir por el bienestar de Víctor. La derrota es completa cuando decide pactar con el diablo (mencionado una sola vez en el relato). Desde el momento en que se evoca por primera vez se comienza a anunciar el final de la historia. Su descripción, a pesar de que se trata de un final sorprendente, nos permite, desde el inicio, saber que en “Satanás suele ser puntual” lo sobrenatural está excluido: “Dijo que no temiera. Que él era exactamente igual que yo, que teníamos el mismo aspecto –pensé en mis cabellos amarillos y mis ojos claros…”.
En Marcallé Abreu el diablo convive entre nosotros. Sugiere que el dinero fácil e ilícito proviene de esos pactos diabólicos. Los pactos se hacen con los poderosos, con la mafia, la droga… El mito es destruido e incluso rechaza la existencia del alma. La cataloga invención e insiste en la entrega: “Lo que te exijo es entrega. Es decir, tú podrás disfrutar de la vida, pero habrás de hacer ciertas cosas por mí, habrá de seguir cierta línea de conducta, porque eso es parte del juego, es parte del fatalismo a que todos estamos sometidos”. El infierno son los demás, escribía Sartre, y el diablo pasa factura.

 

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