Los partidos deberían reflexionar sobre su futuro

Los partidos deberían reflexionar sobre su futuro

Teófilo Quico Tabar

Inicio de año es propicio para planificar y reflexionar. Incluyendo los dirigentes políticos, pues según varios estudios de opinión, los partidos van perdiendo credibilidad. Probablemente como consecuencia de limitaciones para actuar como agentes reales de la democracia. Como escribió Karl W. Deutsch, uno de los más destacados científicos sociales del siglo XX: “los partidos políticos son organizaciones claves para obtener resultados sociales y políticos. Lo logran agregando varios grupos de interés en una coalición estable que es más fuerte y poderosa que cualquiera de los grupos por separado. Deberían estar constituidos por grupos o comunidades organizadas alrededor de ideas y de la satisfacción de necesidades”.
Pero al no existir comunidades verdaderamente organizadas alrededor de ideas y proyectos comunes, sino fundamentalmente en la defensa de determinadas particularidades, les dejan el camino abierto a grupos y sectores auspiciados por los estamentos de poder. Funciones propias de los partidos, casi nunca se realizan a través de ellos.
Como existe una correlación entre los problemas económicos y las condiciones de vida de las grandes masas, la motivación a nivel popular casi siempre está orientada hacia la superación de su condición de pobreza. Esto orienta la lucha por el poder hacia la satisfacción de las emergencias sociales, por lo cual los partidos se ven limitados en su esfuerzo por programas de más largo alcance de los grupos de poder. Con más razón, porque a través de los partidos políticos normalmente solo se expresan los grupos tradicionales.
Incluso, esfuerzos que aún realizan los grupos llamados de izquierda para incorporar al sector popular, casi siempre han encontrado obstáculos conducentes al fracaso; porque los partidos que dicen representar mejor los intereses populares, al hacerlo sin contar con una sólida participación popular, lo que han logrado es cristalizar frustración y fraccionamiento. Sin ofrecer resultados tangibles. Restándole por tanto dinamismo a las fuerzas de cambio que deberían representar.
Estos hechos refuerzan la pauta generalizada de partidos políticos cuya única función relevante es organizar procesos electorales. Y ante el predominio de la función electoral, los partidos contribuyen con sus enemigos en la idea de que son instrumento del clientelismo. Los aspectos de carácter conceptual y de bien común pasan a segundo o tercer plano. Sus sistemas de organización arrastran rasgos caudillistas, desvirtuando la función democrática.
No hace tantos años, en un estudio sobre la situación de los partidos políticos en la América Latina, el conocido politólogo alemán Manfred Mols señalaba: “Casi todos los partidos latinoamericanos están organizados elitistamente. Sea que se trate de sistemas de partido único o de varios partidos, que además operan en un sistema político medianamente democrático. Siempre o casi siempre domina una muy delgada capa de dirigentes”.
Como persisten esas debilidades, pienso que este período podría resultarles de provecho para reflexionar. Para que, independientemente de la importancia de las elecciones y sus candidaturas, pensando más allá, puedan lograr organizaciones estables y voluntarias de ciudadanos agrupados alrededor de principios, del bien común, y en defensa de intereses generales. Porque sectores llamados independientes, pero también algunos dirigentes partidarios apuestan a su debilitamiento. Feliz Año.

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