HAMLET HERMANN
Difícilmente podría repetirse un acto tan emotivo y emocionante como el que tuvo lugar el jueves 24 de mayo de 2007 en el Ateneo Amantes de la Luz de Santiago de los Caballeros. Llovía como si aquella noche la Naturaleza quisiera poner a prueba el deseo de asistir de muchos. No obstante, más de mil personas en representación de la vergüenza y de la dignidad santiagueras se dieron cita para rendir homenaje a «Los Panfleteros de Santiago».
¿Quiénes fueron ésos?
Desde mediados de la década de los años 1950, un adolescente llamado Wenceslao Guillén inició un apostolado para crear conciencia ciudadana sobre las perversidades y crímenes de la tiranía de Rafael Trujillo. Los barrios y las escuelas de la Ciudad Corazón fueron los semilleros en los que «Wen» sembró coraje para enfrentar uno de los peores regímenes que la humanidad haya podido conocer. Esta siembra empezó a cosechar fuerzas cuando aglutinaron la Unión de Grupos Revolucionarios Independientes (UGRI) cuyo propósito fundamental sería el derrocamiento de Trujillo.
Las heroicas repatriaciones armadas de junio de 1959 por Constanza, Maimón y Estero Hondo «llegaron llenas de patriotismo, enamorados de un puro ideal y, con su sangre noble, encendieron la llama justa de la libertad». Y a partir de esa epopeya la UGRI formada por adolescentes y niños, inició acciones que buscaban despertar el pueblo dominicano de la pesadilla trujillista. No disponían de recursos materiales pero, plenos de dignidad, lograron elaborar numerosas octavillas condenando al tirano y a su régimen. E inundaron Santiago.
Aquellos volantes decían por el anverso:
«!Viva la Revolución! ¡Abajo el tirano! ¡Libertad o Muerte! (UGRI)».
Y por el reverso completaban el mensaje así:
«Con perdón de la expresión, Trujillo es una mierda.»
Esos volantes fueron distribuidos en el entonces aldeano Santiago entre las 8 y las 9 de la noche del día de Reyes, martes 5 de enero de 1960. Días después, los esbirros de la tiranía empezaron a apresar decenas de adolescentes santiagueros y, en interminables sesiones, a fuerza de picanas, sillas eléctricas y cuantas barbaridades imaginaron, masacraron hasta la muerte a 27 de estos niños en la noche del viernes 29 de enero de 1960. Esos héroes/mártires de la lucha contra la tiranía trujillista, que nunca llegaron a conocer el miedo, fueron designados desde entonces por el pueblo como «Los Panfleteros de Santiago». El hecho de que la tiranía fuera repudiada activamente por niños y adolescentes, evidenciaba que sus días estaban contados.
Desgraciadamente, por muchos años esta lucha juvenil no había sido priorizada por los historiadores hasta que la Comisión Permanente de Efemérides Patrias propició que el doctor Ramón Antonio Veras, sobreviviente de aquella gesta, recopilara un libro en el que se rescatara la memoria de esos niños/hombres.
Y allí, en el mismo Santiago, 47 años después, se pudo escuchar la firme y reposada voz de Luis Gómez Pérez, un titán ejemplar que ahora ronda los 70 años de edad, describir cómo era aquella casa de horror que se conoció como «La 40» . Y decía Luis que ese antro del crimen, donde él mismo fue torturado brutalmente, se convirtió en un infierno para aquellos que permitieron que el miedo se apoderara de sus mentes. Pero para niños/hombres como Wenceslao Guillén, Manuel Bueno y otros «panfleteros», fue un paraíso porque colocaron la lealtad por encima del sufrimiento, cosa que consideraban, revolucionariamente, como un riesgo ocupacional.
Y esa noche de jueves en Amantes de la Luz también vibró «Negro» Veras, único sobreviviente del núcleo central de «Los Panfleteros». Decía que aquellos niños/hombres habían vivido y luchado con alegría. Y que con esa misma alegría habían enfrentado las torturas y la muerte sin delatar a sus compañeros. Planteó entonces que los 29 de enero de cada año debían ser conocidos en lo adelante como día de «Los Panfleteros de Santiago». Se rendiría así homenaje a «aquellos adolescentes que, no obstante su corta edad, demostraron mucho talento, abnegación, disciplina y sentido de responsabilidad cívica y patriótica».
Y hechos así nos recuerdan que cada gran acontecimiento en nuestra historia ha sido encabezado por «los muchachos», por jóvenes desconocidos que han puesto en marcha las conmociones sociales y que hoy añoramos su presencia para recuperar la honestidad y la dignidad que nos merecemos.
Crece con un acto como ese nuestro respeto por Santiago que, aunque tarde, no olvida a sus héroes/ mártires y que cada año por venir les rendirá, el homenaje que merecen.
¡Larga vida tenga la memoria de «Los Panfleteros de Santiago!