Los padecimientos de John F. Kennedy

Los padecimientos de John F. Kennedy

Muy pocos sabían o sospechaban que John F. Kennedy, el hombre que tenía en sus manos el destino de tantas naciones, iba siempre acompañado de médicos y ayudantes provistos de un arsenal de esteroides, anfetaminas, analgésicos y varias pócimas que lo mantenían con vida y en condiciones de funcionar día tras día. Así lo afirma Richard Reeves, biógrafo de presidentes estadounidenses, en su libro JFK: secretos y mentiras.

La publicación, reseñada en la revista Selecciones del pasado mes de Noviembre, relata la vida enfermiza y llena de sufrimiento físico que llevó el miembro más destacado del famoso “Clan Kennedy”, quien, aunque aquejado desde su nacimiento por una serie de dolencias de tipo esquelético le producían dolores constantes, supo sobreponerse a ellas y alcanzar la posición más importante de su nación.

En su meteórico ascenso político fue ayudado por las influencias y el poder de su padre, Joseph P. Kennedy, quien convenció a unos amigos militares para que aceptaran un falso certificado de salud firmado por un médico de la familia, para enrolarse en la Armada con grado de oficial.

Investigaciones realizadas sobre la salud de Kennedy han confirmado que lo que el decía eran secuelas de las heridas sufridas en la guerra, no eran sino las manifestaciones de una avanzada osteoporosis, que le hizo pasar en varias ocasiones largos meses en el hospital y visitar más de una vez las salas de cirugía.

Otro de los padecimientos de Kennedy, al que paradójicamente le debía el aire juvenil que le confería lo que parecía ser un bronceado permanente, era la Enfermedad de Addison, grave trastorno debido a la destrucción autoinmunitaria de la corteza de las glándulas suprarrenales que se caracteriza por pigmentación de la piel y el cabello, hipotensión arterial, debilidad y propensión a las complicaciones infecciosas.

Cuando se descubrió que la vida de las personas que padecen enfermedad de Addison puede alargarse con inyecciones de cortisona, el acaudalado Joseph Kennedy hizo guardar corticosteroides en cajas de seguridad de todo el mundo, y Kennedy adquirió una dependencia permanente de estos fármacos. Durante su presidencia siempre iba acompañado de dos ayudantes con sendos “maletines negros”: uno con claves y procedimientos para iniciar una guerra nuclear, y el otro con los medicamentos que el presidente necesitaba a diario para seguir con vida.

El libro recrea con detalle la influencia que los médicos ejercieron en la vida de Kennedy. Especial mención merece Max Jacobson, cuya mala fama le valdría después el mote de “doctor curalotodo”, y quien suplía al presidente de estimulantes tipo anfetaminas que le ayudaban a soportar los terribles dolores que padecía. Tal fue la preeminencia que alcanzó el doctor Jacobson en la vida de Kennedy, según la citada publicación, que su esposa Jacqueline temía que se volviese adicto a las drogas.

El cuadro de los padecimientos del presidente Kennedy lo completaban la sordera de uno de sus oídos, trastornos gastrointestinales frecuentes, múltiples alergias y una enfermedad venérea crónica, que de acuerdo a sus biógrafos, era gonorrea.

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