Los impuestos que el Congreso va aprobando en cambiantes conflictos con sectores y a marcha forzada para salvarnos ante el FMI, dejan de todos modos al país en una frustrante transitoriedad en un área en la que se ha ido de parche en parche y de espaldas a la realidad de que los tributos siempre podrán parecer injustos si no existe garantía sobre la racional y eficiente utilización de los recursos. El Gobierno no ha hecho lo suficiente para recuperar la confianza de los ciudadanos sobre su gestión en importantes aspectos. De tiempo en tiempo aparece la indicación de excesos en sueldos para una burocracia demasiado grande. Además se observa una inversión pública desigual que pone a la nación a cojear donde no debería y a deslumbrar donde no es imprescindible.
Pagarle mucho al Fisco carece de mucho sentido si la gente no palpa el retorno provechoso en obras y servicios; y si el Estado no administra ni protege a cabalidad muchas de las obras de costos exorbitantes que se deterioran con rapidez. Una reforma fiscal con vocación de permanencia sería aquella que logre ingresos que procedan un poco más de los bolsillos y patrimonios de la abundancia. Aquí la evasión es demostradamente alta y la voluminosa economía informal escapa por completo del recaudador en perjuicio de los que sí pagan. La electricidad es otro ejemplo de que solo un sector -el que la paga- carga pesado junto con el propio Fisco.
Unas protestas inaceptables
Esgrimir un motivo mezquino para la paralización arbitraria y sorpresiva de un servicio público resulta inaceptable. Indigna que así haya ocurrido solo para sacar forzosamente de la cárcel a una persona con problemas que en nada incumben a los usuarios del transporte atropellados de esa manera por la protesta. Los choferes que el viernes se amotinaron y cerraron el tránsito por las muy transitadas rutas de la avenida Charles de Gaulle causaron un perjuicio indiscriminado a mucha gente que por allí tenía que transitar libremente.
Los transportistas organizados; esos de los paros sorpresa que cíclicamente agreden a miles de ciudadanos desesperados por llegar a los destinos de su legítimo discurrir, no muestran el menor interés de salir del descrédito que les rodea por sus desafueros y por los brutales enfrentamientos entre ellos mismos que ya han dejado varias víctimas mortales en las vías públicas.