Los papeles de Ramfis Trujillo

Los papeles de Ramfis Trujillo

LEANDRO GUZMÁN
El notable historiador dominicano Bernardo Vega acaba de darnos una nueva sorpresa literaria, al publicar —esta vez en calidad de editor— el libro La muerte de Trujillo, según sus autores y los papeles de Ramfis Trujillo, fruto de los archivos de don Emilio Rodríguez Demorizi y del propio hijo del dictador.

Se trata de una obra póstuma donde Vega, a solicitud de Clara Rodríguez Demorizi, hija del historiador, ordena textos de los archivos de don Emilio para reproducir material inédito sobre el complot para matar a Trujillo, de boca de los propios héroes del 30 de mayo, así como documentos de Ramfis Trujillo. Esos papeles le fueron entregados por Ramfis a Rodríguez Demorizi, cuando ambos residían en Madrid. También figuran algunas correspondencias entre ambos entre los meses de mayo y diciembre de 1961. Los dos personajes fueron íntimos amigos.

Hemos leído detenidamente este nuevo libro sobre los acontecimientos que rodearon la muerte de Trujillo, incluso los testimonios de las partes involucradas, no siempre objetivas. Se incluyen testimonios de Ramfis Trujillo, de algunos de los esbirros que sirvieron al régimen y artículos periodísticos relacionados con el tema.

Nosotros no somos críticos literarios, pero nos parece que el libro no aporta grandes cosas nuevas sobre los acontecimientos del 30 de mayo, puesto que las únicas novedades son las declaraciones interesadas del analfabeta coronel Horacio Frías, comandante de la cárcel de La Victoria; del mayor Américo Dante Minervino, jefe de torturas de la horrorosa cárcel de La 40; la carta dirigida a Ramfis por el coronel constitucionalista Miguel Angel Hernando Ramírez-su amigo personal-y las opiniones del pupilo de Trujillo sobre los héroes del 30 de mayo. Estas son, básicamente, la parte aparentemente más relevante del libro.

Sin embargo, es bueno decir que Horacio Frías, al narrar la decisión del general Pupo Román Fernández de asesinar a Segundo Imbert y a Papito Sánchez Sanlley, coincide con lo que dice Joaquín Balaguer en La Palabra Encadenada, excepto en que el primero ofrece la fecha exacta de ese alevoso crimen, que fue el 1 de junio de 1961. Naturalmente, según ambos, Pupo Román trataba de eliminar los testigos de su compromiso con la ejecución de Trujillo, de lo cual se arrepintió luego de los acontecimientos, pues no es lo mismo llamar al Diablo que verlo llegar. Creemos una exageración de Horacio Frías al plantear que Pupo Román era un ladrón de vacas, pues es difícil admitir que en tan cruciales momentos un general del Ejército y secretario de las Fuerzas Armadas diera órdenes para apropiarse de ganado ajeno. Esto, de por sí, pone un manto de duda sobre la verdad de las declaraciones de Horacio Frías, quien trata de eludir su responsabilidad al decir que cuando Román le dio órdenes de buscar y matar a algunos de los complicados en el ajusticiamiento de Trujillo, evadió tal compromiso enviando a 20 hombres al mando de un teniente. Uno se pregunta si en tal momento un coronel podía desobedecer la orden de un general, por demás secretario de las Fuerzas Armadas?

El desagradable recuerdo que tengo de Horacio Frías, entre otros, es el que se refiere a la “sentencia” que dictó contra la heroína Minerva Mirabal, presa junto a su hermana María Teresa y nosotros en la cárcel de La Victoria, cuando le dijo:

—¡Tú, vas a morir con los zapatos puestos!

Sólo transcurrieron algunos meses cuando la sentencia se cumplió, el 25 de noviembre de 1960, cuando las tres hermanas regresaban de la cárcel de Puerto Plata, donde habían ido a visitar a Manolo Tavárez y el autor de este artículo.

En cuanto a Américo Dante Minervino, es poco lo que aporta, pues es de todo el mundo conocido por la entrega a Ramfis Trujillo de los héroes del 30 de mayo, junto al jefe y subjefe de la Policía Nacional de aquel entonces, general y coronel Jorge Moreno y Tapia Cessé, respectivamente. Este sujeto, Dante Minervino, fue el más represivo de los criminales de La 40. Se deleitaba especialmente cuando azuzaba a su perra Diana contra prisioneros desnudos y esposados, que el animal casi destrozaba a dentelladas. Previamente, el prisionero había sido “ablandado” a chuchazos con un vergajo de toro, para que cuando llegaran los oficiales de la aviación Tunti Sánchez, César Báez y Tavito Balcácer, entre otros, los encontraran en una situación en que se “facilitaban” los interrogatorios.

Minervino, junto a Johnny Abbes García y Candito Torres, fueron los esbirros más terribles que ha registrado la historia de la cárcel de La 40.

En el libro comentado, Ramfis Trujillo se pinta como un adorador de Jesucristo, incluso con el uso de palabras de la Biblia y del Nuevo Testamento, cuando la verdad es que ese sujeto asesinó no solamente a los sargentos de la Aviación que conspiraron contra Trujillo, sino a los sobrevivientes de la gloriosa expedición del 14 de Junio de 1959 y a los héroes del 30 de Mayo. ¿Puede ser cristiano un hombre que haya cometido tan bárbaros crímenes, obligando incluso a infelices cadetes a que fusilaran a sus compañeros de armas, en este caso a los sargentos que conspiraban?

La carta del coronel constitucionalista Miguel Ángel Hernando Ramírez, dirigida a Ramfis, llega a la ofensa personal contra el héroe del 30 de Mayo Antonio Imbert Barrera, llamándole “cerdito” y diciendo que es un cobarde. ¿Puede ser un cobarde un hombre que tuvo el suficiente material colgante para participar directamente, junto a otros de igual valor, en el ajusticiamiento de un criminal como Trujillo?

Sería útil que el coronel Hernando Ramírez corroborara la autenticidad o no de esa carta, pues uno podría pensar que de no haber sido por su súbita enfermedad al iniciarse la revolución constitucionalista de 1965, lo que en realidad deseaba era que Juan Bosch retornara como Presidente Constitucional, con Ramfis Trujillo como uno de sus comandantes, en lugar de Francis Caamaño, a quien Ramfis-que asume poses antiimperialistas sin haber hecho nada para combatirlos-elogia por su lucha contra la intervención norteamericana de dicho año.

Los analistas deben tener sumo cuidado al comentar los documentos incluidos en el libro La muerte de Trujillo, según sus autores y los papeles de Ramfis Trujillo, especialmente las cartas, ninguna de las cuales aparece firmada, para formarse un juicio de valor fundamentado, sobre todo porque en gran parte provienen del archivo de un hombre de una vida criminal y licenciosa, pero además con antecedentes psiquiátricos.

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