Primer decenio siglo XXI. Tiempo de regresión en el que la política termina de convertirse en fuente de corrupción, próspero negocio que sólo compite con el narcotráfico, donde la postulación a un cargo electivo no tiene más requisito que el dinero disponible para invertir en la campaña
Aquel 16 de mayo del año 2000 cuando los dominicanos tomaron el látigo electoral para expulsar del poder a los muchachos del PLD, la promisoria generación de relevo que en 1996 tomó las riendas del país proclamando un nuevo camino, no se vislumbraba un resquicio de retorno para aquellos jóvenes que, como pupilos de Juan Bosch, parecían garantizar el inicio del fin de cuanta injusticia y corrupción prohijaran los precedentes gobiernos rojos y blancos.
Al recibir eufórico el nuevo siglo, cuando todavía la degeneración ética y moral no había comercializado y prostituido la política en los asqueantes niveles actuales, el pueblo estaba frustrado pero no desesperanzado.
Y es que en ese año electoral promovían la candidatura de un hombre de palabra, una fuerza volitiva encarnada en Hipólito Mejía, carismático líder perredeísta que en su campaña proclamaba al PRD como La Esperanza de la Gente, prometiendo, como el que le precedió y sucedería en el mando, combatir la pobreza y la corrupción, las más vergonzosas lacras dominicanas.
Pero en su administración esas lacras crecieron y, prontamente defraudados, los dominicanos vivieron unos años de espanto, un mal Gobierno en el que pobreza y corrupción se multiplicaron. En el 2000 eran pobres el 27.7% de la población dominicana, y para 2004 un 43%, mientras la deuda pública, incrementada con los bonos soberanos y compra de las EDE, subió de US$3,384.8 millones a US$6,379.8 millones.
Triunfo electoral. En el 2002, todavía en alto el robusto liderazgo de Mejía, el mapa electoral se tiñó de blanco, ganando el PRD 29 senadurías y el PLD una. Pero su estrella declinó, la crisis económica de 2003 y enojosas señales de autoritarismo y prepotencia mermaron su popularidad, sobre todo desde que modificara la Constitución para poder reelegirse.
__Lejos de apuntalar la importante aceptación de la población de sus primeros dos años de Gobierno, Mejía se distrajo y distrajo al país con una reforma constitucional que de un plumazo eliminaba la principal conquista de su partido y de José Francisco Peña Gómez en particular: el principio de la no reelección, expresa el sociólogo César Pérez.
La quiebra de los bancos indica-, las inundaciones de finales de 2003 con efectos funestos para la agricultura, los Juegos Panamericanos, la recompra de las EDE, la repulsa que tuvo el intento reeleccionista de Mejía en vastos sectores, se conjugaron como factores que determinaron un rechazo a su gestión de Gobierno, que a la postre facilitó el ascenso de nuevo de Leonel Fernández al poder, rehabilitado por esa reforma constitucional.
En 2004, el país retomó el látigo electoral en los comicios de mayo, y sacó a Mejía del poder. Tan decepcionados estaban, que volvieron a llevar al mando a Fernández, pese a la gran frustración ante la paradoja de un notable crecimiento económico con tan poco efecto redistributivo que el pueblo los bautizó come solos.
Degradación. Desaparecidos los dos grandes líderes que dominaban el escenario político, Bosch y Balaguer, entre 2000 y 2010 prosigue el relevo generacional, degradándose aún más la actividad política. Con los reformistas en desbandada, en proceso de extinción, se entronizó el bipartidismo, una encarnizada lucha por el poder entre PLD y PRD, promoviendo el transfuguismo, la compra de votos, el uso de fondos estatales por el partido oficial, como se evidenció en los recientes comicios, tiñendo de morado el mapa electoral.
Durante el último decenio, trocada la política en mecanismo de movilidad social, agencias de empleo y prometedora fuente de contratas y negocios, los partidos terminaron de vaciarse de ideologías. Nos hemos quedado sin partidos, en los que se fortaleció la tendencia de perder representatividad. No tienen contenidos, ya todos son iguales, y si tienen capacidad de convocatoria, ésta se asocia más a la posibilidad de lograr movilidad social, un empleo, un favor, dice el economista Miguel Ceara Hatton, y agrega:
__Eso conduce a que también se fortaleciera el clientelismo, única forma de relación que tiene ya el sistema político con la sociedad dominicana es a través del clientelismo, que es la negación de los derechos. En esta última década el fortalecimiento de esa forma de hacer política está debilitando el Estado de derecho. Por tanto, una parte de la sociedad queda excluida, porque el que no se vincula con el clientelismo no tiene ningún vínculo con el sistema político, no hay propuestas, no hay convocatorias, concertación, o se vinculan con el clientelismo o quedan fuera. Ese es el gran dilema.
