Los Paredones: ¿arte precolombino o falsificaciones contemporáneas?

Los Paredones:  ¿arte precolombino o falsificaciones contemporáneas?

En 1952 el Ing. Emile De Boyrie Moya (1903-1967), director del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad de Santo Domingo, publicó su trabajo: “Las piezas arqueológicas de material travertínico de las cuevas de Los Paredones (Caleta Dos), República Dominicana”.

Allí relató el hallazgo de una gran cantidad de piezas ubicadas a partir de 1950 en cuevas a 5 kilómetros al norte de la actual autopista Santo Domingo-San Pedro de Macorís, directamente al norte del actual Aeropuerto Internacional de Las Américas y de la playa de La Caleta. Habían sido confeccionadas de estalagmitas y estalactitas. Incluían pendientes cilíndricos y cuentas de collares. La publicación incluyó ocho láminas de fotografías. (Fotos 1 y 2).

Diez años después Irving Rouse, (1913-2004) profesor de la Universidad de Yale y gran autoridad en arqueología de las Antillas, publicó un artículo en un libro sobre una colección de 54 artefactos precolombinos encontrados a ocho millas al este de San Juan de Puerto Rico y con un estilo diferente al arte taíno, recolectados entre 1910 y principios de los años veinte. Habían sido confeccionados de estalactitas de cuevas y representaban aves, peces y otros animales, en tamaños entre 0.9 y 19.9 centímetros. También aparecieron amuletos y cilindros “no decorados, lo que lo diferencia de los cilindros de estalactitas encontrados por Boyrie Moya”, refiriéndose a su trabajo de 1952. Fueron encontrados debajo de la superficie de la tierra, en zonas de cultivo. (Foto 3).

El propio Rouse había trabajado la zona entre 1936 y 1938 donde había localizado tres cuevas con petroglifos, concluyendo que las piezas de la colección Bailey eran previas al período de los taínos.

En 1967 Boyrie de Moya falleció y su sobrino, autor de este artículo, escribió al profesor Rouse informándole sobre la mala noticia. Rouse, junto a José María Cruxent (1911-2005), arqueólogo venezolano, habían estado asistiendo a De Boyrie Moya sobre el tema de Los Paredones. De Boyrie Moya había escrito un texto en abril de 1964 pero no lo había publicado en espera de información que suplirían el americano y el venezolano, sobre todo los resultados de análisis de carbón catorce que permitirían determinar la antigüedad de las piezas. Ya en el manuscrito de 1964 De Boyrie Moya había citado la ausencia de cerámica al nivel de las piezas travertinicas, lo que hacía suponer que pertenecían a una cultura más antigua que la de los taínos, coincidiendo así con Rouse y su análisis en Puerto Rico. De Boyrie Moya también había puesto énfasis en que a partir de 1956 y 1963, fechas de las excavaciones posteriores, habían aparecido “piezas mayores… de apreciables dimensiones y peso”. También citó “extraños rasgos”, algunos “con aspectos negroides” y “un singular criterio plástico”. De Boyrie Moya desde 1961 no podía salir de su habitación por razones de salud, por lo que no había participado en las excavaciones. En la excavación de 1967, poco antes de la muerte de De Boyrie, quienes habían participado habían sido J. M. Cruxent e Irving Rouse. Emile Andrés De Boyrie Camps, hijo del arqueólogo, recuerda que acompañó a Rouse en la excavación y que tan solo encontraron cuentas de collares. Presumiblemente junto a estas fue que Rouse tomó las muestras para el análisis de carbón catorce. Luis Chanlatte Baix, quien había acompañado a De Boyrie Moya en las excavaciones de 1950-52, tampoco había participado en nuevas excavaciones por haberse trasladado en 1965 a laborar en la Universidad de Puerto Rico. Rouse contestó la carta de Bernardo Vega:

“Su muerte es una gran pérdida para la arqueología caribeña. Siempre estaré agradecido de que tuve la oportunidad de juntarme con él antes de que muriera y especialmente de que pudiera enterarme a través de él sobre las esculturas de Los Paredones. Es una pena que no vivió para ver la publicación de su libro y para recibir las fechas de radio carbono que Cruxent y yo estamos obteniendo para él.

“Al recibir su carta llamé al doctor Minze Stuiva, director del Laboratorio de Radio Carbono de Yale, para preguntarle sobre la muestra que estaba analizando. Me informó que la fecha de la muestra, que lleva el número Y-1850, es de hace 1680, más o menos 100 años desde ahora, es decir del año 270 de la edad de Cristo. Esta fecha es mucho más temprana que la esperada. Yo había pensado que estaría entre los años 750 y 1500 de la Era de Cristo. Esa también era la opinión de su tío, como dijo en sus últimas cartas a mí…

…“Por supuesto usted está en libertad para usar esa fecha, de cualquier manera que desee, pero yo le recomendaría no hacerla público, por lo menos hasta que usted haya recibido el fechado de Cruxent.”

Como el fechado de Cruxent nunca llegó, la familia optó por no publicar el manuscrito de 1964 De Boyrie Moya.