La consolidación de la política como actividad clientelar supone el debilitamiento de las instituciones políticas, y eso lo han practicado los partidos que gobernaron en el decenio, afirma el sociólogo Celedonio Jiménez. Este retroceso ha sido colateral a la imposición de una concepción que postula y practica un pragmatismo extremo, que excluye o separa la ética del ejercicio político.
__El ejercicio político -dice- también permitió la ampliación del exclusivo y poderoso club de los que han experimentado una vertiginosa movilidad social ascendente, por quienes han usufructuado el poder. El contundente poder que exhibe hoy el PLD y su Gobierno no es ajeno a este fenómeno.
__Se incrementó la tendencia hacia la centralización política, expresada en la emergencia del bipartidismo y luego en una afirmación de la voluntad de control, de manera absoluta, de los distintos poderes del Estado por parte del PLD, particularmente por la tendencia de Fernández.
Alternativas. Las opciones para transformar el estatus quo, la situación política, económica y social han sido el voto y la movilización social, el empoderamiento ciudadano. La experiencia con el voto ha sido poner y quitar gobernantes, sin cambios esenciales en sus programas o forma de gobernar. En tanto, en la movilización social los avances son lentos, aunque es alentador el surgimiento de grupos juveniles, nuevas voces, nuevas formas de protestar y reclamar los derechos ciudadanos.
La consolidación democrática precisa de un mejor régimen de representación y organización de los ciudadanos, sólo posible con una ciudadanía de calidad, ciudadanos que ejerzan sus derechos y deberes, exijan transparencia, una rendición de cuentas a los poderes del Estado.
Para lograrlo convendría romper el retraimiento de importantes sectores intelectuales del debate político y del compromiso social, señalado por César Pérez al enumerar los males del decenio. Su aporte sería valioso en el surgimiento de un liderazgo con autoridad moral, para enfrentar las confabulaciones de grupos de poder que permiten y comparten el bandolerismo político, el bandolerismo económico.
Las claves
1. Movimientos sociales
Los movimientos sociales continuaron inmersos en una profunda crisis de identidad y de desencuentro, la cual se inició en los primeros años de la década de 1990, dice el sociólogo César Pérez, y agrega: Su acción más significativa en la primera década del presente siglo fue la importante victoria que éstos obtuvieron, junto a diversos sectores de la sociedad dominicana, al impedir que en el parque nacional Los Haitises se instalase una fábrica de cemento.
2. Educación ciudadana
Poco se logró durante este primer decenio en la educación ciudadana, para formar ciudadanos solidarios, activos, responsables de su rol en la gestión pública, alertas ante el respeto de los derechos humanos y uso de los fondos públicos. Ciudadanos con los que se podrían garantizar los derechos civiles, políticos y sociales, la vigencia de un modelo de desarrollo sustentado en una democracia sólida, abierta y participativa.
Antecedentes
Acontecer político
2000: Prometiendo combatir la corrupción y la pobreza, Hipólito Mejía jura la Presidencia.
2002: Reforman la Constitución, reintroduciendo la figura de la reelección. Para fines de ese año la confianza en el Gobierno de Mejía comenzaba a debilitarse; pero es a partir de principios del 2003 que el país entra en una fuerte crisis de confianza.
2004: Fernández retoma el poder con nuevas promesas de luchar contra la corrupción y la pobreza.
2006: El PLD logra una aplastante victoria electoral, gana mayoría en las cámaras legislativas.
2007: Del proceso electoral interno del PRD para elegir candidatos, surge Miguel Vargas Maldonado como la principal figura de ese partido.
2008: Reeligen a Fernández.
2009: Fernández y Vargas Maldonado, en representación del PRD. firman un pacto que viabiliza la reforma constitucional.
2010: El país estrena una nueva Constitución de la República., en la que se vuelven a unificar las elecciones presidenciales y las congresionales y municipales. El PLD obtiene 31 senadurías, obteniendo un triunfo avasallador en los comicios de medio término del 16 de mayo de este año.