El mismo año de la muerte de De Boyrie Moya, Francisco (“Chito”) Henríquez Vázquez, entonces director del Departamento de Historia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, escribió sobre Los Paredones, vinculándolo a los ciboneyes. En 1968 Marcio Veloz Maggiolo y Fernando Morbán Laucer escribieron sobre el tema, haciendo interpretaciones socioculturales el primero y definiéndolo como un santuario prehistórico el segundo.

Veloz Maggiolo se fue a estudiar antropología a España publicando allí en la revista “Mundo Hispánico” un artículo sobre el tema donde enfatizó cómo a partir de 1960 comenzaron a aparecer tallas líticas de hasta 65 centímetros y cómo “la cultura de Los Paredones sigue siendo un misterio. Pese a su fabuloso cargamento expresivo y el número de piezas recuperadas, no existe un acuerdo sobre su procedencia”. Citó cómo Chanlatte Baix había acompañado a De Boyrie Moya en las primeras excavaciones y cómo ni Rouse ni Cruxent tenían “una opinión definitiva”.

A finales de 1968, poco después de esa publicación, la prensa dominicana reportó que las piezas eran falsas y habían sido talladas por lugareños. Al serle enviado por Bernardo Vega el artículo que había aparecido en “Mundo Hispánico” a Rouse, éste contestó: “Hubiera preferido que el artículo no me hubiese mencionado, a la luz de las más recientes revelaciones sobre los hallazgos”. Agregó que había contactado al director del Museo del Indio Americano quien le había dicho que le gustaría mucho hacer un estudio sobre el arte taíno de su país, junto con el material de Los Paredones.

Luis Chanlatte Baix declaró a la prensa dominicana que el arte de Los Paredones era un “mito arqueológico” y que había tenido sus dudas desde 1946. Días antes el Dr. Manuel Mañón había declarado que se trataba de “un gran fraude”. Chanlatte indicó, sin embargo, que “le causó extrañeza cómo estos ídolos comenzaron a llegarnos pequeños en 1946 y luego fueron creciendo hasta convertirse en adultos”. El hijo de De Boyrie Moya informó al autor de este artículo que el principal excavador, un campesino, Ramón Mosquea, apodado Benyí, para exculparse le había ofrecido separar de la colección de De Boyrie Moya las piezas falsas de las auténticas, pero no se aceptó su oferta.

En el mismo año del escándalo, Cruxent, la arqueóloga venezolana Sagrario Pérez Soto de Atencio y los arqueólogos dominicanos Manuel García Arévalo y Bernardo Vega fueron, por su cuenta, sin estar acompañados por lugareños, a una cueva, a unos cinco kilómetros al oeste de las cuevas de Los Paredones y encontraron una estalagmita esculpida de unos 15 centímetros de largo, muy parecida a las piezas citadas por De Boyrie Moya en 1952. Junto a la misma apareció osamenta humana. (Fotos 4, 5, y 6).

CONCLUSIONES: El material lítico votivo de Los Paredones obtenido por De Boyrie Moya entre 1950 y 1952 aparecido en los abrigos rocosos y cavernas que abundan entre los farallones pleistocénicos de la zona al norte de La Caleta y citado y fotografiado en su ponencia de ese año es auténtico por las siguientes razones:

1. El fechado de carbón catorce de la muestra tomada por Irving Rouse en 1967 es el año 270 de la era cristiana, lo que coincide con el período pre-taíno de las piezas similares encontradas en Puerto Rico. Rouse sólo encontró en las cuevas de Los Paredones las típicas cuentas de collares reportadas por Boyrie en 1952.

2. La ubicación, por parte de Cruxent, Manuel García Arévalo, Bernardo Vega y Sagrario Pérez Soto de Asencio en la cueva al oeste de Los Paredones de una pieza de tamaño y estilo similar al de las piezas sacadas de esas cuevas por De Boyrie Moya entre 1950 y 1952. Esa pieza tenía al lado un hueso humano lo que indica que era de carácter votiva. Es usual encontrar ofrendas entre esqueletos. Lamentablemente a ese hueso no se le hizo un análisis de carbón 14, para determinar la fecha de la muerte del individuo.

3. La ubicación de piezas del mismo material y estilo en una cueva en Puerto Rico y citadas por Rouse. En resumen se trata de cuatro excavaciones controladas por reconocidos arqueólogos.

4. El ofrecimiento del principal huaquero de separar las piezas falsas de las auténticas en la colección de De Boyrie Moya.

El hecho de que desde 1961 De Boyrie Moya no podía salir de su casa y de que a partir de 1965 Luis Chanlatte Baix partió hacia Puerto Rico significa que excepto por la breve visita de Rouse y Cruxent en 1967, ningún otro arqueólogo trabajó Los Paredones. Eso permitió a los lugareños confeccionar piezas falsas, de mucho mayor tamaño y expresión y ofrecerlas en venta al público en general, creando así un arte “nuevo” reflejo del ingenio y la creatividad popular, a partir de los rasgos escultóricos observados en los objetos prehistóricos encontrados en el área de Los Paredones. Surgió una nueva contribución a la artesanía popular dominicana. Años después y con el auge del turismo se masificó la práctica de elaborar piezas precolombinas falsas, al nivel nacional, utilizando no solo estalactitas, sino madera, cerámica y huesos.

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